Mario E. Fumero
La realidad económica nacional es caótica. Podemos afirma que el Estado está quebrado económicamente por muchos factores, el principal es la crisis internacional, el alto costo de los carburantes y la falta de productividad, acompañada de la evasión fiscal. Esto nos deja ver la insolvencia del gobierno para poder cumplir sus compromisos salariales, lo que junto al incremento de la deuda externa, hace fácil pronosticar tiempos de crisis y limitaciones generales en el próximo gobierno que sea electo.
Frente a estos hechos que nos dejan ver una grave crisis económica, me pregunto: ¿Cómo es posible que la gente le crea a los candidatos cuando les ofrecen un montón de cosas que según la realidad es imposible cumplir? ¿Seremos todos conscientes de la terrible situación que atraviesa la economía mundial y nacional?
En épocas electorales es fácil prometer lo que difícilmente no podemos cumplir, porque a la gente les encanta vivir de ilusiones. y sí se les dice la verdad, casi seguro que no votarían por el candidato, porque al fin y al cabo, a la gente le gusta la mentira. Cuanto más grande sea la mentira y más pobre sea la gente, mas seguidores tendrá. He escuchado anuncios en donde los candidatos ofrecen de todo, subvención del transporte, del combustible, de la energía, aumento del bono 10,000, miles de puestos de trabajo, casas para los más pobres y en fin, un tamagás de promesas que estimulan el deseo de votar por esos candidatos para obtener todas esas dadivas del Estado. Sin embargo, podemos afirmar que frente a este panorama actual se hace evidente que todas esas promesas son vanas, porque el futuro presidente que gobierne esta nación tendrá un periodo de vacas flacas, ya que la crisis actual tiende a agravarse en la medida en que el endeudamiento y la inflación se dispare, pasándole la factura a los gobiernos futuros.
¿Qué candidato se atrevería a decir la verdad? Ninguno, porque la lógica publicitaria establece que tal candidato seria descalificado para ganar las elecciones. Imagínense que un candidato a la presidencia dijera en un discurso: «Cuando sea presidente reduciré los feriados, trabajaremos más para producir más y salir del atraso. Los maestros deberán trabajar, sin derecho a privar a sus estudiantes de clases, porque el que tal cosa haga será despedido. Reduciremos los sueldo de los altos funcionario, y le subiremos los impuesto a los más ricos. Todos nos apretaremos el cinturón. Revisaremos los estatutos y buscaremos que todos seamos iguales, con los mismos derechos. No les prometo nada, porque el futuro dependerá de que el país prospere, y esto solo se logra con trabajo. Reduciremos la burocracia estatal. Despediremos a todos los paracaidista. Los puestos de trabajo serán dado por capacidad y honestidad, no por partidismo político. Todos los empleados de confianza serán evaluado igual que los policías, con prueba para detectar droga, y si fueran hallado positivo serian despedido y procesado, incluyendo a los diputados». ¿Cree usted que con este discurso este candidato ganaría las elecciones? Me temo que no, porque su discurso no es el que la gente desea escuchar.
Usemos el entendimiento. Analicemos hasta donde es posible que todas esas promesas políticas puedan ser realidad, y no nos dejemos engañar con falsas promesas que después producirán frustración. No importa quién gobierne, el marco sociológico mundial no podrá ser cambiado por arte de magia con un gobernante que tristemente no posee una varita mágica. La Biblia nos enseña que vale más no prometer, que prometer y no cumplir, porque en tal caso, quedamos como mentiroso.
No puedo pedirle a los políticos que digan la verdad respecto hacia el futuro, porque de seguro perderían votos, porque a la gente le gusta la mentira. Pero si puedo decirle a las personas inteligentes que al votar no se dejen llevar por las promesas fantásticas, sino que actúen con coherencias, analizando no la mejor oferta, sino el mejor hombre en su vida moral y social, porque sea quien sea el que gobierne, el futuro se vislumbra difícil y sombrío.
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