Mario E. Fumero

          Cuando leo Lucas 21:25-26 que dice “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas” y después veo los informes científicos del calentamiento global y los acontecimiento mundiales, comprendo que las palabras de nuestro Señor Jesucristo se hacen realidad. Noten que la humanidad vive angustiada y expectante de las cosas que van a ocurrir, y no es para menos, pues en un reportaje transmitido por Nacional Geographic se establecía que la temperatura del planeta podría aumentar en los próximos 8 años 4 grados, y que las consecuencias serían desastrosa para la humanidad, porque ciudades costeras desaparecerían al derretirse los polos norte y sur, y los tornados, huracanes, tifones, y tsunamis azotarían la humanidad, además,  morirían miles o millones de personas de calor, hambre y epidemias. Ya en el 2003 una ola inusual de calor azoto Europa y murieron miles de personas.

          Hemos visto como el clima ha cambiado. Ahora Tegucigalpa tenemos dos grados más calientes que hace 10 años, y muchas fuentes de agua han desaparecido. Ese precioso liquido que antes sobraba, ahora se compra. No podemos negar que las emisiones de gases tóxicos están envenenando la atmósfera, y el aumento de vehículos contaminantes en Honduras es cada vez mayor, y nade se hace al respecto.

          El crecimiento de la economía de China, una de las más grandes en el mundo, ha disparado la venta de vehículos, generando más industrias y más emisiones toxicas al aire. El cambio climático es un hecho creciente, irreversible e incontrolable, pues el 80% de las energías que consumimos son contaminantes, y no existe a corto plazo alternativas ecológicas que puedan frenar este deterioro. Se avecinan tiempos caóticos en el aspecto natural, porque las profecías siempre tienden a cumplirse, y como fruto del abuso que hemos hecho de los recursos naturales, sufriremos las consecuencias, por lo que debemos prepararnos para enfrentar las grandes catástrofes, que, como Katrina en New Orleans, están próxima y, además, una tremenda escasez de agua y enfermedades producidas por la contaminación del aire.

          El otro caos inminente, como producto del cambio climático, es la hambruna y escasez de alimentos que producirán altos precios en los productos básicos de todo el mundo. También se avecina la escasez y el alto precio de los combustibles, lo cual nos esta llevando a una recesión que ya ha entrado a las grandes economías del mundo, lo que origina una crisis económica galopante, que se sentirá más fuerte en los países pobres del tercer mundo, como el nuestro.

          ¿Pueden los políticos ofrecer una alternativa a un fenómeno mundial como es la crisis energética, hambruna e inflación? ¿Podrán evitar los gobiernos de turnos frenar lo que ya es un hecho científicamente demostrado? Quien prometa cambiar el curso de la historia y la profecía se convierte en un gran mentiroso. Lo mejor que puede hacer un político y cada ciudadano es tomar conciencia de lo que viene y buscar alternativas para enfrentar la crisis que se avecina, no viviendo de mentiras, como predican algunos falsos predicadores, que proclaman que se puede “dejar de sufrir” y que se avecinan “tiempos maravillosos”. Dejemos de creerles a esos políticos que prometen terminar con la crisis energética e inflacionaria, así como disminuir la violencia. Sabemos que formamos parte de un mundo globalizado, y que nuestra moneda baila al son del dólar y de los factores externos, que son incontrolables. Sabemos también que la apología a la violencia es una cultura rentable y que la desestabilización social obedece al factor de la miseria y el hambre. Aceptemos la realidad y planifiquemos nuestro futuro inmediato tomando las medidas necesarias para  soportar el temporal que se avizora, y tratar de sobrevivir a lo que se nos avecina. No vivamos de ilusiones, para no morir de desengaño.