Mario E. Fumero
En nuestro mundo los maleantes han encontrado diferentes formas de obtener dinero fácil. Algunos acuden a ocupar puestos claves en la política, desde donde pueden hacer pillerías. Al ocupar un puesto de “servidor público” pueden obtener, a través de la corrupción existentes dinero fácil por medio de soborno. Otros acuden a actos ilegales para enriquecerse de la noche a la mañana, haciendo en poco tiempo una suntuosa fortuna. En esta última realidad se encuentra la amenaza que actualmente nos lleva a el negocio más rentable de la delincuencia, como es la extorción y el secuestro.
Veamos los tres negocios ilegales más prolífero en nuestra sociedad:
Primero; El contrabando de drogas.
Segundo; El contrabando de arma.
Tercero y, por último; el negocio del secuestro y la extorsión. El secuestro se ha incrementado notablemente en popularidad en varios países de América Latina. ¿A qué se debe esta tendencia? Principalmente, a que representa una forma relativamente segura de obtener una ganancia económica considerable, con un riesgo operativo menor en comparación con delitos como el asalto o el robo. Cuando un delincuente comete un acto delictivo contra una entidad bancaria o un establecimiento comercial, se expone a situaciones de alto riesgo, tanto por la posibilidad de intervención inmediata de las fuerzas de seguridad como por lo limitado del botín que puede obtener en poco tiempo. En contraste, el secuestro —especialmente en su modalidad exprés o mediante extorsión prolongada— ofrece al criminal un mayor control sobre la situación y una expectativa de ganancia más alta, con menor exposición directa al peligro inmediato.
El secuestro es casi una carta en blanco para obtener un ingreso seguro, y abundante, con menos riesgos. Los especialistas de esta empresa ilegal saben a quién secuestrar. Estos maleantes han obtenido información de los recursos económicos de las familias, y han evaluado las posibilidades de riesgo que tal acción ofrece, máxime cuando en las redes sociales se describen sus recursos y sus movimientos.
En Honduras, la ineficiencia de los cuerpos de Seguridad del Estado hace factible este estilo de delincuencia, y existen muchos factores que ya sabemos, como es la corrupción en algunos elementos de las fuerzas del orden. Todo hace que el panorama del secuestro se convierta en la nueva moda de la delincuencia. ¿Y por qué ocurre más en San Pedro Sula? Porque la geografía y las muchas entradas y salida de la ciudad hacen más segura la huida, y es en donde existe más capital o gente rica.
Cada vez que los secuestradores obtienen un rescate, y logran evadir la justicia, los grupos delincuenciales organizados optan por esta nueva modalidad, debido a la deficiencia del sistema investigativo. En la medida en que se ceda a las pretensiones de los secuestradores, y los cuerpos de seguridad del estado no intervenga a fondo para desmantelar estos grupos, estaremos ante una escalada de los mismos, donde incluso los inexpertos delincuentes tratarán de imitar estos modelos de conducta. Apenas 2 de cada 10 secuestrados son detectados y rescatados a tiempo. ¿Qué hacer para remediar esta nueva modalidad ilegal del negocio del secuestro?
La acción de privar a una persona de su libertad para obtener un beneficio se remonta a épocas antiguas. Algunos eran secuestrados con el fin de hacerlos esclavos, para después venderlos. El hecho era conocido en la época de los egipcios, ya que en la legislación mosaica existía la figura del secuestro, así como la pena a los que practicaran el mismo. En Éxodo 21:16 aparece una referencia al secuestro; “Asimismo el que robare una persona y la vendiere, o si fuese hallado en sus manos, morirá”. ¿Qué es robar a una persona? Privarle de su libertad, de su familia, de su entorno. El hecho de venderlo, cosa común cuando existía la esclavitud, se asemeja al hecho de pedir un rescate por su libertad. En la ley mosaica, si una persona era tomada por alguien contra su voluntad y se le encontraba en su poder, la pena establecida era LA MUERTE. Dura sentencia, ¿verdad? Estoy seguro de que los defensores de los derechos humanos objetarían esta medida, pero en la época bíblica no había estas ONG.
Lo primero que debemos tener para frenar esta modalidad delincuencial del secuestro y la extorsión, es necesario prohibir la negociación de los familiares con los secuestradores, y hacer que la policía preventiva y la Dirección de Investigación actúen con una fuerza especial, capacitada para enfrentar estos delitos, pero se necesita un sistema de seguridad del Estado que esté depurado de personas corruptas. Después, y en el ámbito judicial, establecer penas severas para los que cometan tales acciones, como la cadena perpetua, a fin de que se intimiden. No apruebo la pena de muerte, porque en un sistema imperfecto judicialmente como el nuestro, sería un desastre, aunque creo que la misma es valedera si los juicios fuesen justos, y el derecho fuese” derecho”.
Debemos ahondar en investigar como los secuestradores obtienen la información que les permite saber hasta cuanto puede pagar una persona, y buscar los mecanismos tecnológicos para rastrear las llamadas telefónicas, muchas veces realizadas por celulares que funcionan sin nombre del comprador de la tarjeta “sim”, y de los cuales no se tienen control.
¿Quiénes son las personas en riesgo de secuestró? Aquellos que tienen “plata” y buenos carros, por lo cual hay que enseñarles a cuidarse, tomando las medidas pertinentes para prevenir esta plaga. Tener dinero, un buen automóvil, o ser empresario, te convierte en un fator de riesgo para la integridad física. Esto hace que muchos empresarios y sus familiares, se vayan del país para buscar lugares más seguros.
Debemos enfrentar unidos la lucha contra todas las formas de delito. Hay que condenar y señalar los negocios ilícitos que actualmente aparecen en nuestra sociedad, y establecer el derecho de que nadie debe ser privado de su libertad, a menos que sea una amenaza para la seguridad social. Debemos confiar en la justicia, pero esta debe funcionar como tal, porque como dice la Palabra de Dios “no en vano lleva la espada para castigar a aquellos que hacen lo malo” (Romanos 13:4).
Es triste, pero si el poder judicial no pone orden, llegaremos a un sistema anárquico, donde la gente tendrá que actuar por cuenta propia para proteger sus vidas y sus bienes, y esto nos llevaría a una situación semejante a una guerra civil.
El Señor tenga misericordia de nosotros y que no lleguemos a tales extremos.
[1] – Escrito en agosto del 2000.


