Por: Mario E. Fumero

La Biblia se nos ordena que “No mintáis los unos a los otros” (Colosenses 3:9), y condena la mentira  de forma radical, ya que la misma nos lleva al engaño y falsedad, y todo engaño acrecienta el pecado, y es la causa por la cual le perdemos la confianza a las personas o el sistema. Sin embargo, en nuestro mundo el mentir es tan natural, que se ha hecho de ello un arte, y para justificar  la mentira se ha elaborado algunas terminologías que debemos aclarar,  pues no hay justificativo que exima a la mentira de su acción pecaminosa o delictiva.

Lo primero que encontramos es la clasificación del término “mentiras piadosas”. Según algunos, al mentir para salvar una situación determinada, se está haciendo uso  de una mentira piadosa, porque con ella evadimos una situación conflictiva, o un posible castigo. El niño cuando comete un acto incorrecto y se le pregunta si fue él, para evadir el castigo,  afirma que no. Por ejemplo, rompió un vaso, la madre pregunta ¿quién lo rompió?, y el niño con cara de inocencia dice que él no sabe. Algunos toman estas mentiras y la pintan, diciendo que son mentiras blancas pero siempre seguirán siendo mentiras, aunque sea solo una herramienta para salir de un apuro.

Después tenemos las llamadas “mentiras evasivas”. Estas son aquellas en donde con una media verdad, encubrimos con una mentira ciertas realidades. En otras palabras, es la técnica de salir del apuro evadiendo con sutileza lo que debería de ser una respuesta correcta. Muchas veces estas mentiras evasivas nos llevan a la denominada actitud hipócrita. Un ejemplo de ello es cuando nos preguntan por una persona, y a pesar de que el concepto que tenemos de ella es negativo, para mantener la diplomacia, afirmamos; “es un buen cristiano” cuando en realidad sé que lo que digo no es cierto. El mundo de la diplomacia está envuelvo de este tipo de mentiras. Casualmente, para ser un buen diplomático, y quedar bien con todas las parte, la evasión y el doble discurso es necesario.

Además de las mentiras ya señaladas, tenemos la llamada “mentira política”. Según afirman expertos  en política internacional,  el arte de mentir está perfeccionado en los políticos modernos, y se cree que un 98% de ellos usan las mentiras para encubrir la verdad y llegar al poder. Es por ello que en el período electoral todos se vuelven amables,  sociables, accesibles y están dispuestos a cumplir  todo lo que pida la gente, o les ofrece aquello que la mayoría desea, sabiendo que no lo podrá cumplir cuando alcance el poder. Aunque es fácil distinguir la mentira de los políticos,  tristemente la gente se priva de la capacidad de discernir entre una verdad clara y una mentira evidente.

Y por último, tenemos la peor de todas las mentiras que es la “mentira religiosa”. Si la Biblia prohíbe el mentir, por supuesto que un cristiano debe hablar siempre con la verdad, y esta verdad debe ceñirse a lo ordenado por Nuestro Señor, pero tristemente muchos pastores, sacerdotes, profetas o apóstoles modernos usan la Biblia para hablar “palabras mentirosas”, por lo que son reos de doble juicio, porque la Biblia nos prohíbe hablar mentira y máxime usar la mentira contra la verdad revelada. Estos son aquellos que usan el evangelio para enriquecerse, y ofrecen promesas falsas y vendas mágicas a la gente, usando para ello el engaño con alevosía (Ezequiel 13:20).

Mientras no se hable con la verdad, viviremos en el error, la mentira y la corrupción. Mientras prevalezca la mentira, no podrá  haber justicia (Salmo 85:10). Es duro reconocerlo, pero cuando eres recto y dices la verdad, deberás sufrir las consecuencias negativas de un mundo forjado a base de mentiras, en donde a nadie le gusta decir o escuchar la verdad, porque esta verdad revela nuestra corrupción interna. Es por lo tanto imperioso entender que aunque pintes o decores como sea la mentira, sea grande o pequeña, siempre seguirá siendo mentira, y por lo tanto, nos llevará a la corrupción e injusticia. Dios tenga misericordia de nosotros