Mario  E.  Fumero

Cuando hablamos de división, no estoy hablando de matemática, aunque tiene mucho que ver con las reglas fundamentales de la misma, sino del secreto tremendo que el uso de la división conlleva, cuando la misma se establece en la sociedad, haciendo que predomine el mal y las fuerzas negativas que tratan de destruir la familia, la sociedad, y las iglesias.

Cuando Maquiavelo escribió sus técnicas políticas, estableció un principio muy bien enfatizado por los seguidores del marxismo, está consignas consistía en «divides y triunfaras». El secreto de la división es el debilitamiento de la sociedad, la democracia y la familia. Bien dice el dicho callejero: «un pueblo unido jamás será vencido» porque la unidad es contraria a la división. Es ahí en donde algunas dictaduras y gobiernos autoritarios se apoyan, para permanecer en el poder. En la lucha contra las tiranías dentro de un esquema democrático, el mejor aliado del tirano es apoyarse en la división, porque cuanto más partidos hayan y más contradicciones existan, más fuerte se puede hacer, usando el poder como punto de partida.

En cuanto a la problemática de la violencia en Honduras, uno de los factores detonantes de la misma es la división histórica que el país ha sufrido en los últimos diez años. Es una división que comienza en la columna vertebral de la sociedad, que es la familia, por lo cual, cuanto más madres soltera existen, cuanto más emigrantes dejan a sus esposas e hijos y cuanto más divorcios aparecen, más débil se vuelve la familia ,y por ende, mas caldo de cultivo tenemos para la delincuencia.

Por otro lado, cuando los políticos se distancian, y la corrupción les invade, y las muchas corrientes ideológicas políticas se polarizan, por ambiciones personales, el Estado se debilita. Dentro del sistema electoral hondureño, y en los últimos doce años, no ha habido un Presidente que cuenten con el 51% del apoyo popular en las urnas, y actualmente, son muchos los que desean llegar al poder. La pregunta clave es: ¿por qué no puede existir una oposición en con fuerza ideológica apoye al gobierno de turno en aquellas acciones que son para el bien común?

Respecto a las Iglesias tristemente ocurre los mismos. La falta de principios sólidos, acompañada del egoísmo humano y la ambición de sus líderes, han hecho que muchas iglesias pierdan la visión, y en vez de buscar al perdido y necesitado, van detrás de la prosperidad y el dinero, dándole la espalda al pobre y forjando un cristianismo empresarial. No estoy hablando del ecumenismo, porque esta unidad es solo de estrategia humana y no de principios, semejante a  la de los organismo internacionales, que se reúnen para plantear soluciones, pero todo sigue igual o peor.

Hace dos mil años, y antes que Maquiavelo escribiera su tratado político para conquistar el poder, el Maestro De Galilea, Jesús, expuso lo sutil y peligroso que es la división, revelando el secreto que encierra la misma cuando exclamo: «Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. Mateo 12:25.

Él estableció el hecho de que la división encierra en sí el secreto de la desolación, destrucción y anarquismo. De manera que cuando la división aparece, la destrucción estás cerca, no importa en qué ámbito ocurra, social, política, familiar, eclesial, o económica. Cuando nos dividimos, nos desmoronamos, y la soberbia y la terquedad nos lleva a la destrucción, y por ende, al anarquismo social. No cabe duda que la mayoría de las causas que originan la división no proceden de principios, sino de ambiciones, deseo de poder, y afanes de este siglo, por lo cual somos arrastrando al caos, fabricando ideologías falsas que destruyen el amor y siembran el sutil el odio entre hermanos.

Cuanto más se fracciona una nación, más problemas tendremos. Cuanto más se desintegran la familia, más delincuencia existirá. Cuanto más partidos políticos hayan, más luchas internas aparecerá, porque tristemente el móvil de la división no radica en la edificación, si no en el deseo de poder.

Dios nos ayude a proclamar una unidad de principios, y podamos deponer al peor enemigo de la unidad que es la ambición humana.

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