Jose Daniel Espinosa Contreras
El apóstol Pablo oraba por un viaje próspero para ir a Roma: «rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros» (Romanos 1:10). Años después, estando Pablo arrestado en Jerusalén, el Señor le dijo: «Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma».
¡Wow! Esta era una respuesta a sus oraciones. Tanto tiempo orando por un viaje próspero a Roma y, por fin, habría de tenerlo.
No obstante, tardó aproximadamente 25 años en poder estar allí y, además, llegó en calidad de prisionero (Hechos 28:16-31). Eso después de que lo arrestaran, abofetearan, naufragara y, entre otras cosas, le mordiera una víbora.
—Y, ¿eso es un viaje próspero? —se preguntarán muchos.
Pues sí, aunque este no sea el tipo de prosperidad que suele enseñarse en algunas iglesias.
Durante su estancia como prisionero en Roma, las Sagradas Escrituras nos enseñan que Pablo estaba: «predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento» (Hechos 28:31). Adicionalmente, escribió sus famosas cartas a los efesios, a los filipenses, a los colosenses y a su querido colaborador Filemón. Según el testimonio de su propia mano, muchas personas habían creído a su mensaje; inclusive, los guardias romanos (Filipenses 1:13) y algunos sirvientes de la casa de Cesar, el emperador (Filipenses 4:22). Por si fuera poco, a lo largo de la historia, millones de cristianos nos hemos enriquecido y edificado con sus enseñanzas y, otros, siguen conociendo al Señor a través de sus palabras.
Creo que esto puede enseñarnos mucho acerca de la prosperidad cristiana.


Reblogueó esto en Santificalos en tu verdad.