RETORNANDO A LOS VALORES TRADICIONALES

Mario E. Fumero

En la República de El Salvador, y bajo la presidencia de Nayib Bukele, muchas cosas están cambiando. No solo pacificó al país —que estaba bajo el control de las pandillas que gobernaban ciertos sectores—, sino que también se ha enfrentado a ellas pese a las críticas de los organismos de derechos humanos, que tienden más a proteger al delincuente que a la gente común. El presidente ha decidido sacar del baúl de los recuerdos los valores tradicionales que se habían perdido.

En una declaración tajante, Bukele respondió a la pregunta de un periodista que lo catalogaba de muy radical en cuanto a la disciplina implantada en los centros educativos. El comunicador le cuestionaba que no debía imponerse tantas exigencias a los estudiantes respecto a su forma de vestir y hablar. El presidente contestó: “Cuando seas grande, podrás dejarte el pelo como quieras, pero en la escuela y en los menores hay disciplina”. Con esa frase dejó claro que, mientras sean estudiantes, deben respetar normas básicas de presentación. Nada de tintes, cortes llamativos o estilos que rompan con el reglamento. Simplemente reclamó aplicar las mismas normas que él tuvo cuando era estudiante menor de 18 años.

La idea es sencilla: formar en los jóvenes un sentido de orden y respeto que, según el gobierno, comienza desde lo más básico, incluso en la apariencia.

En El Salvador, durante años, las pandillas usaron la apariencia —el cabello, la ropa, los tatuajes— como símbolos para reclutar a los jóvenes y marcar territorios. Por eso, las autoridades sostienen que esta medida también busca cortar con esa herencia violenta que convirtió al país en uno de los más peligrosos del mundo.

Claro que no todos estuvieron de acuerdo con estas medidas en las escuelas. En las redes sociales, muchos le recordaron a Bukele que él mismo suele usar gorra, chaquetas y un estilo relajado, y que exigir disciplina a los jóvenes mientras proyecta una imagen más informal resultaba contradictorio. Las reacciones se multiplicaron: unos padres apoyaron la decisión del gobierno porque la ven como un paso para recuperar el orden perdido en las aulas, mientras que otros la criticaron, al considerar que el cabello no define la conducta y que el verdadero problema está en las oportunidades y la educación.

Bukele defiende la medida como parte de su estrategia de seguridad integral. Sus opositores la ven como un exceso de control, pero una gran mayoría la respalda. Frente a esta realidad surgen varias preguntas: ¿hasta dónde debe llegar la disciplina? ¿Hasta qué punto las reglas ayudan a construir un mejor país? ¿Hasta dónde se debe limitar o regular la libertad de los menores?

Cabe reflexionar sobre las palabras del apóstol Pedro, cuando afirmó en 1 Pedro 2:16: “como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios”. Asimismo, el apóstol Pablo definió los límites de la libertad al proclamar en 1 Corintios 6:12: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”.

No puede haber sociedad sin reglas, ni puede haber educación formativa en los hijos si no existen normas claras que formen el carácter del menor según su edad y de acuerdo con los valores tradicionales tanto de la nación como de la fe. No podemos permitir que las nuevas filosofías liberales destruyan la autoridad de los padres y conviertan los centros educativos en lugares anárquicos dominados por la violencia, las drogas y el libertinaje.

Pensemos en cómo fuimos educados los que hoy somos mayores y rescatemos los valores cívicos y morales que han sido socavados por una sociedad que sustituyó la libertad responsable y regulada, por el desenfreno de un sistema que nos conduce a un anarquismo social, moral y espiritual.

marioeduardofumero@gmail.com

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