“LA LETRA CON SANGRE ENTRA”

Angel Bea

mensaje 670La frase que da título de esta reflexión era usada hace décadas y durante siglos, para mostrar que a menos que se usara el castigo físico con los “malos” estudiantes, no era posible que éstos aprendieran. Hace un par de años, leía el libro titulado “Sorprendido por la alegría”, de C.S. Lewis, en el cual dice que fue llamado por su profesor. Él le dijo que si no se esforzaba para mejorar las notas sobre una determinada materia, “sería azotado”.

Cuando éramos pequeños, mi hermano de 9 años y 7 yo (1953-54) teníamos un “maestro” que nos daba clases particulares para “reforzar” no sabíamos bien el qué. A dicho “instructor” le llamaban “el tío de los duros”-moneda de cinco pesetas-.

La verdad es que el hombre se veía bastante empobrecido; su chaqueta era de color clara, pero muy oscurecida a falta de aplicar un buen lavado; el sombrero hacía perfecto juego con la chaqueta, en sus tonos “claros-oscuros”. Lucía un gran bigote staliniano –decían que era de izquierdas- canoso, pero rubio tostado, debido al humo constante que una permanente colilla en sus labios desprendía. Al querer apurarla demasiado, a veces rozaba con el cercano bigote churruscando la parte baja del mismo.

Pero lo que más recuerdo de aquellas “clases particulares”, era que cuando a él le parecía que no atendíamos lo suficiente, nos daba un coscorrón con los nudillos de su gran manaza, en nuestra menuda cabecita: “¡Niño, atiende!”, decía. Esa experiencia se repitió en sus distintas “modalidades” en no pocos colegios de aquella época y en uno que estuvimos posteriormente regido por religiosos.

Había profesores que nos “disciplinaban” con cierta justicia, pero otros, con más ira y frustración en su ánimo que deseos de que aprendiéramos algo. Bofetadas, tirones de las orejas o de las “patillas”, golpear las palmas de las manos con una regla, poner de rodillas en una esquina mirando a la pared, durante un par de horas; avergonzar a los niños delante de toda la clase; negarle al niño ir al baño para hacer pipí y al no poder aguantar, hacérselo encima, con charco en el suelo… Y el terror (digo bien terror) de llegar a casa cuando se sabía que las notas del mes habían llegado a mano de los padres.

Dicho “método”, nos producía cierto bloqueo mental, por el cual nos era imposible llegar a apreciar las materias que teníamos que estudiar, ya que nos impedía concentrarnos mentalmente para comprender las ideas y los conceptos. Al final, acabamos resentidos con todo lo que tenía que ver con el sistema educativo: colegio, maestros, libros, etc., y misas incluidas, hasta el punto que, en la mayoría de los casos pasarían muchos años antes de que alguno tomara un libro en sus manos para leer (algunos ni eso).

Luego, las conclusiones de los padres, en su mayoría, eran: “este niño no sirve para estudiar y hay que buscarle un trabajo”. Fuimos miles y miles de niños de aquellas décadas pasadas que, debido a un sistema educativo que permitía el maltrato infantil; el físico y el psicológico, que sufrimos sus dramáticas consecuencias y perdimos muchas oportunidades, excepto el tener que ponernos a trabajar a los 12, 13 ó 14 años.

Solo Dios sabe (y los que padecimos aquello, en parte) el daño que aquella forma de “educar” produjo en millones de niños de aquellas épocas ya superadas, a Dios gracias.

Hoy estamos en otra cosa. Y como suele suceder nos vamos al otro extremo, como podemos apreciar en la viñeta que acompaña a esta reflexión que, aunque la escribí, en parte, hace tiempo le he añadido algunas cosas más. Por ejemplo, Fernando Díaz Plaja en un libro que escribió por el año 1967, titulado “El español y los siete pecados capitales”, decía que el principal pecado del español es la soberbia.

