Dr. César Vidal

THOMAS CHISOLM

La salud de Thomas Chisolm era realmente mala. A decir verdad, durante no pocos períodos de su vida se vio obligado a permanecer en la cama sin poder realizar ningún tipo de trabajo. No era la suya queja vana ni haraganería. Era, simplemente, que el cuerpo no le daba más de si y se desplomaba viéndose obligado a permanecer casi inmóvil durante períodos de tiempo nada breves.

Cuando su organismo parecía reponerse, Thomas saltaba de la cama y se ponía a buscar trabajos – todos los posibles – que le permitieran no sólo mantenerse sino ahorrar para cuando llegara la siguiente época de enfermedad.

A los 27 años, se encontró con Jesús en la Biblia. Comprendió que era pecador (Romanos 3: 23), que no podía comprar o pagar la salvación con sus propios méritos (Romanos 3: 20), pero que Cristo había muerto en su lugar en la cruz y que podía recibir mediante la fe esa salvación (Romanos 3: 24-5). Fue también en las páginas de las Escrituras donde descubrió que Dios era fiel y que podía contar con Él en los momentos buenos y en los malos, en los de salud y en los de enfermedad, en los de abundancia y en los de escasez. Uno de sus textos preferidos era el de Lamentaciones 3: 22-23 donde se afirma: “Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque sus misericordias nunca faltaron. Cada mañana son nuevas. Grande es tu fidelidad”. A pesar de su precaria situación, Thomas no dudó en realizar viajes por todo el mundo para compartir con otras personas un mensaje magistralmente resumido por el Evangelio de Juan en afirmaciones como la que dice que “De tal manera amó Dios al mundo que envió a Su Hijo para que todo el que crea en él no se pierda sino que tenga vida eterna” (Juan 3: 16).

Su salud no era buena, pero, tras conocer a Jesús, su vida era nueva. Fue así como se encontró con William Runyan, un músico desconocido, al que comenzó a dejar leer algunos de sus poemas. Runyan quedó especialmente conmovido por uno que se titulaba Grande es tu fidelidad, una clara referencia al pasaje de Lamentaciones, y decidió por su cuenta ponerle música. Se publicó así en 1923, pero pasó prácticamente desapercibido.

Unos años después, un profesor del Instituto bíblico Moody lo escuchó y se aficionó tanto a él que acabó consiguiendo que se convirtiera en una especie de himno oficioso de la prestigiosa institución académica. Sin embargo, hasta 1945, no se convirtió en una melodía popular gracias a la voz de George Beverly Shea. Thomas Chisolm vivió para ver la popularidad de su poema convertido en canción que se entonaría en centenares de miles de iglesias evangélicas de todo el mundo. No sólo eso. A pesar de su mala salud, llegó a la edad de noventa y cuatro años. A lo largo de su dilatada existencia, escribió más de mil doscientos poemas e himnos cristianos demostrando que Dios es fiel con quien se acoge a Él. Supongo que habrá muchos de los que llegan a este muro que nunca habrán escuchado esta canción. He incluido la versión original del himno en inglés y otra en español. Deseo que las disfruten.