Por Enrique Crespo
En un área de Bogotá donde hay una alta concentración de “ollas” (centro de expendio y consumo de drogas), en medio de los zombis que pululan con escasa dentadura, mal olor, desnutridos. Ahí donde da la impresión de que el gobierno de Dios no llega, es ahí, en medio de dos (2) ollas, donde la luz de nuestro Señor brilla, y usa a siervos suyos para demostrar que Él sigue siendo el Soberano del universo y continúa llamando a salvación, a ser ciudadanos de su Reino, pues ¡ahí existe una iglesia!
Un humilde plantador inmigrante, desconocido, con escasos recursos y apoyo, formado en seminarios e iglesias de Venezuela, sale de su país huyendo de la crisis social y económica, llega a Colombia, es bien recibido, pero no se preocupa tan solo de su bienestar. Él es cristiano y sabe que debe ser sal y luz donde quiera que esté, ese es el motivo por el cual nuestro Señor nos ha dejado en este mundo, a él, a ti, a mí (Mateo 5:13-16, Juan 20:21, Mateo 28:18-20). En medio de persecuciones, huyendo, en grandes dificultades y peligros, los discípulos de Cristo desde el inicio siempre han hecho lo mismo (Hechos 8:4), multiplicarse, ser sal y luz.
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