Mario E. Fumero

La política se ha infiltrado en la iglesia y debemos tener cuidado como líderes religiosos. Primeramente, cada partido seleccionará sus candidatos, para después ir a la contienda electoral donde se elegirá el presidente con los diputados y los alcaldes del país. Creemos y declaramos la neutralidad de la iglesia a las corrientes existen dentro de los diversos partidos, porque gane quien gane, en estos momentos él es el presidente de todos los hondureños, y debemos mantenerse una posición neutral, pero vigilante en defender nuestros valores cristianos. ¿Y qué papel debe desempeñar la iglesia y los líderes religiosos en países donde a veces se mezcla lo secular con lo espiritual, y se trata de involucrar la religión en la política?
En un pasado (2,000) se informó por los medios de comunicación, que en Rusia se había constituido un partido político cristiano llamado “Unión Cristiano Demócrata”. Este partido surge con la bendición de la iglesia tradicional, que es la Iglesia Ortodoxa Rusa. En muchos países han aparecido cristianos, que de buena fe han tratado de mezclar las políticas con la religión, y aunque aparentemente esta mezcla podría traer beneficio al sistema social, a la larga, la iglesia perderá credibilidad.
¿Puede mezclase la religión y la política? La historia revela que esto sí ha ocurrido, pero cuando este fenómeno se ha dado, las consecuencias fueron desastrosas para la iglesia y su testimonio cristiano. Sé que hay pastores y líderes religiosos que “coquetean” con algunos candidatos, y a veces, desde el pulpito, se alinean al lado de algún partido o político, el cual confesando ser cristianos, y hasta usando la Biblia, trata de involucrar a la iglesia en las campañas proselitistas. Cuando hablo de iglesia, generalizo, sean católicos o evangélicos, porque algunos líderes evangélicos están perdiendo la neutralidad política.
Es necesaria la neutralidad de la iglesia en el tema político, pues la iglesia esta puesta para proclamar los intereses del reino de Dios, y no defender o patrocinar los intereses creados de este mundo. La Biblia enseña que no puede haber comunión entre la luz y las tinieblas, entre el mundo y Dios, entre lo humano y lo divino. Hay una prohibición explicita a que como líderes “no debemos involucrarnos en los negocios de este siglo”, (2 Timoteo 2:4) y que la neutralidad eclesial nos ayudara a predicar la Palabra a todos los hombres por igual, y defender principios bíblicos y no ideales humanos. También es cierto que cualquier hermano de la congregación tiene el derecho de hacer política, y que el derecho cívico de votar debe ser enseñado, pero esto debe de hacerse sin mezclar la religión con los ideales políticos. No podemos anular en el libre albedrío de las personas, como tampoco podemos imponer criterios que no sean sustentados por la Palabra de Dios.
La discreción eclesial frente a las campañas políticas es coherente con el fin de la iglesia: “Proclamar el reino de Dios dentro del reino de los hombres”. En la congregación no debe existir ni partidos políticos, ni fanatismo futbolístico, ni discriminación económica, social o política. Cuando nos congregamos delante de la presencia de Dios, no somos ni judío, ni gentiles, ni libre, ni esclavos, sino un pueblo comprado por Jesús para su gloria, y como tal, debemos respetar las diferencias de opiniones, partidos, colores o gustos dentro de la congregación. Sin embargo, y asumiendo nuestro papel de rectores espirituales de la grey, podemos orientar al pueblo con relación a los peligros que puede haber cuando ciertos hombres o partidos proponen leyes o principios contrarios a los valores tradicionales de la fe cristiana, en este caso, combatiremos la idea, pero jamás generalizaremos el enfoque.
Debemos aprender del pasado. Recordemos que en Guatemala los evangélicos se sintieron honrado porque tuvieron un presidente creyente que termino su mandato derrocado y con un mal testimonio moral y político.
La política es una carrera llena de riesgos, de diplomacia y a veces de imposiciones internacionales que obliga a los gobernantes a imponer normas con las cuales no siempre están de acuerdo. Un cristiano en un puesto clave no podrá hacer lo que desea, por más santo que este sea, y por más puro que sus ideales parezcan, porque esta rodeado de todo un esquema corrupto, que viene desde las Naciones Unidas, y sé vera obligado a aceptar normas morales contraria a sus principios. Además, dentro del mundo de la política existe, queramos o no aceptarlo, intereses creados, mentiras, maquiavelismo, ambición, lucha por el poder y una larga lista de males que pueden empañar el testimonio de la iglesia involucrada en tales acciones.
Participemos como precaución en política como individuo, pero ¡Cuidado! La política tiene riesgos, y a veces, cuando involucramos a la iglesia, obtenemos descrédito y nos apartamos del fin prevista por el mismo Jesucristo. No es nuestra misión cambiar los sistemas imponiendo leyes morales, imposición o radicalismo, porque los cambios por la fuerza no agradan a Dios y son una falsa. El verdadero cambio del hombre es el interno, personal, intransferible y profundo, y solo se obtiene por medio del Nuevo Nacimiento y como producto de una experiencia personal con Jesús, donde el amor domina sobre el interés.