Paty Amaya
Al mirar las fotos de las misiones de hace mucho, muchos años se dibuja una sonrisa en mis rostro pero al mismo tiempo siento la envidia entrar a mi corazón. Pienso en que momentos más bellos fueron esos. Crecí escuchando las historias del Fifi, las fogatas en las palmas, de como Dios le dio a Hector A. Maradiaga la carga, la paciencia y en amor para discipular a un joven sin saber que estaria cambiando no solo la vida de mi papa sino de toda nuestra familia.
Estos jóvenes no sabían que este cambio no solo estaba cambiando a sus amigos sino también las generaciones venideras.
Recuerdo la historia de joven con no muy elegante pero si bien cuidado afro que antes de leerse la Biblia se la fumo por completo. De una generación que quería dejar TODO por seguir a Dios, que en sus tiempos libres se dedicaban a alfabetizar, a construir y después de haber dado el ejemplo empezaban a evangelizar.
Me pregunto si mi generación le podrá contar a sus hijos historias que se parezcan a esas historias que yo escuche. Si les podre decir como un día Dios dio una palabra y una promesa y 15 años después se hizo realidad. Si le podre decir como alguien que yo conozco le dijo a Dios “HEME AQUÍ ENVIAME A MI” y años después Dios cumplió.
Miro a mí alrededor y me doy cuenta de cómo han cambiado las cosas, tenemos mayores recursos y mejor oportunidades. A nuestra edad estamos mejor preparados pero en lugar de estar cambiando al mundo el mundo nos ha cambiado. Perdimos la pasión por las almas, perdimos la disposición al sacrificio.
Queremos ver como el mar se abre en dos delante de nuestros ojos pero no queremos salir de la comodidad de Egipto. Queremos que Dios hable a nuestros corazones pero no queremos que nos lleve al desierto. Queremos dar buenos frutos pero no queremos ser podados.
Somos buenos para recordar las ofertas del evangelio pero tendemos a olvidar las demandas. Si nos sentáramos e hiciéramos memoria de las promesas que hemos hechos y las apuntáramos en un cuaderno nos daríamos cuenta que tenemos mucho trabajo delante de nosotros.
Necesitamos entender que las emociones pasan, en ocasiones Dios guarda silencio y no nos responde, pero no entendemos que muchas veces la respuesta está en el mismo lugar donde está la Cruz…Si alguien quiere venir en pos de mi tome su cruz cada día y sígame.
Hoy me siento con una gran carga por mi generación, nosotros tenemos el potencial, tenemos la cobertura, tenemos la capacidad pero hemos perdido esa pasión por cambiar el mundo persona a persona. ¿Qué podemos hacer?, ¿Cómo podemos recordad?, ¿Por dónde empezamos a trabajar?
Yo misma no tengo las respuestas, solo pido que Dios traiga a memoria cada una de esas promesas, y ponga en nuestros corazones el querer como el hacer.

