Mario E. Fumero

Vivimos momentos políticos en los que los ánimos se han exacerbado, debido a que, en vez de hacer planteamientos y propuestas políticas coherentes hacia el futuro, nos hemos dedicado a descalificar y señalar los defectos de unos y otros, atacando frontalmente tanto al gobierno como a los candidatos de la oposición. Los ánimos se han caldeado a tal grado que parece que estamos enfrentándonos a un discurso que promueve la apología al odio, y esto, en términos políticos, es muy peligroso.

Pero definamos cómo se puede hacer “apología al odio” dentro de la política. En ambas corrientes políticas, algunos candidatos se han dedicado a atacar abiertamente al contrario, usando calificativos de diferentes índoles. La oposición llama a la candidata de Libre “comunista”, “promotora de la corrupción”, “enemiga de los empresarios y de la iglesia”; y la candidata, a su vez, se defiende atacando y señalando la actitud de algunos religiosos y políticos que proceden de un pasado oscuro. Entonces, de ambos lados comienzan a sacarse los trapitos al sol. ¿Esta actitud es coherente en un discurso político?

Existe un candidato que se presenta para Honduras con un discurso megalómano, atacando al gobierno en el poder. Otro candidato, quizás un poco más discreto, llama a la reflexión y usa una afirmación algo confrontativa al decir: “…nunca más”. En el Congreso se atacan mutuamente, e incluso se forman grupos confrontativos, habiendo golpes y hasta heridos. Un poder se enfrenta al otro, y dentro del mismo poder hay voces discordantes. Bajo este clima tan tenso, se pretende ir a unas elecciones en noviembre, pero tristemente, los discursos confrontativos y que hacen apología al odio entre unos y otros nos conducirán a un futuro siniestro.

Creo que muchos candidatos ganarían más votos si, en vez de estar atacando al contrario o alimentando su ego, usaran sus discursos para plantear soluciones sabias a los graves problemas que vive el país. ¿Y cuáles son estos problemas? La falta de empleo, la amenaza de una gran hambruna, la deficiencia en salud, y el caos creado por las drogas, la extorsión y el contrabando. No debemos olvidar que, pese al estado de excepción que vive Honduras, nos sentimos más inseguros que nunca, porque mientras nos desgastamos en luchas estériles entre unos y otros, los grupos delincuenciales ganan ventajas.

Todos los candidatos de los partidos deben considerar que el primer principio para que podamos salir adelante es un discurso coherente de respeto, dejando el pasado atrás y enfrentando lo que viene por delante. Hoy más que nunca el pueblo está atento a las actitudes de los candidatos respecto a sus mensajes. Algunos se preguntarán: ¿qué están promoviendo los candidatos? ¿Unidad o anarquismo? El pueblo espera acciones concretas, propuestas coherentes y no descalificativos incoherentes. Cuando en la política no hay propuestas claras y nos atacamos unos a otros, violentando las leyes y los principios de respeto mutuo, estamos entrando en una crisis de violencia que puede desencadenar una guerra civil.

Qué bueno sería que los tres candidatos de los tres partidos más fuertes se reunieran y llegaran a un pacto de no confrontación, con propuestas claras y viables. Qué bueno sería que dejáramos de juzgarnos los unos a los otros y que, en vez de estar mirando la paja en el ojo de nuestro hermano, miremos el tronco que tenemos en el nuestro. Un mensaje de reconciliación, respeto y coherencia va a ayudar más a ganar votos que un mensaje de odio, señalamientos y egocentrismo, el cual producirá el rechazo de las personas coherentes y analíticas.

No pensemos en nosotros, sino en nuestros hijos, y en los hijos de nuestros hijos. En medio de un mundo convulsionado por la violencia, busquemos el camino de paz y comprensión, porque si todo sale mal, la pérdida nos afectará por igual a ricos y pobres, y el país se hundirá aún más en la miseria. Dios puede darnos sabiduría para poder escoger el camino más correcto, que nos lleve a unas elecciones sin confrontación, pero con propuestas claras.

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