Mario E. Fumero
El negocio de la ciencia sobrepasa los límites de la ética tradicional. En nuestros tiempos los hijos no se obtienen de un amor y una relación sexual matrimonial, ¡NO!, ahora podemos comprarlos en los bancos de semen u óvulos.
Pero aun se va más lejos todavía. Actualmente se puede determinar el sexo de la criatura antes de fecundarlo. Si deseas una hembra, no te preocupes, en los laboratorios se trabajan con espermas para producir la técnica mediante la cual la fecundación sea conforme a tus deseos.
Existen bancos biológicos donde se depositan óvulos y espermas para producir la fecundación “in vitro”, lo que popularmente llamaríamos inseminación artificial. Esta práctica, común entre las especies animales desde hace tiempo, se está ejecutando en los humanos. Se empezó como un recurso para ayudar a los casos en donde una pareja no podía tener hijos por algún defecto fisiológico, pero actualmente ya no obedece sólo a este principio ético, sino que se está convirtiendo en un negocio con posibilidad de ser muy rentable.
¿Y cómo es posible esto? Pues las mujeres solteras podrían ir a un banco de semen y solicitar que la inseminen con los esperma que contengan una característica determinada. Le dan un catálogo, y escoge al hijo, o hija, con determinadas características. Entonces le colocan en su óvulo el esperma según el gusto del cliente, y así se convierte en una madre sin casarse y sin tener una relación sexual con un hombre. ¿Se imaginan lo que esto representa? Tendremos un hijo sin padre, y una madre sin marido, que no realizó el amor de forma normal. ¿Cuál será la repercusión psicológica de este hecho?
Pero el papel de la genética va más allá. Se puede incluso colocar el óvulo ya fecundado en un vientre de mujer, de tal manera que su útero es solo un recipiente de una criatura que no tendrá nada que ver con la madre, pues biológicamente ésta no será su madre, aunque se forme en el vientre. ¿Se ha puesto a pensar en los conflictos éticos y psicológicos para el niño cuando crezca? ¿Y que tal si una pareja de lesbianas deciden tener un hijo en esta forma? Al fin y al cabo, si la técnica es un negocio, todo vale.
Por el camino que vamos, no dudamos que hasta se trate de hacer que un travestí pueda tener un hijo a través de este sistema, pues la cirugía y la ciencia se presta actualmente para ejecutar cualquier tipo de perversión.
Es aquí cuando debemos analizar el peligro de la manipulación genética en el área de la fecundidad. Hay casos que sí ameritan estos procedimientos, y los mismos son los que han permitido a la ciencia trabajar en este campo, pero ¿Dónde está la línea entre lo clínico y lo mercantil y perverso?
En un caso de esterilidad, se justifica la fecundación “in vitro”, o la manipulación genética del esperma o óvulo de la mujer para alcanzar un objetivo que se cataloga digno, como es “el tener un hijo”, pero ¿Quién determina hasta dónde puede jugarse con estas armas? Detrás de los fines buenos, siempre existe un diablo malo que tratará de desviar esa tecnología para acciones malévolas y mercantilistas.
Debemos tener sumo cuidado al juzgar estos hechos, porque, aunque algunas situaciones pueden crear conflictos morales y teológicos, debemos analizar el móvil de fondo que origina estas acciones. Puede darse el caso de que una mujer no puede retener un óvulo fecundado en su vientre, razón por la cual acude a una madre alquilada, o sea, una mujer que preste su útero para dar cabida a un óvulo fecundado por la pareja mediante un proceso de fecundación “in vitro”, y que esa “madre de alquiler” solo preste su vientre para ser un receptáculo de un hijo que biológicamente es de la pareja, pero por razones clínicas la verdadera madre no puede retener el feto, abortándolo. Es ahí donde debemos, teológicamente hablando, determinar la línea que defina lo humano de lo mercantil, lo lícito de lo ilícito, lo que es justo, de aquello que es injusto.
Las nuevas técnicas dentro del campo de la biología y la ingeniería genética nos plantean una serie de situaciones que son difíciles de juzgar grosso modo. Debemos ser cuidadosos y ver los pros y los contra de esta realidad para no cometer errores de apreciación que nos lleven de una posición radical a una liberal. El campo de la manipulación de óvulo y esperma abre una puerta de esperanza para matrimonios que no pueden tener hijos, pero a la vez nos lleva ante un peligro inminente de hacer de la maternidad y la procreación un gran negocio, sin freno y con grandes riesgos morales y espirituales.
De igual forma podríamos considerar la problemática de los transplantes de órganos. ¿Podrá un cristiano donar sus órganos una vez muerto? Una vez me dijo un hermano que él no donaba sus órganos, porque en la resurrección quería estar completo. Esto refleja una tremenda ignorancia de las escrituras, pues al resucitar lo haremos con un cuerpo glorificado, ya que esta carne y esta sangre no pueden heredar el reino de Dios (1 Cor 15:50). Donar los órganos es lícito siempre y cuando no se haga como negocio, pues el mercantilismo de órganos es un acto vil y repudiable. De igual forma ocurre con las transfusiones de sangre, darla por amor es digno, pero hacer de la sangre un mercado es inmoral.
Algunos grupos radicales se oponen a la donación de órganos o sangre alegando que no es bíblico. Entre ellos los “testigos de Jehová” y se apoyan en textos como el de “comer sangre”, pero no es lo mismo una transfusión de sangre, que da vida, a come sangre o animales ahogado. Es necesario recordar que Jesús dio su vida por nosotros derramando su sangre, y que por lo tanto dar la sangre es equivalente a dar la vida, y nosotros debemos de estar dispuestos, como enseña la Palabra, a dar la vida por nuestros hermanos (Jn 15:13).


