Una las características más singulares de los cristianos primitivos fue la sencillez que existía entre ellos. Esta sencillez se desprendía del principio de que Dios no hacia acepción de persona, por lo que todos eran iguales, sin importar su posición económica, religiosa o social (Sntg 2:1-4). Actualmente encontramos iglesias para ricos, para pobres, para negro, para blancos etc, y discriminamos a las personas por su forma de vestir o por su forma de ser.
Este accionar de igualdad y sencillez se desprende del modelo de conducta del mismo Jesús, ya que en su accionar actuó como un hombre sencillo y humilde. En la Iglesia primitiva no había esa tendencia moderna de exaltación humana, ni esa vanagloria que actualmente dominan los círculos evangélicos, en donde la prepotencia se ha impuesto sobre el concepto de igualdad y sencillez. Cuando hablamos de sencillez nos referimos a todo un estilo de vida. Involucra la forma de vestir, vivir, trabajar, comer, servir, e incluso el adorar y predicar a Jesús. La Iglesia primitiva se caracterizaba por ser sencilla. Los discípulos eran sencillos, todos compartían, como un solo cuerpo:«Ellos perseveraban unánimes en el templo día tras día, y partiendo el pan casa por casa, participaban de la comida con alegría y con sencillez de corazón,»(Hechos 2:46). Analicemos la expresión «alegría y sencillez de corazón», ¿Qué significa sencillez de corazón? En la Biblia el corazón representa los sentimientos, es la parte que siente, anhela y expresa la vida emotiva: «Digo: «No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre.» Pero hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos. Me canso de contenerlo y no puedo.» (Jeremías 20:9).
En él se muestra la sensibilidad espiritual en las relaciones, tanto hacia adentro (vida espiritual), como hacia afuera (vida natural o afectiva). Cuando el pecado domina, el corazón se endurece, por lo que hay un divorcio entre el espíritu y la mente:«Teniendo el entendimiento entenebrecido, alejados de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, debido a la dureza de su corazón.» (Efesios 4:18)«No endurezcáis vuestros corazones como en la provocación, en el día de la prueba en el desierto, (Hebreos 3:8, ver 4:7).
QUE OCURRE CUANDO SE PIERDE LA SENCILLEZ
Cuando se pierde la sencillez, se pierde la sensibilidad. Dejamos de ser naturales, como Dios nos hizo. La sencillez está vinculada al corazón, porque emana de la sensibilidad que se expresa en la sinceridad de una vida normal, donde no hay fingimiento, ni adornos que oculten la transparencia del ser: «acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.» (Hebreos 10:22). Cuando en el corazón se concibe la soberbia, entonces aparece el orgullo, y éste carcome, como un cáncer, nuestra sencillez. La loca carrera del “tener” nos desposee de la sencillez del ser, y caemos en el torbellino del afán y la ansiedad, convirtiéndose nuestras vidas en una gran farsa, llena de vanidades y fantasía. Entonces aparece el espíritu de grandeza, y es ahí cuando el enemigo nos atrapa.
Cuando aceptamos a Jesús encontramos un cambio de vida, pero no de personalidad. La sencillez (que es naturalidad y humildad) debe permanecer, e incluso, debe de tomar fuerza y presencia. No nos hacemos superiores a los demás, sino que más bien conquistamos un don excelente; la salvación, la cual debemos compartir con otros. Pero la realidad presente en la iglesia nos muestra como muchos, tomando a Jesús como estandarte, han promovido la superioridad, jactancia, excelencia, vanagloria y soberbia humana, forjando una falsa teología de presunción y prosperidad que ha llevado al pueblo de Dios por el camino de la esperanza fatua, que forja una vida débil.
Nos convertimos como dijo Jeremías 5:28 “gordos y lustrosos” Pensamos más en la fama y el bienestar, que en la entrega y el sacrificio. ¿Y cómo puedo hacer tan dura afirmación? Basta ver la majestuosidad de muchos templos, con su música y adoración. Los conciertos, y la forma de vestir y vivir de muchos cristianos, que imitan comple-tamente los esquemas del mundo[1] evidencia estos hechos. Sus conciertos son replicas exactas de los show mundanos, con luces, humo, vestuario estrambótico y un largo etcétera, lo cual nos deja ver con tristeza que hay de todo, menos sencillez[2].
