Hoy me encontré con esta publicación en Facebook que afirma que debemos cerrar las iglesias, con la que no puedo más que disentir. Por eso, copio a continuación la respuesta que dejé por escrito allí, para que también pueda servir de reflexión aquí:
«Aquí hay muchas cosas que puntualizar, que espero saber expresar con el respeto que toda persona merece.
1º Se nota que quien escribe esta publicación no es consciente de la gravedad del asunto. Y como suele decirse: «La ignorancia es atrevida». No digo que la mujer que hace el post original sea una ignorante, pero sí ignora la trascendencia del nuevo desafío histórico que enfrentamos. No le vendría nada mal informarse de primera mano, a través de médicos que están en la primera línea de batalla, luchando sin descanso contra el dichoso COVID-19, viendo como la gente muere no solo por el coronavirus, sino por el colapso que esto está suponiendo en los hospitales.
2º Aquellos que dicen: «Cerrar la iglesia, cerrar la iglesia», no lo dicen por gusto. Lo dicen porque precisamente son conscientes de la gravedad de la situación y están en contacto directo con el Ministerio de Sanidad. No nos vendría mal recordar aquello de: «Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas» (Romanos 13:1). Pues sí, las autoridades sanitarias también están para OBEDECERLAS.
3º Este tercer punto es más teológico, pero pone en evidencia la deficiente teología o eclesiología de quien escribe la publicación original. Por un lado, la iglesia no se puede cerrar. La iglesia son personas, creyentes, nacidos de nuevo, que siguen siendo iglesia aun cuando un local de cuatro paredes se cierre. En todo caso, lo que se cierra es un local. Hay formas de ser iglesia y de hacer iglesia, más allá de nuestros cultos dominicales (como en los primeros siglos de cristianismo). Y dígase de paso, que ese local no es, como dice la autora del post, «nuestro lugar de adoración». Al menos, no nuestro único lugar. Que no se nos olviden las palabras de Jesús: «Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén [ni en un local de cuatro paredes] adoraréis al Padre. […] Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Juan 4, 21. 23). Los cristianos pueden y deben adorar a Dios fuera de un local. De hecho, debemos ser adoradores 24/7, las 24 horas del día, los 7 días de la semana, sea donde sea que estemos. No, nadie puede cerrarme mi lugar de adoración.
4º Pregunta la autora de la publicación original: «¿Te vas a quedar metido sin salir de tu casa los domingos?». Pues claro que sí, al menos, siempre que me sea posible hasta que la situación mejore. Eso sería un verdadero gesto de responsabilidad civil. O, si lo prefieres, haciendo uso de una jerga más cristiana, «de amor al prójimo», pues está en juego nuestra salud, la salud de otros y nuestro testimonio público como iglesia. Quizá no seas una “persona de riesgo”, pero todos debemos ponernos en los zapatos de quienes sí lo son y, por amor a ellos, actuar con responsabilidad. Esto, dígase claramente, es actuar cristianamente, siguiendo la famosa regla áurea: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mateo 7, 12). Ahora no es tiempo de visitar centros comerciales ni de pasear por las calles. Si actuamos con responsabilidad, quizá en algún tiempo podamos hacerlo de nuevo, con normalidad. Pero depende de ti, de mí, de nosotros.
5º La iglesia no es «el único lugar donde se habla vida», como dice la autora original. Las palabras de Jesús son vida (Juan 6, 68), y estas no están limitadas a las cuatro paredes de un local. Puedes encontrarlas en la Biblia, predicarlas por las redes sociales, vivirlas en todo lugar. Quizá es un buen tiempo de aplicar aquello de: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes (Deuteronomio 6, 7-8). Tenemos el llamado de “hablar vida” más allá de un local.
6º Los cristianos, mientras vivamos en este mundo caído, también estamos sujetos a sufrimiento, enfermedad y muerte física, por lo que podemos ser contagiados y sufrir el coronavirus como cualquier otra persona. «Y no sólo sufre el mundo, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después. Mientras esperamos que Dios nos adopte definitivamente como sus hijos, y nos libere del todo, sufrimos en silencio» (Romanos 8, 23). Por tanto, ¡más responsabilidad individual y colectiva! Más sentido común, que es ahora el menos común de los sentidos.
https://www.facebook.com/nayoes/videos/2263663417275781….miren a ver… si no les suena algo muy conocido ….