Mario E. Fumero

Hay dos pueblos que nacieron de la simiente de Abraham y que tienen promesa de bendición; sin embargo, también vivirían en conflicto permanente a lo largo de los tiempos, hasta la consumación de las profecías apocalípticas. Estos dos pueblos son Israel, llamado antes Jacob (Génesis 32:27), descendiente de Abraham por la línea de Isaac (Génesis 17:19), y los árabes, descendientes de Ismael, hijo de Agar con Abraham, quien también recibió la bendición de Dios y la promesa de ser guerrero, según Génesis 21:17-21.

De ambas descendencias se formaron doce tribus. Luego aparecen las tribus nómadas descendientes de Esaú, al cual se le llamó Edom, hermano de Jacob. Esto dio origen a los edomitas (Génesis 36:1-19).

De estos dos hermanos gemelos, Jacob y Esaú, se formaron dos pueblos que, a lo largo de todos los relatos bíblicos, permanecieron en constantes conflictos. De los descendientes de Esaú surgieron muchas tribus edomitas, y por la línea de Jacob —a quien se le llamó Israel— nacieron doce tribus, forjadas en el cautiverio de Egipto, a las cuales se les denominó hebreos.

En el Antiguo Testamento se menciona en varias ocasiones a los edomitas en su relación con Israel. En Génesis 36:9 se los menciona como descendientes de Esaú, y en Génesis 36:43 se habla de Magdiel e Iram como líderes de los edomitas. En 2 Samuel 8:14 y 1 Crónicas 18:13 se relata cómo fueron conquistados por David. En 1 Reyes 11:1 se menciona que algunas concubinas del rey Salomón eran de origen edomita. Finalmente, en 2 Crónicas 25:14 se narra cómo los edomitas fueron derrotados y asesinados por el rey Amasías, sobrino del rey David y primo de Joab y Absalón, quien reinaba en el sur de Judá.

Por su parte, los filisteos surgieron de uno de los hijos de Noé, llamado Cam, quien tuvo tres hijos: Cus, Canaán y Mizraim, los cuales habitaron la tierra a donde llegó Abraham al salir de Ur de los Caldeos. Se cree que de los descendientes de Mizraim se formó el pueblo palestino.

Veamos los orígenes de los filisteos: según Génesis 10:14, “los patruseos, los casluhitas y los caftoritas, de quienes descienden los filisteos”, procedían de la zona de Creta y del norte de África. El nombre filisteo proviene de la palabra hebrea pelishtim, que al traducirse al griego se convierte en palaistinei, de donde se deriva el nombre Palestina.

Existe un estrecho vínculo entre las civilizaciones que se formaron a partir de los descendientes de los hijos de Noé. No tenemos datos precisos sobre el origen de los caldeos, persas y demás tribus que habitaron esa región oriental, ni tampoco sobre la raza o cultura egipcia, pero es indudable que hay una estrecha relación entre todos estos pueblos descendientes de Sem, Cam y Jafet, diferenciándose específicamente en el surgimiento de la cultura judía y árabe, las cuales existirían posteriormente para consumar las profecías de los últimos tiempos. Ambos pueblos fueron bendecidos por el Dios de Abraham, según Génesis 17:20, donde afirma: “En cuanto a Ismael, también te he oído, y voy a bendecirlo; haré que tenga muchos hijos y que aumente su descendencia. Ismael será el padre de doce jefes importantes, y haré de él una nación muy grande.” De igual forma se confirma en Génesis 25:12-18.

Existen muchas coincidencias entre el judaísmo y el islamismo, aunque este último se ha radicalizado. El Corán, base fundamental del islamismo, no es sino una réplica adaptada a la visión de Mahoma del Antiguo Testamento judío. Estas dos religiones, junto con el cristianismo no católico, forman parte de las creencias denominadas monoteístas e iconoclastas.

Las tres grandes religiones —judaísmo, cristianismo e islamismo— esperan la venida de un Mesías, y aunque lo enfocan desde diversas perspectivas, todos los hechos proféticos, tanto los de Daniel como los de Apocalipsis, se entrelazan con estos dos pueblos. De manera que la lucha entre judíos, palestinos y árabes no es más que un cumplimiento profético que nos acerca a la consumación de las profecías de los últimos tiempos.

Continuará…

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