Héctor H. Castro
¿Alguna vez Usted ha tenido mucha hambre, ha buscado comida y lo único que encuentra son vestigios de que hubo alimentos? ¿O ha tenido mucha sed, ha ido en búsqueda de agua y lo que encuentra nada más son vasos desechables tirados, recipientes volcados, pero ni una tan sola gota del vital líquido?
Exactamente así se sentía el profeta Miqueas: «¡Ay de mí! porque estoy como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia, y no queda racimo para comer; mi alma deseó los primeros frutos.» (Miqueas 7:1.)
Esto refleja… 1) La profunda decepción del profeta. Frustración, decepción y desencanto_, son las palabras que mejor describen esa experiencia desagradable de aquel hombre de Dios. Miqueas era de origen campesino y lo que mejor se le ocurrió para ilustrar su decepción fue algo de su ambiente agrícola. Dicho en buen _»catracho»_, es como si fuéramos a una milpa ya cosechada buscando un elote y encontramos solo vestigios de que alguna vez hubo. O si fuéramos a un árbol de mangos buscando una deliciosa fruta y solo encontramos semillas y _»conchas»_ tiradas, pero ni un tan solo fruto.
En nuestra vida diaria experimentamos esa sensación de vacío, con muchas necesidades por llenar (buena salud, educación, seguridad, trabajo, vivienda, etc.) pero sin los recursos para satisfacerlas. Evidencias de frustración son todas esas emociones negativas que experimentamos, ya sea cólera, enojo, amargura, tristeza, ansiedad, etc. Surgen cuando una expectativa, un deseo, proyecto o ilusión no se cumple. La decepción o frustración es la inevitable sensación de no recibir lo que deseábamos o esperábamos.
Como ya dijimos, incluye cosas materiales esenciales, pero bíblicamente hablando, la mayor necesidad humana es de índole espiritual. Por ser creación de Dios, los seres humanos somos esencialmente seres espirituales viviendo en cuerpos físicos. Nada ni nadie fuera de Jesucristo puede llenar ese vacío del corazón. La religión vacía, el saber, tener, placer o poder político transitorio podrán dar cierta sensación de comodidad o seguridad, pero dejan siempre a la gente con un sabor a frustración. El rey Salomón tuvo todo lo que un ser humano puede desear, pero internamente se sentía totalmente vacío, frustrado y deprimido (Eclesiastés 2:4-20.)
Sólo Jesucristo llena la más profunda necesidad humana. En Juan 6:35 NTV, dice: «Jesús les respondió: Yo Soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás». Naturalmente, no habla del hambre y sed física, sino espiritual (Juan 4:13,14.)
Después de describir su insuficiencia, impotencia y ruina humana (Romanos 7:15-23), el apóstol Pablo exclamó: *»¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 15:24.) Acto seguido, expresó la única solución disponible:
«Gracias doy a Dios, por JESUCRISTO Señor nuestro…» (Romanos 7:25a.)
Nada ni nadie más, a parte de Jesucristo, nos quita la frustración y nos da una sensación de plena y duradera satisfacción. ¿Ya la experimenta Usted?
¿Qué frustraba a Miqueas? ¡Lo veremos mañana Dios mediante!


