Mario E. Fumero
En el año 1970 cuando viajaba por Sudamérica predicando el Evangelio, después de salir de Chile donde conocí a la que hoy es mi esposa, fui rumbo a Argentina, un país que toda la vida había admirado, pues cuando era joven me encantaban los tangos de Carlos Gardel.
En esa visita estuve en la Iglesia el Tabernáculo que pastoreaba Juan Carlos Ortiz, con el cual establecí una profunda amistad. E n esa época había en Buenos Aires un avivamiento muy especial, en donde había un maravilloso moverte a Dios, y grandes acontecimientos habían marcado el crecimiento de la Iglesia que pastoreaba Juan Carlos Ortiz.
Él me recibió y me llevó a su casa, y estando con él me confrontó en varios aspectos de la teología que yo manejaba, en donde no había recibido todavía la clara luz del discipulado cristiano en la forma en que ellos estaban proyectándolo en esa ciudad. Debatimos varios temas, y en realidad cuando él me cuestionaba algunos puntos de vista de actitudes evangelísticas que yo tenía, no encontraba argumentos para rebatirlo, porque él se apegaba completamente al Espíritu de la Palabra y no trataba de adaptarla a las circunstancias en que actualmente vivíamos. Puedo afirmar que ese año hubo un antes y un después en mi ministerio.
En ese año, y durante el verano, Juan Carlos Ortiz había sacado la Iglesia del local y la había llevado a un parque para aprovechar la época del verano y predicar el Evangelio al aire libre, afirmándome que la Iglesia no fue hecha para estar encerrada sino para ir por las calles y plazas a proclamar el Evangelio. Conocí a algunos de sus discípulos, gente impactadas por el mover del Espíritu Santo, y durante este tiempo en Buenos Aires mi visión del evangelismo cambió radicalmente, comprendí que lo importante no es predicar y ganar gente para Cristo, sino formarlos para hacerlos discípulos, ya que cuando la gente se convierte y lo dejamos solos se transforma en abortos espirituales, y Juan Carlos me decía que por eso hay tanta gente en las iglesias que al no tener paternidad espiritual, andan rebotando de un lado para otro. Una de sus ilustraciones que más me impresionó es la explicación que dio sobre la unidad de la Iglesia, comparándolas con las papás fritas, que cada una va por su lado pero la Iglesia debe ser un puré de papá, donde todos formamos una sola masa porque debe haber en todos nosotros el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús. Su enseñanzas y libro del discipulado han sido una inspiración para mi vida en el establecimiento de iglesias en Honduras y España.
Tristemente recibí la noticia de su muerte, pues partió a la presencia del Señor a los 87 años, el pasado miércoles 1 de diciembre del 2021 después de estar sirviendo a su Señor por más de 60 años, y habiendo fundado cinco iglesias, entre ella la famosa Iglesia hispana de la Catedral de Cristal. Además, produjo el programa «La hora del poder» que fue trasmitido en televisión y por las ondas radiales. Solo puedo decir: “HASTA LUEGO CONSIERVO, PRONTO NOS VEREMOS.