Mario E. Fumero
Hasta ahora hemos creído que las adicciones a drogas como cocaína, el crack, la heroína eran difíciles de controlar y difícil de rehabilitar, pero últimamente ha aparecido una nueva adicción que, sin ser droga, produce un efecto terriblemente destructivo en los niños y jóvenes. Esta nueva adicción se llama “abuso a la tecnología”, lo cual convierte a las personas en seres aislados, que pasan pegados a una computadora, celular o tableta, en donde pasan tiempos excesivos, y de lo cual, al tratar de ayudarlos, desencadenan reacciones impredecibles.
Recientemente salió la noticia de un menor de 13 años, que cuando la madre le quitó el celular para que estudiara, el menor fue a la cocina, tomó un cuchillo, y le dijo a la madre que si no le daba el celular la iba a matar. Hemos descubierto, que cuando hacemos actividades de la iglesia, como campamentos y retiros, que se invitan a los jóvenes a participar y se le prohíbe al joven tener celular durante la actividad, más del 40% deciden no ir. Esta actitud posesiva al celular y a los videojuegos y tabletas ya entran al plano de una adicción grave y peligrosa.
El psiquiatra Dr. Alok Kanojia de los Estados Unidos, especializado en las adicciones, afirma en un estudio, que las adicción a los videojuegos es un grave problema en los niños y jóvenes. Él relata sus experiencias de cuando era joven cayó en la adicción a la tecnología, pese a que su tiempo estaba en pleno desarrollo. El relata su experiencia, y reconoce la suerte que tuvo cuando sus padres, ambos médicos de profesión, tomaron una decisión drástica para intervenir en su adicción. Ellos entendieron la magnitud del problema: lo enviaron a la India, de donde ellos proceden, y donde entonces (hace 22 años) apenas había tecnología. Antes de eso, sus padres lo habían intentado desconectar de los videojuegos con otros métodos, desde la comprensión, hasta la disciplina estricta, pero nada funcionó. Fue entonces que decidieron mandarlo a un lugar donde no tuviera el uso de la tecnología por varios años, a fin de desintoxicarlo mentalmente, lo cual afirma que funcionó.
Ninguna medida represiva, ni de fuerza, podrá modificar la conducta de un joven adicto a la tecnología. La única salida es buscar un cambio de ambiente y llevarlo a un lugar donde no pueda tener acceso a la misma. Indudablemente que en los primeros días experimentará un síndrome de abstinencia, pero el cual lentamente lo va a sustituir por las relaciones personales y la adaptación a un nuevo marco, en donde las influencias del medio modificarán su forma de ver la realidad.
Es bueno tomar medidas preventivas frente al acceso de los niños a los celulares y las tabletas. En los primeros 7 años de vida de un niño o niña, debe tener juguetes y actividades creativas que fortalezcan las relaciones personales y la sociabilización. El uso de tecnología puede ayudarnos en situaciones puntuales, pero también puede dañarnos en muchos aspectos de la convivencia, tanto familiar, como social. En mi trabajo en el Proyecto Victoria he descubierto que es más fácil rehabilitar a un adicto a cocaína o crack que a uno a las redes sociales y a la tecnología.
Los especialistas están preocupados, no solo por el daño mental que esta tecnología le puede causar a los menores, sino también el daño físico como es problemas visuales, falta de concentración, depresión, soledad e incluso agresividad cuando se le intente frenar el tiempo que debe usar la misma.
¿Cuánto tiempo se le debe permitir a un joven tener videojuegos o usar las redes? El apóstol Pablo establece un criterio, todo me es lícito, pero no todo me conviene. Según la filosofía griega la vida del ser humano se divide en 24 horas dividida en tres ochos. 8 horas para dormir, 8 horas para estudiar o trabajar, y 8 horas para hacer lo que quiero. De estas 8 horas para hacer lo que quiero, no debo estar enganchado en las redes sociales o en los videojuegos más de dos horas diarias. La mayoría de los celulares inteligentes tiene la capacidad de medir el tiempo que tú estás conectado al mismo. Esto requiere que los padres ejerzan una formación disciplinaria, para evitar que el exceso a cualquier tipo de acción, hecho, o sustancia se convierta en una atadura.