ERRORES EN MEDIR LA ESPIRITUALIDAD
La vanagloria y la ostentosidad son los parámetros con los cuales medimos la “bendición de Dios”. La tendencia humana a buscar, por medio del espectáculo, un impacto espiritual o evangelístico se ha convertido en una de las metodológicas más usada por la iglesia en nuestro tiempos. ¡Se imaginan ustedes el derroche de dinero que se emplea para ejecutar actos evangelísticos donde se invierten millones tan solo para atraer a los mismos evangélicos a un estadio, auditorio o salón de conferencia donde a veces se les manipula emocionalmente! Esto produce un mercantilismo en torno a los “dones y talentos” que es escalofriante, pues muchos grandes predicadores y cantantes cristianos se cotizan a altos precios.
La situación de degradación religiosa hace que muchos maestros en la Palabra planteen panoramas que hasta cierto punto son alarmantes. David Wilkerson afirma: “Mi corazón sigue sufriendo porque los que de todo corazón se están volviendo al señor representan sólo un pequeño y despreciado remanente. La mayoría de los cristianos –Incluso los pastores- están prestando oídos sordos al sonido de la trompeta, y están haciendo caso omiso del clamor del vigía. La ceguera espiritual de las masas que asiste a la iglesia crece de un modo intolerable para Dios, ya que ahora vemos cómo Él se está moviendo con rapidez y delante de todos para juzgar a su pueblo…apenas estamos viendo el comienzo de sus tremendo juicios contra la falta de honradez, las mentiras, los engaños y las distorsiones malignas de su evangelio”[3] y esto evidencia la crisis de fe que estamos viviendo, cosa que opaca nuestra humildad y sencillez.
Pero será mejor detallar, paso a paso la realidad de hoy, comparada con la de ayer (la iglesia nuevo testamentaria), y lo haremos a través de una analogía contradictoria entre ambas épocas, y que conste, no lo hago con un espíritu crítico, sino en plan de reflexión, porque deseo que la realidad de Jesús no muera en la iglesia del TERCER MILENIO.
¿CÓMO ERA LA IGLESIA PRIMITIVA?
Notamos que en la iglesia de nuestro tiempos ha habido una evolución idéntica a la que hubo después del Edicto de Tolerancia, (313 d.c.) cuando los cristianos, después de vivir 300 años en persecución, pasaron a ser parte del sistema romano, y lentamente fueron imitando las costumbres paganas de éstos, por lo que asociaron la autoridad, el poder y la superioridad espiritual, a la forma de vestir y aparentar externamente. Este fenómeno ha tomado dos directrices a través de la historia: Una va en dirección a tratar de diferenciarnos de los demás con hábitos y formas externas de ropa, para revelar con ello que somos religiosos, de ahí viene el refrán popular de que «el hábito no hace al monje». Lo mismo hacían los fariseos en la época de Jesús.
La otra es el vestir de forma ostentosa, y de acuerdo a los esquemas sociales e influencias dominantes (modas), sin pensar en la honestidad y el decoro, usando como argumento justificatorio el ser «hijo de un rey y por la tanto debo vestir como tal», o simplemente argumentar que debemos adaptarnos a los cambios de los tiempos, y aunque estoy de acuerdo de que el tiempo produce cambio, es bueno limitar esto a lo que podemos catalogar como «una forma normal de vestir», de acuerdo a la moral y a nuestra cultura. Este espíritu de vestir ostentosamente, buscando la presunción, para mostrar más «de lo que soy» por medio de la apariencia externa, ha matado la sencillez en la forma de presentarnos delante del mundo, y nos ha llevado a fabricar conceptos que atentan contra éste. Pero para ser fieles a la verdad, debemos ir a la Palabra a la hora de analizar cómo debe de ser un cristiano en relación a este elemento que llamamos «apariencia externa«.
