Un día llegué a mi casa completamente frustrado, sentí que no valía nada y una angustia me envolvía, me sentía inútil y me dispuse a conversar con mi papá. ¿Qué me había ocurrido, que me había puesto en esa condición tan deprimente? Ese día, sentí que ya no valía nada.
Lloré frente a mi padre y le conté que me acababan de despedirme del trabajo y estaba en crisis. Le conté todo.
Él me escuchó en silencio… Luego sacó un billete de 100 $ y me preguntó: —¿Lo quieres?
Lo miré, confundido.
—Claro que sí, papá… ¿Quién no lo querría?
Entonces arrugó el billete con fuerza. Me lo mostró y me dijo.
—¿Y ahora, ¿vale menos?
—Sigue siendo el mismo billete. Claro que lo quiero. – le conteste
Lo tiró al suelo y lo pisoteó, y después lo recogió sucio, arrugado, y volvió a mirarme y me dijo: —¿Todavía lo quieres?
—Sí, papá. Aunque esté sucio, vale lo mismo.
Entonces me dijo: —A veces la vida nos arruga, nos pisotea, nos ensucia.
Pero eso no cambia nuestro valor. Lo que eres, lo que vales, no depende de lo que hayas vivido. Nunca lo olvides.
Me quedé callado. Sentí cómo sus palabras me acomodaban el alma. Puso el billete en la mesa y me dijo:
—Guárdalo. Para que te acuerdes cuando te sientas mal, pero me debes uno nuevo… Así podré repetir esto con alguien más cuando lo necesite.
Me dio un beso en la frente y se fue a preparar la cena. Me quedé mirando el billete. Lo guardé en mi cartera, y supe que tenía razón…
Una derrota no me hace inútil, me da la oportunidad de renacer con más fuerza. Muchas veces creemos que los golpes de la vida nos restan valor. Que el dolor, el rechazo o el fracaso nos vuelven menos dignos. Pero no es así. Lo esencial de lo que somos permanece intacto, aunque estemos arrugados, heridos o cansados. Lo que vivimos no nos define. Pero sí puede fortalecernos.
RECUERDA ESTO
Incluso cuando el mundo te dé la espalda, cuando sientas que has fallado o que ya no tienes fuerzas… Sigues valiendo. Aunque estés roto por dentro, aunque te hayan pisoteado, aunque creas que nadie te ve, tu valor no disminuye.
No es tu fracaso. No es tu dolor. No es el mal día. Eres la historia que estás escribiendo después de todo eso. Eres el alma que sigue en pie, aunque tiemble. Guárdalo en tu corazón como ese billete: Aunque esté arrugado, su valor sigue intacto.
Y tú… también.


