Ángel Bea
HAY UNA REVELACIÓN… natural y otra especial que, en su origen provienen de Dios. Él en su bondad, nos ha hecho partícipes de ellas y entre ambas no hay contradicción. De ahí que desde el punto de vista del ser humano creyente, no sólo apele a las Sagradas Escrituras para conocer acerca de la revelación especial de Dios, sino que también se sirva y use de cada una de las ramas de la ciencia para conocer de Dios a través de aquella revelación que se nos da por medio de la naturaleza. Rechazar esa realidad es negar parte de la obra de Dios a través de la cual Él también se revela -aunque de forma parcial- al ser humano.
De ahí que, como decíamos en otro lugar necesitemos leer algo más que la Biblia para tener un cuadro más completo de su Revelación. Esto no lo decimos por decirlo, sino porque también la Biblia lo afirma así:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabras a otro día y una noche a otra declara sabiduría” (Sal.19.1-4)
“Porque lo que se conoce de Dios, su poder y divinidad, él lo dio a conocer, siendo entendidas por medio de las cosas que han sido hechas, de tal manera que no tienen excusa” (Ro.1.20-21)
Por tanto, no tiene por qué haber contradicción alguna entre la revelación divina y la ciencia. Al contrario; aun sabiendo que ambas discurren por sendas diferentes, no por eso se contradicen, necesariamente.
Pero eso sí, en relación con la esperanza de la vida eterna y conducta cristiana, tenemos la mejor, más completa y definitiva revelación en la persona de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente. Tal y como él dijo:
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (…) yo y el Padre, uno somos” (J.14.1-8)