Luis Alfonso García C. (Artículo recibido de Colombia)
Con sobrada razón, muchos colombianos, después de recibir a diario los detalles de la profunda crisis que afecta al país en todos los órdenes, se preguntan: ¿Cuál es, entonces, la solución para nuestros males?
Acabamos de desembarcar de un penoso trayecto, el de la abyecta negociación con el narco-terrorismo de las FARC y el del gobierno más corrupto de nuestra historia, y estamos apenas tratando de sobreponernos al fatídico legado que nos dejó esa alianza de la izquierda armada con la corrupción instalada en el poder.
Con el cambio de gobierno se esperaba, desde luego, un regreso a la política de la Seguridad Democrática, que devolvió la tranquilidad al país, liquidó el paramilitarismo, redujo a la guerrilla a su mínima expresión y devolvió a propios y extraños la confianza inversionista.
Sin desconocer los logros que en algunos aspectos de su gestión se han logrado, la verdad es que a los aspectos fundamentales no se les ha encontrado respuesta. Somos el primer país productor y exportador de cocaína y no hemos logrado, después de año y medio de gobierno, ni hacer aspersión con glifosato, ni extraditar a los capos de la droga, ni extinguir el dominio de sus bienes, ni recuperar la soberanía de vastos territorios en poder de la subversión aliada con el narcotráfico.
Se suma a la inseguridad rural, la de los centros urbanos, ahora en poder de una maquinaria, aupada con dineros foráneos, para crear el caos y mantener en vilo a la población con marchas o paros que violan los derechos de los ciudadanos, causan graves daños en los bienes públicos y privados, y agresiones a una policía a la que no se le permite ni siquiera defenderse.
Vivimos bajo la dictadura de los jueces, quienes, a su libre arbitrio, modifican la Constitución y las leyes, invaden la órbita del Congreso y hasta se permiten desconocer la voluntad soberana del pueblo, como lo hicieron cuando éste, por mayoría, rechazó los acuerdos con las FARC. Como no existe respeto por el derecho a la vida, el cual es inviolable desde su concepción a la luz de la ciencia y de los tratados suscritos por Colombia, se quiere generalizar el aborto no penalizado. Pretenden imponer a la sociedad la irracional ideología de género, asumiendo la tesis de que los seres humanos nacemos asexuados y un niño, sin llegar a su adultez puede decidir cuál es su sexo. Todo es un engranaje dirigido a disolver a la familia tradicional y llegar a la degradación de la sociedad.
No ha sido controlada la corrupción, pues a ello no contribuye en nada continuar con una burocracia que viene de la era Santos. No se puede celebrar un sínodo católico con ministros protestantes. Frente al avance de la izquierda, hábilmente coordinado (guerrilla, marchas, sindicatos marxistas, opositores en el Congreso, prensa zurda, jueces fletados), no hay una respuesta categórica desde el gobierno ni un apoyo decidido a la bancada que lo sustenta. La actitud contemporizadora con la izquierda raya en un deseo de ser legitimado por la prepotente hegemonía del marxismo cultural.
Por su parte, los partidos supuestamente “de gobierno” se debaten entre la perplejidad y la carencia de un discurso que motive a la masa. La falta de autocrítica y de un sustento programático, los ha convertido en maquinarias para ganar elecciones, con fracasos tan señalados como el de las recientes elecciones regionales.
No se atisba, por lo tanto, ni por parte de un movimiento prohijado por el Gobierno, ni por parte de los partidos llamados “de centro”, una salida viable para esta generalizada crisis. Sólo nos queda apelar a las mayorías silenciosas de colombianos que, despojados de banderías inútiles, y con la mente puesta solo en el bienestar de la Patria, emprenda la tarea difícil, pero no imposible, de la RECONSTRUCCIÓN NACIONAL.
Desde ahora debemos empezar a agrupar las distintas organizaciones cristianas, demócratas, de derecha, de centro-derecha, compatriotas sin partido pero con deseo de servir al país, amas de casa, religiosos, militares y policías retirados, empresarios de la industria, el campo y el comercio, trabajadores y estudiantes . Pongámonos el overol y aportemos cada uno nuestro granito de arena para reconstruir la Patria que nos dejaron nuestros antepasados. No permitamos, con nuestra indiferencia, que se hunda en el caos y la anarquía.