Mario  E. Fumero

Estamos ante una vorágines de pastores ambiciosos de poder, que en su afán de ser menos como representante del Rey de Reyes y Señor de Señores, se degradan entrando al campo de la política vernácula, con la efímera ilusión de detener la corrupción desde la plataforma del congreso. Son más de cuarenta los ministros, que dejando a un lado el llamamiento, ingresan a las filas de los cientos de aspirantes a diputados y alcaldes , que buscan un puesto en el futuro gobierno, y esto afecta la posición de credibilidad de la Iglesia evangélica, llamada a ser profeta y garante de la unidad nacional.

El Tribunal Supremo Electoral, sin considerar el artículo 77 de la Constitución, ha expresado su beneplácito para tan fragante violación, al permitir a los pastores ambiciosos a participar en política, rompiendo no solo las normas legales, sino la ética ministerial y la realidad del Estado Laico, porque un pastor, más que pastor, es un ministro del evangelio, y aunque renuncie a su iglesia, sigue siendo ministro. Es puro cuento el decir que «ya no es pastor», porque sigue predicando y ejerciendo los sacramentos. Además, figurar en las actas como líder o ministro de su iglesia, y así está registrada en la personería jurídica que tiene el Ministerio del Interior, además de recibir un salario.

Esta doctrina herética del dominianismo destruyó el cristianismo bajo el imperio romano (313 d.C), al convertirse la Iglesia Católica Romana en servidora de los reyes europeo, a lo largo de más de mil años de historia, sometiendo bajo la espada y el fuego a todos los que se oponían a sus dictámenes dominianista. Estos hechos evidencian el grave peligro del matrimonio entre el Estado y la Iglesia, sea cual sea la religión. Los ministros son llamado para proclamar un reino dentro de otro reino, y no dejare de denunciar esta corriente apostata, que va a dividir y desacreditar más la ya cuestionada realidad de las iglesias evangélicas, presa algunas de ellas de la ambición, prosperidad y  liviandad mundana.

Espero que los pastores honestos, que somos más, y que tenemos una teología pastoral, clara, ética y bíblica, hagamos un frente común para demandarle al Tribunal Constitucional su dictamen respecto a lo señalado por la Constitución, que es la ley primaria y básica de la nación.

Debemos, con coraje, enfrentemos a una Asociación de Pastores contaminada por el gusanito del dominicanismo y la prosperidad para reclamarle una posición correcta con la Palabra de Dios, conforme a los postulados de Jesucristo. Es necesario demandarle a la Confraternidad Evangelio de Honduras que anule ese artículo que establece la permisividad para que los pastores, previa renuncian un año antes, puedan aspirar a puestos políticos, porque dejar de ser pastor, no anula el llamamiento, ni el ministerio dado por Dios, el cual es irrevocable.

Es necesario ratificar oficialmente el principio de la apoliticidad de la iglesia, y la discreción de sus ministros en estos temas. Es necesario defender la libertad de cultos, y la existencia de un estado laico, no casado con ninguna religión o denominación. Es bueno poner un alto a todo este latrocinio que se quiere cometer, para alinear a Dios y su Iglesia bajo un color partidista, llevando la confusión y la división al pueblo de Dios.

Debemos mantener la neutralidad política, sin dejar de denunciar la corrupción y las leyes contraria a los valores de la fe cristiana. Para ser profeta y juez de la realidad nacional, se debe ser centrado y no inclinarnos por una corriente, sino por ideas y hombres rectos, sean del partido que sea. Hay que motivar a los miembros de nuestras iglesias a participar en política, a ejercer el voto inteligente y a denunciar lo inmoral e incorrecto. Los ministros del evangelio deben orientar, sin manifestar públicamente inclinaciones partidistas. Esta es la realidad que todos los predicadores del evangelio debemos proclamar. Amén.

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