Mario E. Fumero
Por primera vez en la historia de Honduras, católicos y evangélicos se unieron para orar por la nación, en un momento en que la política se encuentra polarizada. En las grandes ciudades se reunieron cristianos de ambas iglesias para clamar por el país. No cabe duda de que el evento fue todo un éxito que reflejó una realidad innegable: cuando surgen problemas, calamidades o conflictos, que rompen los prejuicios y las barreras ideológicas, para unirnos bajo un denominador común: proclamar la paz, la unidad y la libertad.
Analizando dicho evento, podemos deducir algunas realidades. No es prudente hacer cálculos de cuántos participaron en cada ciudad, pero fue un número considerable de personas. A pesar del intenso sol y calor, el evento se desarrolló sin ninguna novedad. Llamó la atención que solo se miraban banderas de Honduras y, en algunos casos, textos bíblicos y consignas cristianas, lo cual reflejó un espíritu de unidad sin propósitos proselitistas ni partidistas.
Los medios de comunicación que cubrieron este evento fueron Canal 3 de Televicentro, HCH. Y el canal católico y evangélico. En las entrevistas realizadas a los participantes, encontré respuestas muy ecuánimes, aunque algunos se salieron de la línea propuesta por los organizadores para expresar rechazos políticos a ciertos partidos, algo que no era congruente con el espíritu del evento. Es lógico que cada cual trate de usar este tipo de iniciativas para “llevar agua a su molino”, mientras que otros lo criticarán y censurarán. Pero no cabe duda de que prevaleció la coherencia y el interés por el bienestar del país.
Otro hecho que me llamó la atención fue la oración de los líderes religiosos. Al orar, olvidaron cumplir el mandato del apóstol Pablo, cuando exhortó a que se intercediera por nuestros gobernantes y autoridades, y por todos aquellos que están en eminencia (1 Timoteo 2:1-2). Creo que debieron haber orado por la presidenta y por quienes gobiernan este país, para que Dios les dé sabiduría en medio de la crisis de polarización que vivimos. Sin embargo me llamó la atención el hecho de que se le haya pedido a los presentes el hacer la oración de rodilla, algo que refleja humillación delante de la presencia de Dios, como dice la palabra se doble toda rodilla delante del Señor (Efesios 3:14).
Algunos medios de comunicación cuestionaron que el presidente de la Confraternidad Evangélica de Honduras, Gerardo Irías, participara en el evento usando un chaleco antibalas, mientras el obispo que lo acompañaba lo hacía de manera natural. Cuando se le preguntó, respondió que le habían aconsejado protegerse de un posible atentado, y trató de justificar su acción diciendo que, aunque confía en el Señor, debía seguir la recomendación recibida. Sin embargo, resulta contradictorio proclamar un Jesús que protege y, al mismo tiempo, mostrar temor usando un chaleco antibalas, especialmente cuando su acompañante no lo hizo.
La caminata en Tegucigalpa cubrió casi todo el trayecto desde la Universidad Nacional Autónoma hasta el Hospital Escuela, y de igual forma fue multitudinaria en San Pedro Sula. Este hecho inédito en la historia de Honduras refleja la preocupación del pueblo por la división y las luchas partidistas que existen en el país, así como la necesidad de buscar, antes de las elecciones del 30 de noviembre, una actitud más tolerante y comprensiva, enfocada en planes del futuro, y no en revivir constan-temente el pasado para descalificar a los contrarios.
Espero que ninguno de los partidos políticos que participarán en las próximas elecciones intente usar este evento, ya sea para beneficiarse de él o para criticarlo. Tal como afirmaron los organizadores, este acto representó a Honduras y a sus colores azul y blanco, los mismos de nuestra bandera.
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