Mario E. Fumero
El mundo occidental esta viviendo una etapa de crisis generalizada, principalmente en aquellos países que siguen los principios judeocristianos. Es triste ver como la sociedad pierde sus valores éticos, degradándose a pesar de tener unos principios tan sólidos como son los que emanan de la Palabra de Dios. Actualmente los movimientos radicales feminista, los movimientos LGTB e incluso los islámicos prevalecen en occidente ofreciéndole a sus seguidores unos principios emanados de la teología cristiana liberal y de porciones radicales del Corán, que en muchos aspectos son copia del decálogo mosaico, pero que son implantado en las sociedades de gobiernos musulmanes.
El peor fenómeno de la sociedad occidental y dentro de nuestra realidad nacional es la marginación de los valores cristianos en el diario vivir, haciendo de Dios una retórica o una formula expresiva, despojada de los verdaderos enfoques éticos del judeocristianismo. La debilidad esta en la corrupción moral, reflejo de una vaguedad en sus valores éticos, y es que la ética occidental esta sujeta a cambios constantes no solo de fondo, sino de forma. Nos hemos desprendido lentamente de todas las raíces basadas en la Palabra de Dios para lanzarnos al vacío. ¿Y en que se basa para afirmar que vivimos una decadencia de valores cristianos terrible? Veamos algunas realidades.
Nuestra sociedad se distingue por dos fenómenos puntuales y generalizados: Violencia y corrupción. No existe un país en donde la violencia no se enseñoree de la sociedad. Desde la televisión, hasta el diario vivir contemplamos un irrespeto a la vida que no tiene precedente. Se institucionaliza el aborto, se promueve la eutanasia y se impone el genocidio como formula de guerra y exterminio. El suicidio se convierte, en muchos llamados cristianos, una fórmula de evadir la realidad existente. Por otro lado, la miseria se extiende y la corrupción aumenta las desigualdades, llevando a la población a una frustración electoral, porque muchos políticos de la noche a la mañana se vuelven hacendados y poderosos económicamente. La sociedad sé esta insensibilizando frente al dolor humano. Esto produce actos crueles, abuso de autoridad, maltrato, explotación despiadada de los recursos naturales y de las personas, depravación, libertinaje e inmoralidad.
Las iglesias a su vez suavizan sus predicas. Ya no condenan el mal, sino que lo encubren con mensajes pletóricos de promesas fantásticas alentando en sus fieles la codicia con la falsa teología de la prosperidad. Lo que ante era inmoral, ahora se vuelve legal y nadie dice nada. La promiscuidad se convierte en libertad sexual, el matrimonio deja de ser eterno y se vuelve “libre”. Los padres fabrican hijos para dejarlos abandonado impunemente, sin que las leyes actúen como debería de ser. Las muertes quedan en un 90% en la impunidad, y los delincuentes subsisten en una cárcel, sin pagarle a la sociedad la deuda contraída mediante un procedimiento de restitución de daño. La mentira se pinta, y el engaño es cultura. El fraude se generaliza, y los tráficos de influencias predominan. Con razón dijo una vez un creyente Islámico cuando trate de evangelizarlo, afirmando: “Ustedes los cristianos están en decadencia, porque toleran toda clase de perversión y la legalizan, y por ello nuestra fe prevalecerá sobre vuestra vaguedad”.
Es imprescindible redefinir nuestros valores y iniciar una re-evangelización. Comenzar a proclamar las bases que han sustentado nuestra sociedad, la cual sufre una seria crisis moral. No podemos predecir un futuro estable moralmente con valores cambiables. La familia, Dios y el dignificar la vida deben prevalecer sobre toda filosofía humana. El respeto a lo natural y el uso correcto de los recursos humanos nos puede dar estabilidad, de lo contrario, vamos a la ruina. Recordemos la historia: “Roma no cayó por su debilidad económica, sino por su corrupción interna”.
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