Mario E. Fumero
La formación de una vida es una ardua labor que se inicia desde su nacimiento hasta que alcanza la madurez, para aprender a valerse por sí mismo. Ya sea en lo natural o espiritual, la metodología es idéntica. Si sabemos dar una buena enseñanza, fundamentada en el buen ejemplo y el amor, tendremos hijos estables, seguros, y con valores eternos. Si fallamos, nada podremos hacer, ya que el daño aparecerá en el transcurso del tiempo.
LOS FACTORES DE RIESGO
Es por ello que debemos considerar la existencia de dos factores de riesgo en la formación de los hijos (ya sean espirituales o naturales) y son; “los factores de fondo y los factores de forma”.
Los factores de fondo son aquellos que tienen que ver con los principios propios del padre o la madre: El ser un hijo deseado, y que durante el embarazo se le ame, cuide, y se anhele[1]. Cuando el niño se sienta rechazado, aun estando en el vientre de la madre, este asimilara el rechazo. Se ha comprobado científicamente que el hijo antes de nacer necesita sentirse aceptado, e incluso, recibir el cariño de sus padres a través de ese contacto lejano al tocar el vientre de la madre. De igual forma, necesitamos desear tener discípulo y sentir, desde antes de su conversión, que su vida y futuro me interesa. Este involucramiento de un embarazo deseado espiritualmente nos compromete con la evangelización y nos lleva a la intercesión[2]. Darle como fundamento mucho amor. El amor es la base de la autoridad, disciplina y entrega mutua. En él se fundamenta todas las doctrinas cristianas y toda relación de formación[3].
La formación del discípulo debe ser apoyada por una enseñanza y autoridad fundamentada en nuestro propio ejemplo[4], como modelo de conducta. Esto implica examinar mi vida antes de demandarle a otro algo. Nunca debemos exigir lo que no estemos dispuesto a dar. Es la base de una relación correcta, que impide el abuso, maltrato y exceso de autoridad, para dar cumplimiento al mandato de Pablo[5].
Para lograr esto necesitamos un modelo correcto de conducta, y romper con la maldición de las herencias incorrectas que hemos heredado de nuestros padres, para ser formados bajo el modelo en el cual vamos a formar a otros. Recordemos que nadie puede dar lo que no tiene.
Los factores de forma. Después necesitamos proyectarnos para llevar a cabo nuestra misión de capacitar vidas y estos se encuentran en Tito 2:15[6] y Hebreos 12:11[7] que establece: “HABLAR, EXHORTAR, REPRENDER Y, DISCIPLINAR”. Estos son los cuatro elementos básicos que se usaran a lo largo de la formación, cuales debemos analizar detenidamente uno por uno.
HABLAR: Equivale a enseñar. Toda demanda o exigencia se ejerce basada en un conocimiento previo. Este se aprende a través de la repetición, un modelo adoptado en el diario vivir. El método judaico de enseñanza consistía en la proclamación de la ley de Dios, a través de un diario vivir, mediante una repetición continua, según Deuteronomio 6:6-7[8]. No podemos ejercer los demás elementos si este no figura como base o fundamento. Se enseña, y sobre lo enseñado, se exhorta y reprende. Mientras la Palabra no se forme en el discípulo, nuestras demandas no podrán ser ejercidas. Solo el conocimiento y la implantación de la ley determinan el delito, es por ello que Santiago 4:17 exclama; “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.
En la medida en que el conocimiento del hijo de Dios crece en nosotros, se hace necesario el uso de los demás elementos. Es de vital importancia que estemos conscientes de esta realidad, pues si ignoramos esto, y actuamos con lo que sigue después, nos llevará no a la corrección, sino a la reprensión.
EXHORTAR: La palaba exhortar significa; animar, instar, llamar la atención moderadamente a aquel que recibió una enseñanza para que la cumpla en su estilo de vida. Podemos aprender, pero a lo mejor no vivimos lo aprendidos, es ahí cuando la exhortación entra en escena, para advertir al discípulo que debe vivir lo aprendido. Se puede ejercer la exhortación dando palabras de ánimo, o aviso. No se debe seguir con otras enseñanzas mientras no vivamos la primera. Se necesita tiempo, paciencia y relación para que la misma forme parte de nuestro estilo de vida, y no sea tan solo una forma de creer[9].
REPRENDE: Después de haber exhortado, se da el segundo paso, reprender. “Reprender” es dar un llamado de atención de forma más dura y fuerte. Aquí no se anima, sino se reclama fuertemente frente a una acción o conducta errónea o inapropiada. Debe haber un margen de error humano admisible, del cual debemos ser conscientes. Podemos errar por omisión, ignorancia o descuido. Es por ello, que se hace necesario no actuar drásticamente, si primero no hemos usado la amonestación y la exhortación una y otra vez. La amonestación es en sí el proceso de exhortar y reprender antes de aplicar medidas correctivas más fuerte, como es la disciplina. Se puede reprender de forma privada, advirtiendo las consecuencias que puede traer una repetición de una mala acción sobre la cual se ha enseñado. ¿Qué se busca con la reprensión? Hacerlo sano en la fe y darle una oportunidad, antes de usar la disciplina. Prevenir el mal antes de que este produzca juicio[10] es saludable. Esta acción se puede ejercer de forma privada, o en medio del grupo o familia, dependiendo del tipo de falta cometida. El apóstol Pablo recomienda que en algunos casos se haga públicamente[11].
