Pastor Héctor Hernán Castro C

“Se deshace mi alma de ansiedad; Susténtame según tu Palabra.» (Salmo 119:28)

Al reflexionar en este corto texto bíblico es indispensable considerar: 

1. El escritor está hablando con Dios… ¡está orando! ¿Practica usted esa importante disciplina espiritual?  Orar no es un rito místico o absurdo. Tampoco es la vana repetición de párrafos u oraciones prefabricadas. Orar es conversar con Dios, es trasladar las cargas de nuestros débiles hombros humanos a los amorosos e invencibles brazos de Dios. “Mas vale una hora de oración, que 24 horas de preocupación.” Orar no es perder el tiempo como lo afirmó un escritor ateo; no es hablar al vacío. Orar es entablar un diálogo con nuestro Dios creador y sustentador.  ¡Orar es el comienzo del fin de la ansiedad! (Filipenses 4:6,7).

Dios es el primer y más sabio terapeuta del universo. Cuando nos invita a orar, está aplicando la sanadora terapia de abrir el corazón, de hablar con alguien que nos escucha y entiende; que quiere y puede ayudarnos. Orar es ventilar o compartir las penas de nuestro corazón. ¡Pruébelo y compruébelo! 

• Al orar, el escritor admite humildemente su estado de necesidad y vulnerabilidad. “se deshace mi alma de ansiedad…” El escritor no asumió el complejo de “super hombre” del fariseo, sino la actitud humilde del publicano (Lucas 18:9-14.)  Tampoco estaba fingiendo que todo está bien. No estaba vociferando huecas consignas de victoria y autorrealización humana.  Precisamente, uno de los más terribles errores del ser humano de hoy es asumir la necia actitud de la autosuficiencia; llegar a la fatal conclusión de que no necesita a un Dios en el cielo porque él mismo (el ser humano) es un dios en la tierra.

Tristemente, la humilde y dependiente actitud de arrodillarse ante Dios, está siendo sustituida por la arrogante actitud de creerse dios.¡Y por eso estamos como estamos! La deificación del hombre es el comienzo del fin de este sistema de cosas, porque el único y verdadero Dios pronto vendrá a poner cada cosa en su respectivo lugar.   

• Al mismo tiempo que reconoció su enfermedad, el escritor inmediatamente reconoció su cura. «Susténtame según tu Palabra.»  Sí, el hombre de Dios identificó su problema (la ansiedad que lo deshacía internamente), pero al mismo tiempo visualizó y señaló la solución: ¡La Palabra de Dios que restaura y fortalece! ¡No es lo mismo la palabra de un hombre que la Palabra de Dios!

La palabra del hombre es falible, terrenal y temporal, mientras que la Palabra de Dios infalible, celestial y eterna.  La palabra del hombre es mentirosa y cambiante, mientras que la Palabra de Dios es verdadera e inmutable.

Hoy, la Palabra de Dios está condensada y registrada por escrito en la Biblia. El mensaje divino y eterno nos fue comunicado de forma comprensible en nuestro idioma humano. ¡El sentir y pensar del Dios invisible se hizo visible en forma de un Libro, presentándonos de forma clara Su Reino eterno y Su Rey Jesucristo!

Sí, la Biblia es muchísimo más de lo que aparenta ser. Es muchísimos más que un simple libro. Es muchísimo más que una compilación de palabras, párrafos y oraciones. El poder de la Biblia no está en la calidad de su papel o su tinta. No es su tamaño, su color o su textura lo importante, ¡el poder de la Biblia está en su esencia y naturaleza, en su origen divino y su trascendencia eterna!

Lo verdaderamente importante con respecto a la Biblia no es su recipiente (papel, tinta o dispositivos electrónicos), es su contenido, es la suprema y sobrenatural calidad del mensaje que transmite: “Toda la Escritura es Inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto.” (2 Timoteo 3:16 NTV.)

Un día futuro (ojalá no demasiado tarde), todos comprenderemos el tesoro divino que tuvimos con nosotros llamado Biblia y que no valoramos y aprovechamos. ¡Utilicémoslo hoy y experimentemos la paz que tanto necesitamos! (Salmo 119:165.)