Mario E. Fumero
DEL LIBRO “LEGAMISMO VERSUS MODERNISMO”
“Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa”. Gálatas 5:7-9
En la evolución del protestantismo encontramos diversas etapas en las cuales la verdad bíblica fue floreciendo paulatinamente. Primero el monje Martín Lutero (1483-1546) proclamó la justificación por la fe (1517), y a partir de ese momento, el continente europeo fue impactado por diversos movimientos llamados “protestantes” que proclamaron la verdad absoluta de Dios por medio de las Sagradas Escrituras únicamente.
EL NACIMIENTO DEL METODISMO
Durante los años 1532 al 1536 la Iglesia Católica de Inglaterra rompió con el Papado de Roma bajo las presiones del rey Enrique VIII y sus consejeros[1] por razones que no fueron doctrinales, sino por intereses de poder. Esta separación originó el nacimiento de la Iglesia Anglicana, la cual conservó muchas costumbres del catolicismo. Sin embargo, la liviandad y corrupción siguió reinando dentro de la misma, tanto en los líderes de la iglesia como en sus feligreses, quienes vivían de forma pecaminosa. Fue entonces que dos jóvenes consagrados al Señor, y lectores de la Palabra de Dios proclamaron unos principios de santidad y separación del mundo que dio origen a un gran movimiento de santidad, ellos fueron los hermanos Juan y Carlos Wesley, los cuales en la Universidad de Oxford impactaron con sus estudios bíblicos y su estilo de vida disciplinada y metódica, razón por lo cual se les llamó «metódicos», creándose el “club de los metodistas” que mas tarde se convertiría en uno de los movimientos de santidad que más impactó en la evolución del protestantismo en los Estados Unidos. Este movimiento enfatizó junto a la santidad, la doctrina de la salvación e hizo mucho hincapié en la soberanía de Dios[2].
Uno de los hermanos, Juan Wesley (1703–1792), fue ministro anglicano, el cual se desempeñó brevemente como misionero en Georgia, una de las colonias inglesas de América del Norte. Se cuenta que Juan viajaba en un barco rumbo a América cuando tuvo un encuentro con otro grupo de protestantes procedente del movimiento moravo, que buscaban en tierra de libertad una oportunidad para expresar su fe, sin el peligro de la persecución existente en ese entonces en muchos países europeos. En ese viaje (1738) Wesley recibió una experiencia profunda de conversión y del Espíritu Santo que lo llevó a iniciar el movimiento de santidad en la iglesia evangélica que en ese entonces comenzaba a tomar fuerza. Después de esa experiencia, Wesley y sus seguidores procedieron a llevar a cabo una campaña de evangelización en la que el propio Wesley fue el principal predicador junto a George Whitefield. Como fruto de ello, se creo la sociedad metodista, y en el 1784 organizaron la «Conexión Wesleyana[P1] », pero no formaron una iglesia aparte de la anglicana hasta después de la muerte de su fundador en 1792.
Actualmente algunas iglesias de este movimiento de santidad llamado “Iglesia Metodista o Wesleyana” se han corrompido, abandonando el camino de la santidad proclamado por su fundador, para aprobar y apoyar los movimientos modernistas que promueven el matrimonio gay, el aborto y el amor libre. Quizás ésta sea una muestra histórica de la decadencia moral a la cual se enfrentan las iglesias pentecostales, si no retoman los principios originales de la Palabra.
EL ÉNFASIS A LA SANTIDAD
A partir de los escritos de Wesley y Juan William Fletcher (1728-85), se inicia un gran mover de santidad subyacente a la proclamación de un Pentecostés, en donde se enfatizó la instantánea obra de gracia, usándose por primera vez los términos: <bautismo del Espíritu> o <plenitud del Espíritu>. Fue esta experiencia de santificación que dio inicio al movimiento de Santidad[3].
En la proclama de la santidad John William Fletcher se enfrentó, con el visto bueno de Wesley, a las enseñanzas calvinistas, la cual abría la puerta a una vida licenciosa bajo el postulado de que la salvación, una vez efectuada, no se perdía, por lo que se podía vivir salvo y de forma lujuriosa, lo cual Fletcher catalogó de una “anarquía moral”[4].
LOS MOVIMIENTOS DE SANTIDAD
En su origen las iglesias Pentecostales proclamaban, junto al Bautismo del Espíritu Santo, la santidad del creyente[5], rompiendo el esquema religioso dominante, para forjar un estilo de vida disciplinada que les diferenciaba del resto de los demás movimientos evangélicos del siglo XX. Entre los siglos XVIII al XX aparecieron diversos movimientos de santidad como los menonitas, cuáqueros, metodistas, nazarenos, santidad, ejercito de salvación y pentecostales etc. Todos ellos enfatizaban la separación de la iglesia del mundo y del estado, para forjar una comunidad cuyo objetivo era dejar que el Espíritu Santo obrara profundamente para santificar al creyente en una vida consagrada y sujeta a los parámetros de una alta moral cristiana. Algunos les llamaron puritanos, legalistas, fanáticos etc. ahora se les llama conservadores, pero actualmente quedan pocos, porque las influencias del secularismo y la mundanalidad han roto las barreras que mantenían a la iglesia separada del mundo profano. Incluso, el conservadurismo de la doctrina pentecostal respecto a la santidad se ha desquebrajado frente al modernismo. Solo queda un movimiento aferrado a este principio en el Estado de Pennsylvania llamado los amish, descendiente de los moravos o cuáqueros, grupos estos que enfatizaban la doctrina de la santidad.
