MARIO E. FUMERO
Artículos sobre una serie de instrucciones para llegar a un matrimonio feliz mediante un noviazgo cristiano.
INTRODUCCIÓN
En mi época de soltería (1960-1971) me dedique ardientemente a predicar y trabajar con la juventud en América Latina, Centro América y Sur América, celebrando seminarios para jóvenes en donde abordaba temas relacionados con el matrimonio y el noviazgo. En aquel entonces tenía clara la teoría que después debería convertir en realidad. Me case a los 29 años y cuando acabo mi soltería, encontré la mujer que Dios tenia para mi vida, Lisbeth Jensen Fumero. Han pasado 40 años desde el día que me case, y en nada han cambiado mis puntos de vista sobre lo que debe ser un noviazgo, un matrimonio y una familia, porque dichos principios han emanado de la Palabra de Dios.
Muchos de esos conceptos me sirvieron para lograr un matrimonio exitoso, idóneo y estable que son los que voy a compartir en esta serie de escritos. Dios me dio lo que necesitaba de acuerdo a mi forma de ser. Descubrí que los principios históricos que nacen de la Palabra funcionan perfectamente si somos fieles a lo ordenado por el Señor. Ahora, cuando hablo del noviazgo y el matrimonio, no lo hago basado en una teoría, sino por una experiencia propia, porque sé lo que es una relación sentimental. Esto lo he enseñado por años, y aunque he escrito más de 66 libros sobre diversos temas, nunca plasme en uno de ellos lo que ha sido las bases de los seminarios juveniles que realice en mi etapa de soltería. Es por ello que hoy me he decidido a recopilar estas enseñanzas para dejarla como herencia en una sociedad diluida de valores, y así dejar pautas para las generaciones del futuro.
En mi juventud tuve tres enamoradas, con las cuales llegue a ser novio, pero aplicando las reglas de mis enseñanzas, las dos primeras no encajaban dentro de la perspectiva de un noviazgo cristiano, y con un propósito ministerial. La primera era excelente como cristiana, pero no había química o afinidad, o sea atracción. Con la segunda, hubo química y atracción, pero no hubo identidad espiritual, principalmente sobre el ministerio y el llamamiento. A los 29 años pensé quedarme como San Pablo (aunque algunos afirman que fue casado, pues formó parte del sanedrín) pero el Señor me llevó a Chile con engaño, y fue allí que conocí a la que es mi esposa, una misionera noruega con la cual encontré las tres cosas necesarias para un matrimonio feliz; química, visión y convicción.
Entre las grandes decisiones que el ser humano puede tomar en la vida, la del matrimonio es la más trascendental. De ella no solo depende nuestra salvación, ministerio y felicidad, sino también el futuro de nuestros hijos, y la salud emocional de las personas involucradas en esta relación. Después de aceptar a Jesús como Señor y Salvador, que es la decisión más importante de la vida, el escoger una esposa/o es la segunda decisión más importante en nuestra existencia. Es por ello que debemos pensar en preparar a nuestros jóvenes cristianos en los valores del noviazgo dentro de los principios bíblicos y ético de la Palabra, para prevenir el fracaso, ya que vivimos en un mundo en donde dos de cada tres matrimonios terminan en fracaso.
Nuestra sociedad esta deshumanizado, el hedonista y mercantilizado domina sobre los valores, y los antivalores predominan por la influencia del humanismo secular. Esto nos obliga a un reenfoque firme y constante de los valores del noviazgo y del matrimonio cristiano. No es la relación promiscua de un amor libre, no es el juego sexual o el matrimonio por interés lo que cuenta, no es jugar al sexo y producir hijos, que después carecen de un hogar estable, ni el hacer una gran ceremonia en donde se derroche comida, bebida o protocolo, que veces parece más un espectáculo, que un compromiso profundo y sincero, sino que dicha ceremonia debe de ser, llana y sencillamente una unión conforme a la voluntad de Dios, sabiendo que una vez juntos, vivirán hasta que la muerte los separe, como dice la Palabra..
Es por ello que la parte más importante de una ceremonia religiosa es el periodo previo al matrimonio, lo que llamaremos el noviazgo. En este tiempo, pastores y líderes de discipulado deben supervisar, orientar y educar a la pareja de novios en lo que ante Dios representa la unión matrimonial, y la gran responsabilidad de formar una familia. Es por ello que debemos analizar algunos pormenores antes de ejecutar una unión, que de cometerse errores, las consecuencias futuras pueden dejar daños irreparables en los frutos de esa unión nazcan, como son los hijos.
El casarse no es un juego, ni una simple atracción, sino un pacto que debe perdurar, como se dice en la ceremonia, “que lo que Dios unió, no lo separe el hombre”. Es por ello que en las próximas entregas abordaremos más a fondo este tema, con el deseo de que nuestros lectores tomen conciencia de la responsabilidad tan grande que es el ejecutar una ceremonia religiosa en la unión de una pareja, y que como pastores, Dios nos pedirá cuenta de ello, porque el casar a una pareja no es un negocio, ni un juego, sino un mandato que envuelve responsabilidad de parte del ministro.
CONTINUARA



Ud dijo: «pero el Señor me llevó a Chile con engaño»
Estimado hermano, permitame decirle que Dios no engaña a nadie, el engañador es satanas, y nosotros como seres humanos somos los que aveces tendemos a engañar, pero Dios, no engaña a nadie.
Anónimo … mire el espíritu de lo que se dice. No pienso que Mario está diciendo que Dios le engañó, mas bien una forma jocosa de decir lo que nuestro buen Dios le tenía preparado.
Dios te aumente
te apoyo hmn raul …creo que el hmn mario lo dijo con el sentido que le tiene de decr que ya lo tenia preparado…….
¿Casada de repente y sin testigos?Un día, de repente, mi novio y yo decidimos casarnos. Al momento nos intercambiamos los votos de matrimonio sin boda civil ni religiosa. Estábamos solos con Dios, sin otro testigo. Ahora tengo dudas de si aquello fue válido. -anónimoRESPUESTAPara responder primero debo explicar lo que es un matrimonio sacramental. Entonces podrán comprender que lo que ustedes hicieron NO LO ES. Un matrimonio es una alianza entre un hombre y una mujer que contraen compromisos y deberes ante Dios, entre ellos, con la Iglesia y con la sociedad. El mismo Dios ha querido que el fin del matrimonio fuese un amor fecundo, abierto a formar una familia (la iglesia doméstica).