Tomado del libro «Cuando el Cristianismo eras nuevo» de David W. Bercot
¿Son en verdad los fundamentos morales del Nuevo Testamento diferentes de los del Antiguo Testamento?
Juan Calvino, el reformador y teólogo del siglo dieciséis, enseñó con gran énfasis que no son diferentes. En uno de sus tratados contra los anabaptistas, escribió: “La única manera de evadir la verdad que les queda a estos enemigos del orden establecido es el afirmar que nuestro Señor requiere una perfección mayor en la iglesia cristiana que la que requería del pueblo judío. Ahora esto es cierto si se trata de las ceremonias. Pero es opinión equívoca creer que existe una norma diferente para la vida respecto a la ley moral—como la llaman—que la norma que tenía el pueblo de la antigüedad… Por tanto, … respecto al hombre fiel que anda con buena conciencia y en perfección delante de Dios en su profesión y en toda su vida, mantengamos nuestra posición que existe una guía clara y completa para tal vida en la ley de Moisés, a la cual sólo tenemos que aferrarnos si deseamos seguir el camino correcto. De esta manera el que le añade algo [a la ley de Moisés] o le resta algo, sobrepasa el límite. Por tanto, nuestra posición queda segura e infalible.”1
La mayoría de los evangélicos de hoy tal vez no seríamos tan dogmáticos como lo fue Calvino. Pero casi todos creemos que hay muy poca diferencia entre las leyes morales del Antiguo Testamento y las de Nuevo Testamento—excepto por las leyes sobre la dieta y las ceremonias religiosas. Lo cierto es que a menudo citamos el Antiguo Testamento para apoyar nuestras normas para la vida cristiana.
No obstante, los cristianos primitivos creían que las enseñanzas morales de Cristo sí superaban a las del Antiguo Testamento. No creían que Dios había cambiado. Creían más bien que las enseñanzas de Cristo penetraban al corazón de la ley y le daban su verdadero significado espiritual. Además, creían que los mandamientos del Antiguo Testamento pertenecían a un reino terrenal, mientras que los del Nuevo Testamento pertenecen a los ciudadanos de un reino celestial. Como resultado de esto, aplicaban las enseñanzas morales de Cristo bastante literalmente. Eso los conducía a ciertas actitudes y prácticas muy diferentes de las nuestras.
En los capítulos anteriores hemos visto que los cristianos primitivos seguían con rigor las enseñanzas del Nuevo Testamento en cuanto al divorcio, la riqueza, y los litigios legales. En este capítulo voy a dar otros ejemplos:
¿QUÉ QUERÍA DECIR JESÚS AL DECIR: “NO JURÉIS”?
En el sermón del monte, Jesús enseñó: “Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera” (Mateo 5.33-34). El apóstol Santiago escribió semejantes palabras: “Sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación” (Santiago 5.12). Antes de leer los escritos de los cristianos primitivos, yo sabía que existen unos grupos cristianos que toman muy literalmente las palabras de Jesús, no prestando ningún juramento, ni siquiera en los procedimientos judiciales. Yo siempre había creído que tal interpretación era demasiado estricta, y creía que los escritos de los cristianos primitivos apoyarían la interpretación mía.
Pero, muy al contrario, hallé que los cristianos primitivos todos rehusaban prestar ningún juramento. Clemente escribió: “¿Cómo pudiera el que es fiel mostrarse infiel, exigiendo un juramento? . . . Porque ni siquiera él mismo jura, sino afirma por decir ‘sí’, o niega por decir ‘no’.”2
Tertuliano explicó a los romanos: “Nada tengo que decir contra el perjurar, ya que según nuestra ley ni juramos.”3
Orígenes, Cipriano y Eusebio confirman que todos los cristianos primitivos enseñaban esto mismo.4
¿QUÉ DE LA GUERRA?
Antes de estudiar los escritos de los cristianos primitivos, yo había leído en los libros sobre la historia de la iglesia que los cristianos primitivos generalmente rehusaban el servicio militar. Estos libros decían que los cristianos primitivos no se oponían al derramar sangre, sino se oponían al servicio militar porque no querían participar en las prácticas de idolatría. Pero esto no es cierto. En sus escritos, los cristianos primitivos claramente dicen que se oponían al servicio militar porque tomaban muy literalmente los mandamientos de Jesús de amar a los enemigos y de volver la otra mejilla (Mateo 5.39, 44). Ellos entendían que la guerra violaba la ley de Cristo, y que sería pecado participar en ella.
Justino escribió en su apología a los romanos: “Nosotros que en otro tiempo nos matábamos ahora rehusamos hacer guerra contra nuestros enemigos.”5
Tertuliano hace la siguiente pregunta acerca de la guerra: “Será lícito seguir una profesión que emplea la espada, cuando el Señor proclama que ‘todos los que tomen la espada, a espada perecerán’? ¿Participará el hijo de la paz en la batalla, cuando ni siquiera conviene que lleve sus pleitos ante la ley? ¿Podrá usar la cadena, la cárcel, la tortura y el castigo, cuando ni siquiera se venga de la injusticia?”6 (Mateo 26.52; 1 Corintios 6.1-8).