EL ORIGEN DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL
Las iglesias pentecostales proceden de la línea de las iglesias de santidad, con el peculiar énfasis en el bautismo del Espíritu Santo y la operación de los nueve dones en la vida del creyente. En su origen este movimiento reactivó el estilo de vida disciplinado, enfatizando al máximo las formas externas de ser y vivir de sus adeptos, llegando, en algunos casos, a extremos de ejercer un legalismo dogmático.
Este movimiento nació de un despertar espiritual ocurrido en el 1906 en la calle Azusa de Los Ángeles, California, en donde se originó un derramamiento del Espíritu Santo que de forma espontánea se esparció, como un fuego, por todo el mundo. Sus máximos exponentes fueron Charles F. Parham, fundador de una escuela bíblica en Topeka, Kansas; y William J. Seymour[6]. Ellos delinearon los principios doctrinales de las Iglesias pentecostales.
En los primeros 60 años del avivamiento de Azusa se mantenía una férrea disciplina en la forma de vestir, tanto en las mujeres, como en los hombres. Se llegó al extremo de que cortarse el cabello en una mujer, o usar alhajas o maquillaje podía acarrear disciplina. Las mujeres usaban los vestidos casi hasta el tobillo, las mangas hasta la muñeca y el escote hasta el cuello. A los hombres se les exigía vestir de forma tal que, en el 1961, cuando estudiaba en el instituto bíblico Mizpa de Puerto Rico, no podíamos usar pantalones sin dobladillo, y había que tener camisas blancas de manga larga, y no se podía predicar sin una corbata. Este legalismo dogmático es el otro extremo del liberalismo en el cual actualmente vivimos, donde las modas y los vestidos provocativos inundan las iglesias a tal grado, que no existe diferencia entre en mundano y un cristiano, pero sobre este aspecto elaboraremos otro capítulo.
En el principio, un lazo bien cerrado tenia sujeto a los creyentes mas allá de lo bíblico, oprimiéndoles y exigiéndoles una apariencia externa que muchas veces no obedecía a las intenciones del corazón del creyente, el cual se sujetaba por obediencia, pero sin estar de acuerdo con ello. De pronto el lazo se fue aflojando, y ahora la situación moral de los cristianos se nos ha escapado de las manos, pues se han ido al otro extremo. El mundo, con su sensualidad, malas costumbres y modas ha inundado la iglesia sin que podamos hacer nada. Es que la opresión sin experiencias produce un efecto rebote en el comportamiento de los seres humanos.
Es innegable la corrupción moral de los cristianos en este tercer milenio, lo que demuestra que “un poco de levadura leuda toda la masa” (Gálatas 5:9), por lo que al ceder terreno o aflojar el lazo, sin tener una teología bíblica bien definida sobre la santidad, piedad y disciplina cristiana, las costumbres mundanas se adhieren, como parásito o virus, al estilo de vida eclesial, destruyendo el testimonio y no permitiendo ver la diferencia entre los hijos de Dios, con los hijos del diablo.
CUANDO LA CUERDA SE AFLOJA
Qué es más fácil ¿ordenar o desordenar? ¿Vivir con disciplina o estar sin disciplina? La lógica elemental nos enseña que cuando hay orden y disciplina y de pronto aflojamos la cuerda para dejar que aparezca el desorden y la indisciplina, y después tratamos de retornar a lo contrario, la resistencia y dificultad será mayor. Cuando vivimos sin ley, y nos desbocamos en nuestras pasiones y carnalidades, es difícil poder volver al estado original, porque lo malo siempre prevalece sobre lo bueno. El cristiano al convertirse debe ser domado en sus deseos carnales (concupiscencia) y moldeado, formado en él la imagen del Señor. La libertad debe ser sometida al Señorío, pero si dejamos que esa libertad se convierta en libertinaje, y no actuamos a tiempo, el anarquismo espiritual y el individualismo egocéntrico tomara control de las personas, y Satanás tendrá un arma poderosa para hacer que, dentro de la misma iglesia, vivamos de acuerdo con sus postulados, objetando el sometimiento a las demandas bíblicas de ser “manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29).
