Mario E. Fumero
2 Timoteo 3:10-12 “Pero tú has comprendido mi doctrina, instrucción, intento, fe, largura de ánimo, caridad, paciencia, Persecuciones, aflicciones, cuales me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra, cuales persecuciones he sufrido; y de todas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución”.
No podemos achacar todos los problemas, enfermedades y persecuciones que sufrimos al poder de Satanás. La Biblia establece que sí estamos en las manos del Señor, nadie nos (Juan 20:28-29) podrá hacer daño, sin embargo, la palabra de Dios nos enseña que muchas veces sufrimos las consecuencias del pecado, y el rechazo de los que nos rodean, debido a nuestra fe (Juan 16:33).
Satanás tiene el poder de tentarnos, y cuando pecamos, entonces nos esclaviza (Juan 8:36), pero su poder está limitado, y sujeto a la soberanía de Dios, porque nada de lo que nos ocurra se escapan de su poder (Mateo 10:29). San Pablo habrá de muchas a aflicciones y persecuciones debido a su trabajo, al proclamar la verdad. Vivimos en un mundo dominado por el príncipe de este siglo (Juan 14:30), y mantenernos firmes en la fe no es tarea fácil, y muchas veces, el Señor le permitirá a Satanás probarnos, porque a través de las pruebas, nuestra fe se fortalece (Apocalipsis 2:10), y sabremos qué clase de cristianos somos. ¿Probados pare qué? Para ver si de verdad amamos a Dios, o tan solo le usamos para satisfacer nuestros deseos carnales.
Las pruebas, sean naturales o por obra del maligno, se convierte en el fuego que nos purifica y nos hace fuerte, porque a más pruebas, más resistencia, y a más resistencia, más fuerte nos hacemos (1 Corintios 3:13). Así que tengamos cuidado, no terminemos dándole al diablo un poder que no tiene, y una gloria que solo le pertenece a Dios.