Lo primero que debemos considerar es; ¿qué es presunción? El diccionario la describe como derivada de presumir, que indica “vanagloriarse, tener alto concepto de sí mismo[4]”. Tiene que ver con moda, pinturas, adornos atractivos, etc. Este no es un mal de nuestros tiempos, ya que siempre, en la historia de la humanidad, ha habido esta inclinación carnal. Era una característica de los pueblos paganos en la época de los judíos. Dios luchó arduamente para que su pueblo, Israel, mantuviese su peculiaridad que lo diferenciara de los pueblos vecinos, y mostraran por medio de ellos su gloria. Esta demanda de «ser diferentes a los demás pueblos,» les obligaba a desposeerse de muchas cosas catalogadas como «vanidades y presunciones«. El deseaba un pueblo dominado por su Palabra, y no por las influencias del medio. Un pueblo fiel, santo y sencillo. Fue por ello que Isaías le trasmite a Israel el sentir de Dios en cuanto a la realidad de su entorno, definiendo como debían ser sus hijas, las cuales, olvidando las demandas de su Dios, se habían dado a imitar a los pueblos vecinos, Veamos Isaías 3:16-24: «Asimismo dijo Jehová: «Por cuanto las hijas de Sión son altivas, andan con el cuello erguido, lanzan miradas seductoras, caminan zapateando y hacen resonar los adornos de sus pies, el Señor pelará con tiña la cabeza de las hijas de Sión; Jehová desnudará sus frentes. «En aquel día el Señor quitará los adornos de los tobillos, las diademas, las lunetas, los aretes, los brazaletes, los velos, los adornos de la cabeza, los adornos de los pies, las cintas, los frasquitos de perfume, los amuletos, los anillos, los joyeles de la nariz, las ropas festivas, los mantos, los pañuelos, los bolsos, los espejos, la ropa íntima, los turbantes y las mantillas. Y sucederá que habrá hediondez en lugar de los perfumes, soga en lugar de cinturón, rapadura en lugar de los arreglos del cabello. En lugar de ropa fina habrá ceñidor de silicio; porque en lugar de belleza habrá vergüenza.
Veamos las costumbres que Dios rechaza de sus hijas:
Cuellos erguidos= Sinónimo de soberbia, orgullo, altivez.
Miradas seductoras= Ojos provocativos, exaltados con maquillaje. En el original se refiere a «ojos desvergonzados» o pintados.
Raerá la cabeza = Se teñían el pelo y usaban peinados provocativos, por eso les raerá la cabeza.
Adornos en el cuerpo= Cintas en los tobillos, brazaletes, velos, joyas, amuletos, anillos etc. toda una serie de objetos para llamar atención de los hombres o vinculado con fetiches idolátricos.
Perfumes= Para provocar a los hombres, y excitarlos sexualmente.
Ropa fina = Con doble sentido, que era costosa, y a la vez transparentaban las carnes.
En estos pasajes hay mucho que analizar, pero alguno argumentará que pertenece al Antiguo Testamento, a la ley, y ahora estamos en la gracia. ¡Cuidado! No vaya ser que nos volvamos tan permisivos en la gracia, que caigamos en desgracia. Muchas iglesias, que afirman esto, sí toman del Antiguo Testamento otras cosas para afianzar su estilo de culto. Tenemos el caso de una congregación que tiene un culto de adoración basado en todo lo que es la enseñanza del Antiguo Testamento, y tomadas del “tabernáculo de David”. Allí hay danzas estilo judío, cánticos impregnados de salmos, con melodía hebrea, pero sus mujeres se visten, maquillan y actúan como las que describe Isaías. Quiere decir que, toman una parte del A.T. e ignoran otra, pero, sí una parte no tiene vigencia, ¿Cómo podemos defender la otra? La conducta física revela la vida moral, y muestra la sencillez. Cuando nos arreglamos físicamente ¿con qué fin lo hacemos? ¿El fin justifica los hechos? El vestir es una necesidad natural, originada como consecuencia del pecado (Génesis 3:7), pues la maldad está envuelta en el desear lo que está prohibido por ley moral. Debemos definir dos realidades en la apariencia externa:
PRIMERO:{Vestimos para cubrir nuestra vergüenza, y protegernos del frío, calor, polvo y los peligros del medio.
