- El “religioso” aun siendo sincero podría no entender su gran necesidad de que se produzca la esencial y mayor obra divina en sí mismo, perdido como está; esta es la de “nacer de lo alto” o: “nacer de nuevo”, sin lo cual, Jesús dijo nadie «puede entrar en el reino de Dios» (J.3.1-16)
- El “religioso” podría caer en la gran soberbia de creer que puede “desechar la justicia de Dios y establecer la suya propia”, con la finalidad de alcanzar el favor de la justificación de Dios, mediante sus propias obras. (Lc.18.9-14; Ro.10.1-3); pero el cristiano confía solamente en Dios, quien le justifica “gratuitamente por su gracia” mediante la fe en Cristo Jesús (Ro.3.23; 8.31-34)
- Al “religioso” le cuesta hacer algo en secreto sin llamar la atención; en cambio el cristiano busca agradar a Dios, aunque nadie le vea (Mt.6.6-18).
- Ante la necesidad, el “religioso” pasa de largo; pero ante la misma necesidad el cristiano se detiene y usa de misericordia. (Lc.10.25-37)
- Al “religioso” le preocupan más “las reglas” que la compasión y las obras de misericordia (¡cuántas veces hemos visto esto!). Una supuesta violación de una “regla” le “indigna” mucho más que las propias injusticias con las miserias y sufrimientos humanos que ellas producen. (Lc.13.10-17; J.5.1-18)
- El “religioso” siempre tendrá una mayor disposición para enjuiciar y condenar que para comprender y usar de misericordia (Lc.7.36-50)
- El «religioso» lejos de abrir y favorecer el camino a la gracia de Dios, la obstaculiza al punto de desviar del buen camino a muchos (Mt.23.13; Lc.11.52)
Dado que en el fondo, todos somos tendentes a caer en la “religiosidad”, ante el peligro de esa realidad y perder la esencia de lo que es la vida cristiana, nunca hemos de perder de vista el radical y eficaz llamado que de forma clara, rotunda y permanente, nos hace el mismo Señor Jesús:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt.16.24-25)
Llamado de Jesús que el mismo apóstol Pablo puso en práctica en su vida y que, por la vía de su ejemplo recordaba a los creyentes gálatas. Éstos se habían vuelto a la «religiosidad» dejando atrás la esencia de lo que es la vida cristiana. Por eso el apóstol les recuerda el principio que Jesús mismo estableció:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora lo vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál.2.20)