Negociar con las demandas de Dios para ser tolerante, dejar entrar en poca escala practicas mundanas en el culto, es suficiente para que el lazo de la disciplina se afloje y perdamos el control sobre el espíritu para vivir según la carne. Es por ello por lo que Jesús dijo que un poco de levadura, hincha toda la masa. ¡Cuidado! Si aflojamos mucho la disciplina, terminaremos contaminando toda la iglesia.
FORJANDO UNA DISCIPLINA CRISTIANA
Cuando hablamos de disciplina no hablamos de castigo, sino de formación, someterse a un orden, sujetarnos a un determinado estilo de vida, instruir en una forma de conducta. Un ejemplo lo tenemos en aquellos que forman parte de un ejército terrenal, donde la disciplina es vital para formar el carácter del soldado para la batalla.
En la Biblia se entiende por disciplina, según 2 Timoteo 3:16, como la forma de instruir al discípulo. Esta palabra procede del verbo griego “paideia” que se traduce como, «disciplina», lo que equivale a enseñar a vivir en justicia. En Hebreos 12:6-10, 1 Corintios 11:32, 2 Corintios 6:9, Apocalipsis 3:19 se presenta el término disciplina como la formación del carácter cristiano, lo que ilustra un estilo de vida bajo principios. Todos estos términos son una voz pasiva que se traduce como «aprendan»: «sean enseñados» pero: “sea como sea que se comprenda este pasaje, es evidente que lo que se tiene en mente no es el impartir conocimiento, sino una severa disciplina”[7] lo cual produce un estilo de vida que nos hace diferente de los incrédulos, los cuales no se sujetan a la ley de Dios, porque viven según los designios de la carne.
San Pablo usa mucho el término “carne”, “carnal” para determinar el dominio de los deseos propios (concupiscencia) sobre la voluntad del espíritu. Esta palabra procede del griego sarx (σάρξ) que tiene un campo amplio dentro de su aplicación en el N.T. y A.T. reflejando el elemento más débil de la naturaleza humana (Mateo 26:41; Romanos 5:19; 8:3) con el cual se trata de presentar el estado irregenerado de los hombres que, conociendo la Palabra, no se sujetan a ella, ni dejan obrar el Espíritu Santo en sus vidas (Romanos 7:5; 8:8, 9). Se da a entender que en la carne esta el asiento del pecado y de los malos deseos. Estos deseos carnales no es lo mismo que el cuerpo físico, (2 Pedro 2:18; 1 Juan 2:16) sino la inclinación del humano a pecar cuando piensa en sí mismo. También evidencia la tendencia humana del cristiano de buscar lo terrenal e inferior y temporal en su diario vivir (Gálatas 3:3; 6:8) razón por la cual se usa una metonimia[8], ya que se pone lo externo y aparente, en contraste al espíritu, que es lo interno y real (Juan 6:63; 2 Corintios 5:16)[9].
Aflojar la cuerda en la doctrina de la santidad es dejar que la carne domine sobre el espíritu, dando lugar a nuestros bajos deseos o costumbres del mundo. Es dejar sin disciplina al discípulo, y no ofrecerle un evangelio condicional; de obediencia, negación y sacrificio, como demandó el mismo Jesús (Lucas 9:23).
HASTA DONDE PODEMOS CEDER
Determinar la línea entre lo correcto y lo incorrecto en un mundo sin valores, mercantilista, hedonista y corrupto es difícil, porque ha sido tan lenta la decadencia moral y los cambios originados en las modas, costumbres y actitudes humanas, que no nos damos cuenta a donde hemos caído. Se ha perdido la sensibilidad y el sentido del decoro, así como el amor. Este violento proceso de cambio en lo tecnológico nos ha deshumanizado, cumpliéndose las palabras de Jesús: “por multiplicarse la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12).
Dentro de nuestro esquema actual ya no somos una persona, sino un número seguido por un signo de valor “tanto tienes, tanto vale”. La realidad es que, en vez de conquistar el mundo para Cristo, el mundo nos ha conquistado para el diablo.
Bibliografía
[1]– Ramos, M. A. (2000, 1998). Nuevo diccionario de religiones denominaciones y sectas (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
[2] – “The Theology of John Wesley”. C.W. Carter, Nashville, Tn 1956.
[3] – “The Path to Perfection: An Examination and Restatement of John Wesley´s Doctrine of Christian Perfection” C. W. William, Londres, 1943.
[4] – “Nuevo Diccionario de Teología”. Sinclair B. Ferguson, David F. Wright, J. I. Packer. Casa Bautista de Publicaciones, 1992. Página 617.
[5] – Defínase por santidad la separación del creyente de las costumbres mundanas y el pecado para optar por un estilo de vida diferente al imperante en la sociedad o en las iglesias tradicionales.
[6]– Ramos, M. A. (2000, c1998). Nuevo diccionario de religiones denominaciones y sectas (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
[7] Vine, W. (2000, c1999). Vine diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
[8] Tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada, etc.
[9] -(De Notes on Galatians, por Hogg y Vine, pp. 111-112.)
[P1]Convencion


