Publicado por César Vidal Manzanares
El profeta Jeremías ha descrito en el capítulo 8 del libro que lleva su nombre una sociedad cuyas características llaman poderosamente la atención. Los políticos eran gente corrupta que no entraba a fondo en los problemas de la gente y, por el contrario, insistían en que todo iba bien y seguramente aún sería mejor en el futuro.
Los profetas – que, en teoría, debían proporcionar una visión crítica de la realidad – se encontraban a sueldo de los poderes y no tenían el menor rebozo en ajustar su mensaje a los deseos de los que los pagaban. El clero creaba una falsa sensación de seguridad remitiendo a la gente al templo como si en el sagrado recinto – tan contaminado por la soberbia como por la codicia – existiera un refugio seguro. Finalmente, el monarca era una figura apagada, sujeta a todo tipo de pasiones y sin la menor voluntad de sanar los males nacionales.
Todos ellos unían en realidad sus voces gritando ¡Shalom! ¡ Shalom!, es decir, paz, paz. Sin embargo, Jeremías era claro en su anuncio. De los políticos a los sacerdotes, de los profetas a la corte, nadie curaba las heridas y las llagas del pueblo sino que gritaban ¡paz, paz! cuando no sólo no había paz sino que todo parecía indicar que el desenlace resultaría trágico. Hasta cierto punto puedo entender a los que prefieren seguir las consignas medularmente falsas de dirigentes religiosos, sindicales o políticos que sólo pintan la realidad con hermosos – y falsos – colores o que se dedican a esparcir palabras melifluas, pero que no entran en el fondo del asunto. Se trata, sin duda, de conductas más atractivas que escuchar a quien advierte de lo que se avecina. Y, sin embargo, no cabe engañarse. Ese comportamiento ni es verídico ni puede curar los males de una sociedad. Indica incluso una notable desvergüenza y un no pequeño descaro. Como dice el profeta en el versículo 12: “en nada se avergüenzan y ni siquiera saben ruborizarse” y, por lo tanto, tal y como indica el versículo 15, acabarán diciendo: “¡Esperábamos la paz, pero no vino ningún bien; tiempo de curación, pero hubo desmayo!”. Hay quien discute la utilidad de leer la Biblia, pero lo cierto es que, personalmente, cuando medito en ella a diario no puedo librarme de la sensación, en ocasiones casi tangible, de que veo reflejada en sus páginas la realidad cotidiana.


quizás ahora mas que nunca se refleja en la biblia la realidad diaria , por eso hay multitudes religiosas que no saben ya como escapar de la palabra , porque cada dia que pasa es mas evidente que no hay mas camino que el Cristo bíblico, ni mejor ni peor , es que no hay camino sin EL; Todo se derrumba ante los ojos de los que se burlaron y se hicieron un nombre negando la palabra en un grado u otro o traficando con ella ,están viendo cumplirse la palabra de Dios, les guste o no les guste , hay iglesias enteras que suprimen el estudio bíblico para huir de lo evidente , es obvio que hacen todo lo posible por no creer las palabras de Cristo .El tiempo es para abrazarse fuerte a las columnas y /o cimiento de la doctrina y no dudar , esforzarse buscando lo fundamental y defenderlo » el que sea santo santifíquese más todavía» esto nos dará mas luz a cada paso .