Mario E. Fumero
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Hebreos 12:11
La soberbia lleva a la rebelión, y cuando se nutre del egoísmo, genera actitudes que dañan la naturaleza psicoemocional de las personas. En la medida que el «YO» se engorda, aparecen conductas que alimentan la soberbia, como, por ejemplo; prepotencia, arrogancia, jactancia y vanagloria. Todas ellas forman parte del orgullo.
Una vez que el «ego» esta deformado, la soberbia se convierte en un factor detonante de otras muchas actitudes que generan problemas psicológicos, tales como ira, enojo, depresión, ansiedad y venganza.
CUANDO APARECE EL EGOÍSMO
En la primera etapa de la vida (entre el primer día y hasta los 3 años de un bebe) los padres libran una lucha con el niño por medio de la educación y la formación de carácter, mediante la disciplina[1], que ayuda a detener la deformación del “yo” en el crecimiento, y evita que el niño se vuelva egocéntrico, caprichoso y egoísta. Aunque un bebé, en el primer año de nacido, no sabe hablar, ni caminar, ni entender, sí sabe lo que quiere y ya comienza a manipular a sus padres con sus capricho, rabietas y chantaje. Cada vez que el niño obtiene lo que quiere está, nutriendo su capricho y engordando su soberbia; la cual ya en la adolescencia originará una rebelión, acentuada hacia el rechazo a la autoridad y al orden establecido. Porque en la etapa de la adolescencia, el deseo de independencia se acentuará como parte de su desarrollo.
Es por ello que, en los primeros tres años de vida de un bebé, se libra una batalla feroz entre el niño y sus padres, para ver quién es el que dominará. Si el bebé impone sus caprichos, los padres serán víctimas de la soberbia del niño, porque tendrá un ego engordado. Pero si éstos imponen su autoridad y frenan sus caprichos, dominarán y moldearán el carácter y el temperamento del niño.
Cuando somos presa de la soberbia, aparece el engreimiento, y por medio del orgullo menospreciamos a los demás. La arrogancia, altivez, vanidad, hinchazón, ínfulas y altanería se hacen visibles en los ademanes, palabras y otras muchas actitudes que se manifiestan en las relaciones personales, produciendo rabia, enfado, murmuración y violencia, las cuales se muestran de manera exagerada ante una contrariedad.
Es bueno aclarar que son los padres los que forman el gusto, el carácter y las actitudes negativas o positivas del niño en su desarrollo. Debemos de comprender que el modelo primario que el niño va a imitar, y las normas que va a seguir estarán determinada por el ejemplo y las enseñanzas de sus padres durante los tres primeros años de vida. Indudable que el niño desarrollará una psicología manipuladora que puede obtener lo que quiere si sus padres no se atienen a los principios bíblicos mencionados en Deuteronomio 6::4-9[2]. Al fin y al cabo, es en el hogar donde se forma el carácter de los hijos, como afirma Proverbios 22:6 «Instruye al niño en su carrera: ¡y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella!”.
LA DEFORMACIÓN DEL “YO”
La vanidad y el orgullo son el producto de una deformación del “yo”. Esto da origen a la egolatría, menospreciando el derecho de los demás. Matices que evidencian la existencia de otras actitudes como el envanecimiento, la presunción, y la fatuidad[3]. Recordemos que el bebé cuando empieza a hablar o caminar, lo primero que dice es «mío«. Siempre quiere lo que otro niño tiene, y rechaza lo que no le gusta. Cuando no se le complace en sus caprichos, manifiesta su enojo con rabietas. Todo esto determina su egoísmo heredado, pues, trata de imponer sus deseos usando mecanismos de chantaje, como es el grito las rabietas y el llanto.
Y como conclusión, podemos afirmar, sin lugar a duda, que el carácter se moldea dentro de la convivencia familiar y que éste dependerá de la estabilidad de los padres y de los principios morales y espirituales que ellos les trasmitan a sus hijos, no solamente con palabras, sino con acciones y disciplina, para que de esta manera los puedan convertir en seres victoriosos cuando alcancen la madurez.
No podemos ignorar que las nuevas tendencias psicológicas liberales que han predominado desde el 1996 han socavado la autoridad de los padres, el abuso que algunos padres hicieron del castigo físico. Pero ahora han anulado toda disciplina correctiva, proclamando el derecho de los niños, por encima de la autoridad de los padres Esto ha creado una generación de jóvenes que tristemente toman el camino del mal, y ha forjado una generación de hogares disfuncionales que han originado la muerte espiritual de los hijos, debido a su mal ejemplos y a la no transmisión de los valores espirituales como son ordenados en las Sagradas Escrituras.
[1]-“El término disciplina no solamente hace alusión al castigo, sino a la forma ordenada de desenvolverse en el diario quehacer y se relaciona con los valores de la convivencia familiar y las demandas de una conducta apropiada dentro del hogar. Es el hecho de poner límites y establecer valores
[2]-“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos;y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
[3] -Fatuidad: Es la f de razón o de entendimiento.


