Mario E. Fumero

          Lo que antes era una utopía y parecía ciencia ficción, hoy es una realidad innegable. Recuerdo aquellos tiempos en que mirábamos en las pantallas del cine películas que mostraban una tecnología avanzada, de unos robots con inteligencia artificial ayudaban a los seres humanos e incluso, llegaron a dominarlos.

Recordamos aquella película del 1999 interpretada por Robin Williams, llamada “El hombre bicentenario” y en la cual una familia adquiere un robot llamado Andrew para que les ayudaba en las tareas diarias del hogar, algo en aquel entonces imposible de realizar.

DE LA FICCIÓN A LA REALIDAD

Después, en el 2001, aparece la película de Steven Spielberg intitulada “Inteligencia Artificial” en la cual se expone la realidad de un mundo futuro en donde los robot desempeñarán funciones diversas, hasta el grado de poseer afectos y sentimientos idénticos a los humanos. Pero entre todas estas producciones, una de las que más se acerca a la realidad actual es  la película “Yo, robot” hecha en el 2004 e interpretada por  Will Smith, la cual está basada en un relato ficción de Isaac Asimov, que relata el hecho de que los robot puede hacer daño a un ser humano, y así se desenvuelve la trama. Es bueno entender que en la época en que estas películas se hicieron, una todavía la informática y la inteligencia artificial no había avanzado los niveles de avances existe actualmente, de manera que la ficción es hoy una realidad.

EL BENEFICIO DE LA TECNOLOGÍA

No podemos obviar que todos estos avances tecnológicos nos han facilitado la forma de transmitir la verdad del Evangelio de forma más expedita y sin barreras. La tecnología nos ha hecho la vida fácil, pues podemos investigar, comunicarnos y resolver muchos problemas de forma rápida y sin complicaciones. Para mí, la tecnología ha sido una bendición a la hora de escribir libros, pues por medio de la computadora puedo escribir un libro en pocos meses, mientras que antes, en una máquina de escribir convencional, me toma varios años. Además, la tecnología me ofrece la facilidad de ayudarme para obtener información rápida, y profundización en algunos temas mediante el uso del internet. Puedo afirmar que la tecnología hace nuestras vidas más eficientes, y durante la pandemia del COVID-19 nos ayudó a mantener viva la unidad de la Iglesia, usando como medio de predicación los sistemas virtuales.

          Negar la utilidad de la tecnología en el diario vivir sería ilógico y absurdo, pues es una herramienta que sí la sabemos usar correctamente y controladamente, hacer la vida más fácil, sin embargo, no podemos ignorar que como todas las cosas, es un arma de doble filo. Recordemos aquellas palabras del apóstol San Pablo cuando dijo que “todas las cosas me son lícitas, aunque no todas me convienen”. El uso de todos los recursos que tenemos, si se emplean mas allá de lo correcto, y no obedece a las leyes de la lógica, pueden enfermarnos, porque todo tiene un límite. La tecnología si se usada incorrectamente y nos extralimitamos, se puede convertir no solo en un problema de salud, mental, sino que puede crear las bases para el cumplimiento profético, que nos habla de un control absoluto de las personas durante el gobierno del anticristo.

Aunque puedo hacer lo que quiera, pues todo me es lícito, debemos saber que no todo me conviene y es por ello que debo marcar los límites^[1], a fin de evitar que aquello que en ciertos momentos puede ser bueno, llegue a convertirse en un mal que nos esclavice y nos destruya emocionalmente.

[1]– 1 Corintios 6:12 “Todas las cosas me son lícitas, pero no todas me convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”.