1. LA REUNIÓN QUE CAMBIÓ TODO
Don Julián, un anciano de 78 años, vivía solo en su pequeña casa en las afueras de la ciudad. Durante años, había dedicado su vida a criar a sus tres hijos: Mauricio, de 40 años, Clara, de 38, y Esteban, de 35. Había trabajado incansablemente como carpintero, enseñándoles valores como el esfuerzo, la honestidad y la unión familiar. Sin embargo, con el tiempo, los hijos se distanciaron. Un día, Clara organizó una reunión familiar, tras meses sin visitar a su padre. Cuando los tres llegaron a la casa, Don Julián los recibió con una mirada perdida y palabras que los desconcertaron.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó. Mauricio intentó reír para romper la tensión.
—Papá, somos tus hijos. Clara, Esteban y yo-. Don Julián los miró fijamente, como si fueran completos extraños.
—No recuerdo haber tenido hijos. Lo siento.-La atmósfera se llenó de incredulidad. Clara, visiblemente afectada, tomó a su padre del brazo.
—Papá, ¿qué estás diciendo? ¿Es una broma?- Pero Don Julián se mantuvo firme en su postura, asegurando que no recordaba a ninguno de ellos.
2. EL PESO DE UNA MEMORIA PERDIDA
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Clara y Esteban discutían si llevar a su padre al médico, convencidos de que estaba sufriendo algún tipo de demencia. Mauricio, sin embargo, sospechaba que algo no cuadraba. Mientras tanto, Don Julián se comportaba como si viviera entre extraños. No reconocía las fotografías familiares ni recordaba los momentos que solían unirlos.
—¿Por qué me hablan como si me conocieran? —preguntó un día, con voz cansada. Clara rompió en llanto. Para ella, la idea de que su padre los hubiera olvidado era insoportable. Esteban, quien rara vez visitaba a Don Julián, empezó a cuestionar cuánto tiempo había pasado desde que realmente se habían preocupado por él. Una tarde, Mauricio decidió quedarse a solas con su padre.
—Papá, si recuerdas algo, cualquier cosa, por favor dime. Esto nos está matando. Don Julián lo miró con ojos penetrantes y le respondió: —¿Y si nunca los olvido, pero ustedes me olvidaron primero?
3. LA VERDAD REVELADA
Esa frase resonó en la mente de Mauricio. ¿Qué intentaba decir su padre? ¿Era una indirecta? Decidió investigar más a fondo y encontró un viejo diario escondido en la habitación de Don Julián. Las páginas estaban llenas de recuerdos escritos con una caligrafía temblorosa. «Hoy Clara me prometió venir el próximo domingo, pero no llegó.» «Esteban no contesta mis llamadas. Espero que esté bien.» «Mauricio dijo que me llevaría a cenar, pero nunca apareció». Mauricio se dio cuenta de que la memoria de su padre no estaba fallando; su corazón estaba lleno de cicatrices que ellos mismos habían causado. Habían descuidado al hombre que sacrificó todo por ellos. Reunió a Clara y Esteban y les mostró el diario. Las lágrimas no tardaron en aparecer. Comprendieron que las palabras de Don Julián eran más que un simple juego: era una lección.
Esa misma noche, enfrentaron a su padre. Clara habló primero.—Papá, entendemos lo que hiciste. No te olvidaste de nosotros. Fuimos nosotros quienes te dejamos atrás. Don Julián los miró, esta vez con los ojos llenos de emoción. —Quería que sintieran lo que significa ser olvidado por quienes amas. Es un peso que ningún padre debería cargar.
4. UNA LECCIÓN QUE PERMANECIÓ
Después de esa noche, todo cambió. Los hijos de Don Julián empezaron a visitarlo regularmente, no por obligación, sino por amor. Recuperaron el tiempo perdido compartiendo historias, ayudándolo con las tareas del hogar y simplemente estando presentes. Don Julián, aunque dolido por los años de ausencia, decidió perdonarlos. Les dejó un mensaje que ninguno olvidaría: —La familia es como un árbol. Si no riegas sus raíces, las ramas se secan y mueren. Nunca dejen que la distancia mate nuestras raíces. Años después, cuando Don Julián falleció, dejó en su testamento una última lección escrita: “Gracias por haber regresado antes de que fuera demasiado tarde. No olviden que las relaciones, como la madera, necesitan cuidado constante para no romperse. Los amo más allá de cualquier olvido.”
CONCLUSIÓN
La lección de Don Julián fue una demostración de amor envuelta en una lección de vida. A veces, es necesario un acto impactante para hacer que otros reflexionen. Sus hijos aprendieron que el tiempo es el regalo más valioso que se puede dar, especialmente a quienes siempre han estado para nosotros.
(Respuesta)
Que gran lección de vida del padre para sus hijos. Merecido se lo tenían, lo bueno que aprendieron la lección. Los hijos son ingratos y se olvidan que tienen padres.
En su momento ellos también serán padres y llegarán a ser adultos, y con la vara que mides serás medido. El verdadero olvido no está en la mente sino en el corazón


