Héctor Maradiaga
En los primeros días de la iglesia cristiana sucedió un episodio cuando el Consejo del Sanedrín (máxima autoridad religiosa judía) les prohibió terminantemente a los apóstoles hablar de Jesús, previamente los habían encarcelado y azotado. Los apóstoles, sin embargo, no hicieron caso a la ‘amable recomendación’, en cambio llenaron a Israel -y al imperio romano- con la verdad del evangelio.
Ellos usaron todos los recursos disponibles de su época para esparcir la semilla de Jesús, pero el principal de estos recursos fue “su boca”. Hombres y mujeres comprometidos con la verdad no escatimaron las consecuencias que se les vendría por predicar ‘el nuevo camino’.
Nuestros primeros hermanos fueron valientes, enfrentaron a las autoridades de turno, las teologías sagradas, los conceptos populares, la muchedumbre embravecida, la ridiculización, la afrenta pública, los golpes físicos, el despojo de sus propiedades y hasta la propia muerte…
TODO POR NEGARSE A NEGAR A CRISTO.
Estos primeros cristianos abrían su boca y eran capaces de enfrentar al propio emperador, no negociaban la verdad, no la acomodaban, no la ‘reinterpretaban’, no la ajustaban a las ideologías de ese tiempo, no la hacían parecer ‘más progre’.
Sus bocas eran instrumentos de bendición, de difusión. PERO hoy no es así. Lastimosamente hay una inmensa mayoría de cristianos sumidos en una apatía tan grande que, han dejado que las minorías hablen más de la cuenta. Muchos de estos discípulos mudos tienen la oportunidad de decir la verdad -y defenderla-, pero prefieren ‘no meterse en problemas’… “yo con mi vida y ellos con la suya”. Tal actitud es una vergüenza, una pobre sombra de nuestros mártires cristianos de los siglos II, III y IV.
NO ESCONDAS LA CABEZA
No lo hagas por miedo a que la gente te rechace, te tachen de intolerantes y discursistas de odio. El resultado de nuestro silencio ha sido que la GRAN AGENDA GLOBAL se desate con furia, sin que al parecer a algunos les importe. Aunque seamos censurados por decir la verdad… ‘no nuestra verdad’, sino la de Dios: ¡Lo malo es malo, lo bueno es bueno!
Pero el mundo es astuto, ellos ‘retienen lo malo y desechan lo bueno’, cuando la fórmula bíblica es al revés. La fórmula mundana es atractiva y acorde al final de los tiempos, mas eso no significa que debamos aprobarla… pero lo hacemos con nuestro silencio. Por eso, abramos nuestra boca y demos nuestra opinión en la vida real y la virtual (no te quedes callado cuando cuestionen los principios bíblicos frente a ti).
No guardes silencio ante tu profesor, o la maestra de tu hija; no te calles ante el comentario de la vecina, el post del nuevo teólogo liberal, o el compañero de universidad. Sin tapujos digamos a lo malo, malo; y a lo bueno, bueno. Basta de sentir miedo al que dirán! ‘Ellos’ no tienen miedo de esparcir su perversión, en cambio se sienten orgullosos de su maldad; su descaro es impresionante.
“Entonces llamaron a los apóstoles y, luego de azotarlos, les ordenaron que no hablaran más en el nombre de Jesús. Después de eso los soltaron” (Hechos 5:40). “¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres! —respondieron Pedro y los demás apóstoles— (Hechos 5:29).
¡Habla la verdad, no la calles más!