Mario E. Fumero

             La búsqueda de un culpable cuando hay una desgracia es algo normal en la naturaleza humana. Es por ello que inventamos la excusa, y le trasladamos el error, pecado o culpa a un tercero. Así ocurrió en el huerto del Edén cuando al reclamarle Dios al culpable de la desobediencia, Adán le pasó la culpa a Eva, Eva a la serpiente y en fin, todos evadieron su responsabilidad, aunque el juicio fue parejo.

            Estamos rodeados de muchas calamidades, tanto naturales, políticas y económica, y cuando las cosas se salen de control, en vez de buscar las causas que generan el problema,  buscamos al culpable, y aunque muchas veces sí hay culpables, tristemente  no reflexionamos de que la culpa es de muchos, por no decir de todos.

            Frente a la crisis dejada por los acontecimientos originados en el gobierno del presidente Manuel Zelaya, el país ha experimentado un retroceso económico serio, ligado a la crisis económica mundial. El nuevo mandatario ha tenido que bregar con dos situaciones difíciles de resolver frente a una realidad heredada; pocos fondos y muchas demandas. Al no poderse satisfacer el justo reclamó de los empleados públicos, porque no hay fondos en las arcas del Estado, muchos se han dado a la tarea de buscar el culpables, si fue el gobierno saliente, el de transición o el presente, y nadie quiere aceptar que la culpa es de todos, pues con las huelgas, protestas y paros laborales hundimos más la estrecha economía de la nación.

            Por otro lado, nos ha azotado la plaga del Dengue, el cual ha causado la muerte a muchos ciudadanos. Frente a la proliferación del mosquito y a las altas cifras de casos, todos se han dedicado a buscar un culpable, y los palos han ido a parar al Dr. Bendaña, el cual por ser Ministro de Salud es responsable de que haya dengue, y piden su destitución, pero en realidad los culpables de este mal no es el Ministro de Salud, ni el gobierno, sino todos nosotros, por no cuidar nuestro entorno, por dejar llantas, basura, pilas y agua estancada, sin tomar las medidas preventivas. El dengue es el producto del descuido de los habitantes de la ciudad. Si hay agua empozada cerca de las casas, habrá mosquitos, porque el mosquito no lo fabrica el Ministros de Salud, ni el gobierno, sino nuestra conducta antihigiénica. Es cierto que la falta de recursos para combatirlo puede acelerar el mal,  pero si tomaremos las medidas del caso, desde que comienza a llover, no tendríamos las tragedias que hoy tenemos. Así que frente a las epidemias y plagas existentes, todos somos culpables.

            Las crisis naturales son el efecto de los daños hechos por el hombre. Ni aun Dios tienen la culpa, porque si destruimos los bosques, si contaminamos el aire, si alteramos el cauce natural de los ríos ¿qué podemos esperar? Derrumbes, inundaciones, plagas, mortandad, y todo esto no lo manda Dios, sino que lo originamos nosotros mismos, al no cuidar la “casa tierra” que el Señor nos dio por herencia. Toda desobediencia a las leyes de higiene, y a las leyes naturales, tarde o temprano nos pasaran factura.

            No sigamos destruyendo a Honduras. Pensemos que con nuestra actitud actual lo que estamos sembrando es el caos, y nos espera un futuro sombrío para nuestros hijos. Si sembramos violencia recogeremos tempestades. Si sembramos odio, recogeremos venganza. Si destruimos al vecino, después nos destruirán a nosotros. Recuerden que “cuando la barba de tu vecino comience a arder, pon las tuyas en remojo”.