Que tristeza provoca ver que en nuestro país, cierto grupo pretende calificar de «Golpistas» a otro grupo de personas, ignorando que, analizándolo en términos generales y en resumidas cuentas, todos los hondureños (as), sin distinción de raza, credo, posición política, status social, etc.; nos hemos convertido en “Golpistas” de primer orden.
Es “Golpista” todo hondureño(a) que golpea el corazón de Dios cuando en su interior sus ojos espirituales se ciegan para no reconocer que tenemos el ineludible deber y el grandioso privilegio de acercarnos cada día a un Ser Superior, envueltos en una genuina y sincera relación personal con Él y arropados en Su inmensa Gracia y Misericordia divina. Es “Golpista” toda persona que golpea su propia dignidad y su conducta de vida cuando en lugar de encaminar todos sus actos en un espíritu de rectitud y honestidad, desarrolla una vida que transita por el peligroso y espinoso camino de la mentira, la falsedad y la falta de transparencia.
Es “Golpista” todo gobierno que no ha hecho su mejor esfuerzo y sacrificio por sacar de la pobreza y la indigencia a las inmensas mayorías de hondureños, con la finalidad de ofrecerles mejores oportunidades de superación y de bienestar personal y familiar.
Es “Golpista” el político que de manera intencionada, ha frustrado las esperanzas de un pueblo que, en medio de su sencillez e ignorancia, pensó y confió en que las promesas de un alcalde, ministro o diputado, eran ciertas y que su futuro y el de los suyos podrían dar un giro positivo, al apoyar las aspiraciones mezquinas de un aspirante a un cargo de elección popular.
Es “Golpista” el empresario que injustamente y sin remordimiento de conciencia, no se conforma con ganar lo justo y golpea las economías del pueblo que carece de las condiciones mínimas o básicas, no para vivir, sino para sobrevivir.
Son “Golpistas” los padres de familia que golpean y abandonan los sagrados votos del matrimonio, dejando a un lado sus responsabilidades familiares, ofreciendo un mal ejemplo y marcando negativamente el futuro de sus valiosos e inocentes hijos.
Es “Golpista” el estudiante que no tiene espíritu de superación, el que no ofrece su mayor esfuerzo, el que no se sacrifica por ser de los mejores y el que no aprovecha bien su tiempo.
El estudiante que espera que todo le caiga del cielo y sea fácil, el que no honra el
esfuerzo de sus padres y de sus mentores, el que no entiende ni valora el privilegio de una educación que lamentablemente otros no disfrutan, el que no se da cuenta que, a través de la formación académica, se puede convertir en un agente de cambio para esta nación.
Es “Golpista” el periodista que no realiza su trabajo con honestidad y lealtad porque golpea los principios elementales de su noble y digna profesión. El periodista que por intereses personales no tiene el valor de decir la verdad. El que, amparándose en que tiene una pluma, una cámara ó un micrófono en la mano, se considera con el derecho de golpear la dignidad y el honor de las demás personas, levanta falsos o emite críticas, sin asegurarse de tener las pruebas indubitables.
Es “Golpista” el periodista que no le otorga el derecho a quien lo tiene y que no realiza su llamado de una manera veraz y genuina, porque golpea a las personas y el honor de su profesión.
Es “Golpista” el ministro de Dios, su servidor es uno de ellos, que no cumple con el
llamado supremo de hacer su mejor esfuerzo por ayudar a las personas que necesitan del apoyo moral, emocional y espiritual. Es “Golpista” el pastor evangélico que se vuelve indiferente hacia los más desposeídos de su grey. Es “Golpista” el sacerdote de Dios que se mueve en un espíritu de frialdad ante el dolor y el sufrimiento de aquellos que, lamentablemente, son los que menos recursos tienen. Es “Golpista” el ministro de Dios que tiene poco interés hacia personas cuyo estilo y nivel de vida, ha sido marcado por su propia responsabilidad, por las pocas oportunidades, por las injusticias de la vida o por la mala distribución de los recursos en este país.
Es “Golpista” el ministro de Dios, que abandona el bien común y su tarea de servir por desvivirse en lograr sus intereses personales, afanándose por amasar bienes y vivir con exageradas comodidades materiales sin importarle las condiciones extremas de pobreza y necesidad de aquellos que Dios ha puesto bajo su cuidado.
Es “Golpista” el trabajador que no realiza su labor con honor y golpea los más inherentes principios del trabajo al no caminar hacia la faena diaria con la alegría de servir; con el entusiasmo de saber que su trabajo es importante para el desarrollo de nuestra nación, para el cumplimiento de metas y propósitos de la empresa o la institución para la cual labora y para la satisfacción y bienestar de las demás personas.
Es “Golpista” el delincuente que en su falta de sensibilidad y de inmoralidad, golpea la vida y el futuro de las personas, en muchos casos inocentes. Es “Golpista” el delincuente que golpea el corazón de familias y provoca un dolor social debido al enorme daño de sus actos o acciones, generadas por su mala conducta. El delincuente que no respeta los bienes ajenos, que no aprecia la dignidad de la vida, que no se somete a las leyes y normas, que no honra el bien vivir.
Es “Golpista” el corrupto, no importa si el que práctica la corrupción es padre de familia, burócrata, político, comerciante, deportista, ministro cristiano, militar, jornalero, estudiante, periodista, etc.
Por último, y con la sana intención de exponer el engaño, y el orgullo de muchos hondureños que al no verse reflejado en esta minúscula lista, pretendan considerar que no son golpistas.
Es “Golpista” todo hondureño(a) que envolviéndose en los tentáculos de la corrupción, ensucia su corazón y pierde la oportunidad de convertirse en una persona digna y honorable. El que por amor al tener más, no se detiene y realiza acciones reñidas con la honestidad y la rectitud. El que por amor al dinero es capaz de mentir, falsear y hacer algo que es contrario a la sana costumbre y al sano comportamiento como ciudadano.
También es “Golpista” el “catracho” que en aras de no esforzarse, se arrincona y se sumerge en el conformismo, es golpista el que solamente se atribuye la fácil tarea de juzgar, es golpista el que no hace absolutamente nada por mejorar las condiciones de vida sean estas propias ó ajenas, es golpista todo aquél que con su indiferencia golpea y aborta las oportunidades de cambio y transformación, el que golpea y destruye los espacios que pueden servir para generar nuevas ideas; el que golpea y daña las estrategias que traen una verdadera metamorfosis en esta sociedad que cada día se maltrata, deteriora y destruye inmisericordemente.
Es “Golpista”, aquél que cada mañana que el sol sale para brillar y bendecirle, se encarga de matar y enterrar las esperanzas que pueden conducirle a una vida más digna, en condiciones más humanas, como familia y como individuo.
Para no ser «Golpistas» asegurémonos de no golpear nuestra propia dignidad y decencia, de vivir apegados a los principios y valores cristianos, de respetar el derecho y la voluntad de nuestros semejantes, de no hacer aquellas cosas que pueden ofender ó dañar a nuestros semejantes y de dar el máximo de nuestras potencialidades y capacidades a nuestra nación.
Manuel Rico Flamenco.
Puerto Cortés, Honduras.


