Mario E. Fumero

Uno de los grandes problemas que tenemos en nuestros tiempos es el uso de la religión como  tapadera para el enriquecimiento ilícito. De esta forma, algunos corruptos para aparentan ser cristianos y  honestos, o para hacerse ricos fácilmente, toman la religión cristiana como tapadera, cuando en realidad viven una vida completamente desordenada y contraria al mandato divino.

Estos fraudulentos lideres por medio de los diezmos y dadivas son comprados por corruptos, y tristemente han hecho del mensaje de la prosperidad su forma de enriquecimiento, coludiéndose con los narcotraficantes y los corruptos del sistema político.

¿Cómo distinguir a los verdaderos religiosos, de aquellos que toman la religión como escudo para sus propios caprichos y deleites, haciendo del ministerio religioso un gran negocio? Es fácil descubrirlos, pues por medio del conocimiento de las Sagradas Escrituras podremos discernir entre un verdadero religioso, de un farsante. Además Dios nos capacita por medio del don de discernimiento de espíritus, para poder probar el corazón de las personas.

Algunos firman que existen iglesias que son usadas por los corruptos, delincuente, y narcotraficantes, a fin de hacerla tapadera de sus conductas ilegales para el lavado de activos. De ello se aprovechan algunos pastores para enriquecerse y prosperar materialmente, edificando majestuosos edificios.  Esto no es algo nuevo, ya que a través de la historia hemos visto como la religión se han unido a los corruptos, dictadores y explotadores, para fines contrarios a las enseñanzas de Jesucristo.

En la Edad Media hay muchas historias de casos que evidencian el hecho de como la religión se convirtió en un negocio, y era común la venta de puestos jerárquicos y de bulas e indulgencias. Así que, un rico podía comprarse un puestos de obispo o cardenal, de la misma forma que hoy algunos líderes religiosos se compran puestos de ministros o apóstoles, y se valieron de la influencia religiosa para beneficiarse de la corrupción, explotación y el enriquecimiento ilícito.

Como muestra de ello tenemos el ejemplo del caso de Francisco Gómez de Sandoval-Rojas y Borja, más conocido como Francisco de Sandoval y Rojas (Tordesillas, 1553 – Valladolid, España, 17 de mayo de 1625), el cual se valió de todo tipo de estrategia para enriquecerse, amparándose en la religión para explotar la fe.

En su lucha ambiciosa, Francisco de Sandoval desencadeno una presión en contra del régimen, y ante los acontecimientos, el duque Sandoval aplica una estratagema que le salvará su vida: solicita de Roma el capelo cardenalicio por medio de una suntuosa paga, la cual se le concede en 1618, al mismo tiempo que el rey le da permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma, muriendo en Valladolid en 1625, al retirarse de la vida pública, después de haber tomado la religión como una forma para protegerse de sus actos de corrupción.

No nos debe de extrañar que existan pastores y lideres  religioso coludido con la corrupción, el narcotráfico y la explotación de la fe, porque el mismo Jesucristo tuvo entre sus discípulos a un Judas Iscariote, que también estaba corrompido en su corazón, y solo busco en su maestro el deseo de poder y riqueza, y cuyo fin fue su destrucción, después de haber traicionado a su Maestro. Es fácil conocer a los líderes religioso corruptos, tan solo tenemos que ver el hecho de que en un corto tiempo se hacen prósperos y enriquecen.

Cierto amigo, que era un  buen cristiano, me comento un día que lo encontré en un supermercado que ya no iba a la iglesia, afirmándome que se había decepcionado de sus líderes, ya que su iglesia se convirtió en un negocio. Al preguntarle el porqué afirmaba esto, me conto que su pastor en menos de 5 años tenía una mansión, tres carro lujosos y vivía suntuosamente, y todo a costilla de los feligreses, y esto no concordaba con el modelo bíblico enseñado por Jesús. Así que es fácil conocer a aquellos que toman la religión y las cosas de Dios como fórmula de enriquecimiento. Tan solo tenemos que probar sus obras para conocer si son o no son siervos de Dios, porque Jesús dijo que  “por sus frutos los conoceréis”.

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