SEGUNDO:{Cuidamos el cuerpo porque es templo del Espíritu Santo, y debemos cumplir las normas de higiene ordenadas por Dios.
Debemos de hacer ambas cosas, sin caer en la ostentosidad, vanidad o vanagloria, porque esto mata la sencillez. ¿Cómo debemos vestir para mantener la sencillez, y evitar caer en la vanidad? Lo primero que debemos asumir es que para Dios lo externo no es importante, por más guapo, alto o hermoso que sea. Aunque uses muchos adornos, o vestidos costosos, el Señor no te juzga como lo hace la sociedad moderna:«Porque Jehová dijo a Samuel: -No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque Jehová no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.» (1 Samuel 16:7). Hoy día vestimos y nos arreglamos tratando de causar siempre una buena impresión, lo único que esa apariencia muchas veces traiciona la realidad, aparentando más de lo que somos, por lo que caemos en una presentación ostentosa, con la cual tratamos de sobresalir ante los demás, es por ello que Pablo afirma: «No nos recomendamos otra vez ante vosotros, sino que os damos ocasión de gloriaros por nosotros, con el fin de que tengáis respuesta frente a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón.» (2 Corintios 5:12).
El grave error del sistema actual es que juzgamos más la apariencia que la vida que se vive. Existe un concepto popular, “de que uno vale por lo que tiene,” y por lo que viste. De ahí proviene la vanidad de este siglo, envuelta de artificios, que hacen caer a miles de sinceros cristianos en una vida llena de fantasía y apariencia física presuntuosa. Pero ¿Cuál es la posición de los primitivos cristianos al respecto? Si partimos de las evidencias de los Hechos y las epístolas, veremos que ellos no tenían nada como suyo propio, que se despojaban de sus bienes, y vivían como pobres, siendo ricos. Pero comenzaremos a analizar esta realidad partiendo de las enseñanzas del Señor, que es nuestro modelo perfecto. Cuando nació Jesús no tuvo nada, tan sólo un pesebre prestado, calentado por los animales que le rodeaban, pues no había para ellos lugar en el mesón, y carecían de recursos para alquilar una casa. Durante su ministerio vivió sencillamente, no cargaba equipaje, ni buscaba los mejores puestos o lugares en su andar por los caminos de Jerusalén. Él enseñó a sus discípulos a no acumular bienes, sino a compartir (Lucas 3:11) y cuando dio instrucciones para enviarlos a predicar, les ordenó usar zapatos humildes, y no poseer muchas prendas de vestir (Marcos 6:7-9).
En este mandato notamos que su enseñanza era la sencillez, «no vestir dos túnicas», pero aun en sí mismo, Jesús era sencillo en su forma de ser y de vestir, pues dice la Biblia que su túnica era «sin costura» de una sola pieza (Juan 19:23). Algunos comentaristas, principalmente los predicadores de la prosperidad[5], afirman que la ropa que Jesús usaba era muy cara, pero en realidad hay dos hechos que revelan su sencillez:
1º- Era de una sola pieza,
2º- Y tejida de algodón.
Por lo general, las túnicas caras eran de varios elementos, y contenía seda. Para demostrar más la sencillez del Maestro, en las escrituras se describe su entrada a Jerusalén montado en un pollino prestado (Mateo 21:2), ¿Y por qué no usó un caballo brioso? Y para celebrar su última cena tuvo que pedir una casa prestada (Lucas 22:7-13), y al morir, fue enterrado en una tumba prestada, (Lucas 23:50-56) propiedad de José de Arimatea. ¿Queremos más evidencia de su sencillez?
Los cristianos primitivos no daban mucha importancia a la apariencia física, como punto de referencia para medir la espiritualidad o la posición de autoridad. Todos eran iguales, no había diferencia, y no existía imposiciones dogmáticas en cuanto a la forma de vestir, pero se era muy estricto en cuanto a la modestia y el decoro en la forma de ser. Es por ello que encontramos referencias claras al respecto en 1 Pedro 3:3-4:«Vuestro adorno no sea el exterior, con arreglos ostentosos del cabello y adornos de oro, ni en vestir ropa lujosa; sino que sea la persona interior del corazón, en lo incorruptible de un espíritu tierno y tranquilo. Esto es de gran valor delante de Dios«. Y aunque en este pasaje se hace alusión a la mujer, también puede relacionarse con el hombre, pues Pedro confiesa en la puerta de la Hermosa que «No tengo oro ni plata» (Hechos 3:6). Por otro lado Pablo le dice a su hijo Timoteo:«Asimismo, que las mujeres se atavíen con vestido decoroso, con modestia y prudencia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos; sino más bien con buenas obras, como conviene a mujeres que profesan reverencia a Dios» (1 Timoteo 2:9-10).