DISCIPLINAR: Es la última etapa en la formación. Este término “disciplina” tiene una doble implicación; por un lado, significa poner orden, establecer una norma de conducta y proceder, y por otro lado, se usa para referirse a la corrección, o el mecanismo de castigo que usamos para castigar a un hijo. La Biblia establece que “el padre que ama disciplina a los hijos” y expone esta realidad al afirmar en Hebreos 12:8-11: “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.
Se disciplina como última instancia, usando para ellos los mecanismos disponibles, siempre y cuando el discípulo se sujete a la autoridad del maestro, y anteriormente se haya exhortado y reprendido. La diferencia entre la disciplina paternal, de índole natural, y la disciplina espiritual, radica en que la primera es imperativa, la segunda optativa. Nuestra autoridad como discipulador no es absoluta, y los mecanismos obedecen a la actitud del discípulo. Cuando aplicamos disciplina, debemos considerar nuestras limitaciones, y usarlas cuando la misma sirva para formar el carácter, dejando que los ancianos o pastores de la iglesia la ejerzan en casos de pecados graves.
¿CÓMO DISCIPLINAR?
Debemos usar aquel mecanismo que produzca en el discípulo tristeza y arrepentimiento. Se le puede quitar los privilegios, someterlo al silencio, suspenderles cualquier responsabilidad que tenga, o cualquier otra acción, que moralmente le pueda causar dolor. Si hay arrepentimiento y cambio de actitud, entonces se procederemos a la restauración. Debemos considerar que cuando hay arrepentimiento y confesión, es necesario aplicar más la misericordia que el juicio, como dice Proverbios 28:13[12].
¿Qué podemos hacer cuando el discípulo no acepta la disciplina? Debemos pasar el asunto a los ancianos o lideres superiores, para evaluar las causas de su rebeldía. Si su conducta rompe el orden establecido, y mantiene una actitud hostil y negativa, deberá ser confrontado, y en último caso desechado, pues su comportamiento puede afectar la unidad del cuerpo. Recordemos que hay pecados que Dios aborrece, tales como la rebeldía y engaño, por lo cual, muchos fueron cortados por la intervención directa de Dios[13].
La acción de disciplinar, ejercida por los ancianos de la iglesia, podrá ser más drástica, pero esto será determinado por el tipo de pecado cometido, pues, aunque todos los pecados son iguales, existen algunos que no se pueden tolerar dentro de la iglesia del Señor, porque los mismos causa escándalos, como los casos señalados por el apóstol Pablo en 1 Corintios 5:11 y Colosenses 3:5-6[14].
Si aplicamos estos procedimientos, podremos cumplir nuestra misión. Es imposible ejercer una autoridad de formación sino tenemos las herramientas para implantar la Palabra en los corazones de discípulos[15]. Es triste ver que en muchos marcos no se puede ejercer estos principios, porque los creyentes han sido mal formados, insujetos y, sobre todo, huérfanos dé un hogar estable, razón por lo cual la rebeldía y autosuficiencia impide corregir muchos defectos de carácter y es por ello que tenemos mala calidad de cristianos. Nosotros, hasta donde nos sea posible, debemos reconocer que estas armas son bíblicas, justas e importantes para poder ejecutar un correcto discipulado y formar vidas de acuerdo con el modelo bíblico.
[1]-https://celulasdecordon.com/las-emociones-de-la-madre-moldean-personalidad-del-bebe-en-el-vientre/
[2]-Hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal’. Es intransitivo y se construye normalmente con un complemento con por, que expresa la persona en favor de la que se habla, y con un complemento introducido por ante o, menos frecuentemente, con, que expresa la persona a la que se pide favor: «Trató de interceder » (Sánchez Palacio [Esp. 1995]);.
[3]–1 Juan 3:14 “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte”.
[4]–Juan 13:15 “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he echo, vosotros también hagáis”.
[5]– 1 Corintios 4:16 “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.
[6]– “Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie”.
[7]– “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.
[8]– “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.
[9]– 2 Timoteo 4:2 “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”
[10]–Tito 1:13 “Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe” Proverbios 17:10 “La reprensión aprovecha al entendido, más que cien azotes al necio”.
[11]-1 Timoteo 5:20 ”A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”
[12]-“El que encubre sus pecados no prosperara; mas el que los confiesa y se aparta alcanzara misericordia”
[13]-Tito 3:10“Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo”
[14]-1 Corintios 5:11“Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro o idolatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” Colosenses 3:5-6 “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, a los deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”
[15]-Santiago 1:2.1“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar nuestras almas”


