EL PELIGRO DE UN SISTEMA CORRUPTO
Mario E. Fumero
El problema de la delincuencia y la criminalidad no se puede resolver con medidas drásticas si el sistema policial y judicial está corrompido. Así que para poder establecer seguridad social, tenemos que comenzar a sanear las estructuras mismas de la policía y la justicia, así como los abogados que administrar tanto la parte fiscal, como la parte defensiva.
En el artículo anterior expuse las medidas drásticas que podríamos adoptar para reducir la delincuencia, y mencione la pena de muerte como fórmula que puede persuadir a los criminales a no cometer actos cruentos como es el asesinato, violaciones o contrabando de drogas, añadiendo también el terrorismo. Sin embargo, aplicar estas medidas dentro de un sistema judicial corrupto seria dar lugar a cometer acciones que matarían a muchos inocentes para dejar libre a los verdaderos culpables. No podremos sanear la sociedad del crimen y la delincuencia si primero no saneamos los sistemas de seguridad del Estado y no logramos obtener una justicia honesta e invendible.
Es necesario demandar un cuerpo policial e investigativo incorruptible y técnico, aunque en cierto sentido es imposible esperar un resultado 100% positivo, porque siempre existirán corruptos, pero al menos, reducir al mínimo esta posibilidad. Por otro lado, debemos buscar la forma de que los jueces y magistrados actúen apegado a derecho, y elegirlos no por padrinaje político, sino por capacidad integrada moral e intelectual. Para fortalecer el sistema y prever posibles errores y tráfico de influencias, debemos implementar un jurado complementario al juez, para que la sentencia sea basada en un criterio amplio, a fin de evitar en ciertos casos graves, errores de procedimientos.
Una vez saneada las fuentes que rigen la seguridad, debemos emprender un procedimiento de criterios y oportunidades, pero establecer parámetros de tolerancia limitada. ¿Qué es eso de parámetros de tolerancia limitada? Que en los primeros delitos, cuando son leves, debemos aplicar restitución y supervisión, con una advertencia que la segunda vez que cometa el mismo, las sanciones serán más severas. Cuando un reincidente cometa la misma falta tres veces, las medidas a aplicar deberán ser más drásticas y verlo ya como delitos graves, como es los secuestros, asesinato, violaciones con daño físico y atraco, entonces cabria la posibilidad de aplicar la cadena perpetua o la pena de muerte.
Debemos definir la diferencia entre el robo y el atraco. El primero (robo) es actuar robando sin que nadie esté presente, o sin causar daño a tercero, sin embargo, el atraco es un robo con violencia, y en tal caso el delito se convierte en un acto grave. De igual forma, debemos diferenciar el crimen en defensa propia o por circunstancias que no envolvían premeditación, de aquellas acciones violentas que se ejecutan con alevosía. De igual forma debemos diferenciar entre el drogadicto, que es un enfermo y consume droga como efecto de una dependencia, y del contrabandista o vendedor, que no la consume, sino que hace negocio con la venta de la misma. En este caso debemos remitir al adicto a programas de desintoxicación, y al vendedor o narcotraficante a cárceles de máxima seguridad y si fuera reincidente, aplicarle la pena de muerte.
Uno de los factores determinante para que la sociedad tenga temor de delinquir radica en el hecho de que se aplique las leyes a todos por igual. Tanto al delincuente común, como al de cuello blanco. La corrupción que se genera en el Estado es el factor más determinante de la delincuencia en la población. Si los políticos, autoridades y sistema judicial están corrompido ¿no se crean las bases para que dicha corrupción se extienda a todas las esfera de la sociedad? Ser tolerante con actos de pequeña corrupción es abrirle la puerta a acciones más graves. La Biblia dice en Gálatas 5:9 que “un poco de levadura leuda toda la masa”, esto es, una vez que se cede a un poco, de corrupción, como un cáncer, carcomerá todo el sistema del estado, y por ende, crea las condiciones para la proliferación de la delincuencia, porque los corruptos también son delincuentes, y al no haber temor, entonces la impunidad se vuelve cultura.