¿Por qué se enfatiza tanto en la forma de vestir de la mujer y no se incluye al hombre? Porque en la época de Cristo las más dadas a la vanidad externa en el vestir y ser eran las mujeres, ya que en ese tiempo la «feminidad masculina» no era costumbre general, aunque sí la practicaban los romanos, principalmente aquellos con tendencia homo-sexual o bisexuales. Hoy la propaganda ha hecho que el cuidado y la presunción física invaden también al sexo masculino, sin ser señal de homosexualidad. Los hombres, al igual que las mujeres, han buscado las modas, los estilos de cabellos, los salones de belleza, las manicuras y las cremas faciales para embellecer el cutis, incluso, algunos hasta se maquillan. El afeminamiento masculino es una técnica del marketing, para extender los cosméticos al mundo de los hombres. Antes íbamos a un barbero, ahora están desapareciendo, y surgen los salones de belleza «Unisex»[6]. Las peluqueras y peluqueros atienden a hombres y mujeres, ofreciendo opciones de estilos, tintes y maquillajes. ¿De dónde proviene este espíritu de apariencia? De la vanidad de la mente. De un mundo desposeído de sencillez, y presa de la moda, imitación y fantasía.
¿Puede afectar todo esto la sencillez de la Iglesia? He visto por canales de televisión programas cristianos con mujeres que tienen una apariencia tan escandalosa, que negaban con su físico, lo que proclamaban con su boca. Peinados ostentosos, pintura hasta más no poder, joyas y escotes provocativos, y proclamando la sencillez de Jesús, ¡Qué ironía! Sus vidas hacen tantos escándalos, que sus palabras llegan vacías al que les escucha, y muchos toman tales ejemplos para seguir llevando adelante un cristianismo fatuo, de falsa apariencia.
Lo terrible de la apariencia física es que en algunos marcos la forma de vestir se ha convertido en un dogma impositivo, como el de la sotana en la edad media. Recuerdo el aprieto que pasé una vez que fui a predicar a una iglesia pentecostal de New York. Con el apuro se me cayó la corbata en el automóvil, (era de esas que se cuelgan en la camisa con un gancho). Cuando llegó el momento de predicar, el pastor me miró, y dijo:
–«En lo que el hermano Mario se prepara, cantemos un corito».
Yo estaba listo, y no entendía que pasaba. Después de repetir lo mismo otra vez, le pregunté:
— «Hermano, estoy listo» y mirándome, me hizo una seña al cuello. Descubrí que la corbata se me había caído en el camino. Le hice ver que no la tenía. Luego él dijo a la congregación:
—«Hermanos, al predicador se le cayó la corbata, pero se lo vamos a perdonar, ¿están de acuerdo?» Y pasé a predicar, entonces dije:
—«Hermanos, lamento no traer la corbata, se me cayó en el camino, pero den gracias a Dios que yo estoy aquí para predicar, lo malo hubiera sido que la corbata hubiera venido, y yo me hubiera quedado».
¿De dónde sacamos la doctrina de la corbata y el traje? ¿De dónde sacó la iglesia católica la sotana y el cuello clerical, heredado después por los luteranos y por los demás evangélicos?[7] ¿Qué tratamos de decir con esto? ¿Qué somos ministros, religiosos, diferentes al resto del pueblo? En el principio Jesús y los discípulos se fundían con el pueblo, al grado tal que eran uno más en la multitud. El peligro de la apariencia radica en la importancia que ésta toma en muchos círculos mundanos, y como estos conceptos se introducen en la Iglesia. El hombre no vale por la ropa que viste, ni por los zapatos que calza, sino por la vida que vive delante de Dios.
