de su ilusión y se darán cuenta de que las derechas y las izquierdas, en término políticos, son tan parecidos, en la práctica, que quedarán sorprendidos y, en algunos casos avergonzados. Que lo único que realmente importaba era la verdad, la justicia y la santidad de la vida, tal y como son concebidas por Dios. Realidades estas, raras de encontrar en los gobiernos de este mundo, cuando no, condicionadas por miles de intereses e impedimentos (a veces manifiestos y otras, ocultos a la vista de todos) que se cruzan e interponen, para impedir que se implementen en la sociedad, de forma eficaz. Pero llegará el día en el cual todos conoceremos la realidad desnuda acerca de la ignorancia, el egoísmo y la dureza del corazón humano. Entonces, “toda boca se cerrará y todo el mundo quedará –de forma evidentisíma- bajo el juicio de Dios” (Ro.3.19)
Sin embargo, esta realidad futura no debería impedir que trabajemos cada uno en nuestra parcela y propio contexto familiar, laboral, social y hasta político, si así lo hemos decidido; y todo, con la esperanza de que el reino de Dios se abra camino y se extienda más y más en el medio en cual vivimos. No en vano nuestro Señor también nos enseñó aquella oración que, en tanto él no venga a nosotros, hemos de pronunciar pidiendo, rogando, ¡y hasta clamando!:
“Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra…” (Mt.6.10)
Sin duda no se conseguirá un “gobierno justo” del todo; pero al menos tenemos la esperanza de que sea un poco más justo, en tanto no venga el que será definitivamente justo.
“Nosotros sin embargo esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia” (2ªP.3.13)
(Angel Bea)