Dicha soberbia, por supuesto tiene su origen y se manifiesta de muchas maneras en nuestro diario vivir. En tiempos de la dictadura franquista, una de las formas era que cuando alguien discutía con otro, a menudo se oía decir a una de las partes: “Oiga, ¿usted sabe con quién está hablando?”. Enseguida el otro se venía abajo. Lo mismo el que tenía delante -pensaba- era una autoridad que iba de paisano o alguien importante que tenía “influencias en las alturas”. La soberbia se expresaba más en quien tenía un statu más alto. Y había que temerle si el interés de aquel estaba en juego o se descubría en “el otro” que no era todo lo “afecto al régimen” que se demandaba.

Sin embargo, hoy día se cree que se ha avanzado mucho porque aquellos tiempos “ya son cosa del pasado”. Pero la soberbia se sigue manifestando; lo que pasa es que ahora la expresan sin ningún pudor los niños, los adolescentes y los jóvenes. Este tema daría para mucho. Se dice que los principales responsables de la educación de los hijos son los padres. Y eso es verdad; además, la razón principal de que sea así es que tienen todo el derecho de llevarla a cabo y el deber de hacerlo bien.

Lo lamentable es que muchos hacen dejación de esas funciones y otros, no saben (aunque quisieran) cómo hacerlo y aún otros, lo hacen siguiendo los consejos de los expertos; los “especialistas” e impositores de los modelos de educación pública, que a modo de “ensayos” se han venido imponiendo en las últimas décadas y que, lo queramos reconocer o no, son tan responsables de que, tanto los padres como los niños, se comporten de esa manera violenta con los profesores. Porque, entre otras cosas, lo permiten. Muchos profesores se cuentan por centenares sufriendo depresiones y que están dados de baja porque les es imposible desempeñar sus funciones a causa de esa “soberbia” instalada, tanto en los corazones de los alumnos como en el de los padres. ¿De verdad hemos progresado en este campo? Es para llorar.

Si trasladamos esas experiencias al terreno cristiano, los que están formando familias tienen que tener mucho cuidado a la hora de “disciplinar” a sus hijos, tal y como está establecido en las Sagradas Escrituras. Aquellos que han sufrido experiencias de maltrato o han tenido carencias importantes en su crianza, podrían, sin darse cuenta, privar a sus hijos de la necesidad del cariño, el afecto, la valoración y el trato de confianza que ellos necesitan para desarrollarse como niños/as sanos. Por eso, ni siquiera la viñeta en la cual se le avergüenza al niño pequeño, ante sus padres y profesor/a creo que expresa la verdad de lo que debiera ser lo correcto.

En muchos casos, una cosmovisión errada de la vida cristiana y una concepción legalista de la misma, pueden producir un efecto contrario al que los padres pretenden y los resultados podrían ser desastrosos. Los hijos relacionarán a los padres con el Dios que representan; el evangelio no será para ellos algo apetecible, y su percepción de la iglesia será como una comunidad de gente hipócrita. Llegado el momento, si no de forma inmediata, se irán deslizando hacia el mundo y, finalmente, abandonarán el evangelio que sus padres “les predicaron” y a la iglesia por la que nunca tuvieron ninguna simpatía, si es que tuvieron alguna.

Pero por otra parte, es fácil ir al otro extremo y creer que sin el lado negativo que toda disciplina contiene y requiere, que las cosas van a funcionar de “maravilla”; lo cual también es un serio y grave error. Ya lo dijo el autor bíblico:

“Ninguna corrección resulta un plato de gusto cuando se recibe; al contrario, es desagradable. Mas a la postre, a quienes se sirven de ella para ejercitarse, les reporta frutos de paz y rectitud” (Hebreos 12.9.11)

Dicho lo cual, añado que estoy mucho mejor de los dolores en la cintura, y os deseo un buen fin de semana a todos y todas mis amigos y amigas de facebook.

Un saludo
Ángel Bea

 

Avatar de Desconocido

About unidoscontralaapostasia

Este es un espacio para compartir temas relacionados con la apostasia en la cual la Iglesia del Señor esta cayendo estrepitosamente y queremos que los interesados en unirse a este esfuerzo lo manifiesten y asi poder intercambiar por medio de esa pagina temas relación con las tendencias apostatas existentes en nuestro mundo cristiano.
Esta entrada fue publicada en Disciplina, Familia. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.