Debemos plantearnos de nuevo una vida en sencillez, en donde el decoro y el ornamento modesto sea una característica de los hijos de Dios, desechando toda opulencia y soberbia que nos lleve a una vanidad física que está contra la vida del Espíritu[8]. Enseñemos la humildad en todo, para que podamos ser bienaventurados y portadores de la verdadera imagen de Jesús. Respetemos la forma de vestir de los pueblos, no impongamos costumbres, excepto cuando éstas atenten contra el decoro, la modestia y el pudor del ser.
Cuando comenzamos nuestro trabajo en Honduras con jóvenes provenientes del mundo de las drogas, todos venían con una pinta terrible en su forma de vestir. Pelo largo, pantalones tipo vaqueros, sin camisa y con tirantes, etc. Cuando iba a la iglesia con ellos a predicar, les miraban como seres extraños, solo porque no vestían elegantemente, como los demás. Ellos se sintieron rechazados en una Iglesia que debería recibirlos tal como son, pues la obra es del Señor. Tiempo después el Señor los cambió y algunos se adaptaron tanto al sistema que con el tiempo vestían saco y corbata, y rechazaban a los que no fuesen como ellos.
No debemos imponer costumbres, ni juzgar según la apariencia. Lo que hace a una ropa aceptable delante de los demás y de Dios es su limpieza, decoro y sencillez, lo contrario es “vanidad de vanidades”. Cuando nos vestimos lo hacemos no para sobresalir, sino para vivir de acuerdo al medio en donde estoy. Recordemos que vestimos para vivir y no vivimos para vestir. El ser no está en tener, sino en vivir conforme a los parámetros de la Palabra del Señor.
[1] – En el libro “ La Era del Engaño” de John Hagee (Editorial Betania 1997) se expone la forma imitativa de los grupos cristiano a los esquemas del mundo.
[2] – Recomiendo como forma de reforzar este punto de vista el libro “El Rock Cristiano” de David Wilkerson, publicado por MBR, 1998 en Ciudad de México.
[3] – “Tenemos Hambre de Cristo” Dadid Wilkerson, Editorial Vida, 1992, página 77-78.
[4] – Del diccionario enciclopédico “Océano Uno Color” 1996, página 1307
[5] – Uno de los maestros de afirmar tal disparate es John Avanzini, que apoyado en una interpretación distorsionada de Juan 19:23 declara que la ropa de Jesús era hecha por un diseñador de fama. Lo dijo en el programa “Believer´s Voice if Victory” TBN en Enero 20 del 1991.
[6] – UNISEX= Término usado de modas para referirse a salones de belleza donde se atienden o usan ropa o cosméticos compatibles para ambos sexos.
[7]- Las vestimentas clericales evolucionaron con la unión de la Iglesia al Imperio Romano. La sotana además de ser una ropa común en el medio oriente y en esa época, se instituyó partiendo de las vestimentas del sacerdote judío en la iglesia medieval. El origen del cuello clerical surge como una costumbre del vestuario común de todas las personas, los misioneros también lo usaban, pero debido a su pobreza, no podían cambiar sus ropas con las modas de esas épocas, y continuaron usando los mismos simplemente porque no tenían dinero para comprarse nuevas camisas y con un cuello clerical se disimulaba las camisas viejas que tenían. (The Open Church por Janez Rutz)
[8]– ¿Para qué vestimos la mejor ropa el domingo? Quizás algunos piensen que el vestir la mejor ropa el domingo es una costumbre santa que demuestra respeto a Dios. Mostrar respecto a Dios es bueno, pero esto no fue lo que originó esta costumbre, tampoco se ha hecho para impresionar a otros, pues la historia indica que esto se originó para impresionar al emperador y su aristocracia, que venían a visitar las reuniones de una iglesia que pasó a ser parte del sistema a partir del año 313 D.C. Constantino, el primer emperador romano en hacerse cristiano (aunque dudo de su genuina conversión, pues creo que fue mas una maniobra política) construyó catedrales, y en ellas se reunía la realeza con el pueblo común, por lo que se debía ir bien vestido. (Del Libro The Open Church por Janez Rutz, The Seed Soners)