Cuando los paganos circularon el rumor que el cristianismo había roto con el judaísmo por medio de la revolución armada, Orígenes respondió a tales acusaciones falsas con las siguientes palabras: “En ningún lugar enseñó [Cristo] que sus discípulos tienen el derecho de hacer violencia a nadie, por impío que fuera. El dice que el matar a cualquier persona es contrario a sus leyes, las cuales son de origen divino. Si los cristianos hubieran surgido por medio de la revolución armada, no hubieran adoptado leyes tan clementes. [Estas leyes] ni siquiera permiten que resistan a sus perseguidores, ni cuando se los lleva al matadero como si fueran ovejas.”7
Cipriano observó lo siguiente en cuanto a la guerra: “El mundo entero está mojado con sangre. El homicidio se considera un delito, cuando lo comete un individuo; pero se considera una virtud cuando muchos lo cometen. Los hechos impíos [de la guerra] no se castigan, no porque no inculpan, sino porque la crueldad es cometido por muchos.”8
Arnobio, un apologista del tercer siglo, explicó la posición de los cristianos a los romanos de la siguiente manera: “Hemos aprendido de sus enseñanzas y de sus leyes que el mal no se paga por el mal [Romanos 12.17]; que es mejor sufrir el mal que hacer el mal; que es mejor darnos para que se derrame nuestra sangre que mancharnos las manos y la conciencia al derramar la sangre de otros. Como resultado de esto, un mundo ingrato desde hace tiempo ha disfrutado de un beneficio provisto por Cristo. Porque por medio de su enseñanza la ferocidad violenta ha sido ablandada, y el mundo ha empezado a retraer sus manos hostiles de la sangre de sus compañeros humanos.”9
En una época cuando la valentía militar se estimaba muy en alto, los cristianos primitivos, sin el apoyo de nadie, decían que la guerra no era sino homicidio a gran escala. Qué ironía, entonces, que los cristianos evangélicos de hoy en día no sólo dan lugar a la guerra, sino muchas veces son más militaristas que los demás. En verdad, no conozco de ninguna guerra a la cual los cristianos se hayan opuesto.
Cuando la crisis iraní estalló en el año 1980, yo era estudiante de jurisprudencia en la Universidad de Baylor, en Baylor, Texas (E.E. U.U.), universidad de la iglesia bautista. El día después de que los americanos de la embajada en Teherán fueron tomados como rehenes, vi a unos estudiantes del Medio Oriente en la cafetería de la universidad. No sé de cuál país eran ellos; bien es probable que no fueran iranís. Sin embargo, cuando varios estudiantes americanos pasaron por allí, chocaron contra la mesa de los iranís como en un gesto amenazador. En la cafetería y en los corredores, oí a varios estudiantes en discusiones apasionadas, diciendo que los Estados Unidos debía mandar su ejército al Irán para “aplastar a aquellos negros del desierto en la tierra”. Qué triste que cuando estamos en crisis los cristianos responden con el mismo enojo y odio que vemos en el mundo.
¿PERO NO TIENE EL CRISTIANO UN DEBER PARA CON SU PAÍS?
“¿No debe el cristiano ayudar a defender su país?” preguntarán algunos. Los cristianos primitivos hubieran contestado: “Sí… pero en una manera muy diferente que el mundo”. Los romanos hicieron esta misma pregunta, acusando a los cristianos primitivos, y los cristianos respondieron de la siguiente manera:
Se nos insta que ‘ayudemos al rey con toda nuestra fuerza, que colaboremos con él en la preservación de la justicia, que peleemos por él, y si él lo exigiera, que peleemos en su ejército, o que mandemos un regimiento para apoyarlo.’
Respondemos que sí ayudamos a los reyes, cuando necesiten de nuestra ayuda, pero en una manera divina, vistiéndonos ‘con toda la armadura de Dios’. Esto hacemos obedeciendo lo que nos mandó el apóstol: ‘Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia’ [1 Timoteo 2.1-2]. Entre más uno se supera en la santidad, más puede ayudar a los reyes—aun más que los soldados que salen a pelear contra el enemigo y a matar a cuántos puedan.
A aquellos enemigos de nuestra fe que quisieran exigir que tomáramos armas para defender el imperio y matar a los hombres, respondemos: ‘Los sacerdotes de ustedes que sirven [a sus dioses] … ¿no guardan sus manos de sangre para que puedan ofrendar los sacrificios estipulados a los dioses suyos con manos no manchadas y libres de la sangre humana?’ Aun cuando hay guerra cercana, ustedes no reclutan a los sacerdotes para sus ejércitos. Si ésta, pues, es costumbre alabada, ¿cuánto más no deberían [los cristianos] servir como sacerdotes y ministros de Dios, guardando puras las manos, mientras otros se involucran en la batalla?… Con nuestras oraciones vencemos los demonios que incitan la guerra… En esta manera, prestamos más ayuda a los reyes que aquellos que salen a los campos de la batalla para luchar a su favor… Y no hay otro que luche a favor del rey más que nosotros. De cierto, rehusamos pelear por él aunque lo exigiera. Pero luchamos a favor de él, formando un ejército especial—un ejército de justicia—ofrendando nuestras oraciones a Dios.”10
Nosotros podemos decir que tal creencia no es realista, pero los cristianos primitivos decían que esto creían y practicaban porque confiaban en Dios. ¿Quién tiene razón? La historia nos enseña que los cristianos primitivos no eran tan ingenuos como podamos creer. Desde el nacimiento de Cristo hasta el año 180 (d. de J.C.), no hubo ni una invasión exitosa de las fronteras del imperio romano. Los historiadores llaman este período la Paz Romana, y lo estiman como un tiempo extraordinario en la historia de la civilización occidental. Por 200 años, el mundo antiguo alrededor del Mar Mediterráneo gozó de una paz ininterrumpida—período sin igual antes de ese tiempo, y sin igual desde entonces. Por supuesto, ningún historiador incrédulo atribuiría este tiempo de paz a la presencia y las oraciones de los cristianos, pero los cristianos primitivos creían firmemente que esta época de paz la había dado Dios.
Por ejemplo, Orígenes hizo la pregunta a los romanos: “¿Cómo, pues, fue posible que el evangelio de paz, el cual no permite ni siquiera la venganza contra los enemigos, prevaleciera en todo el mundo, sino sólo porque con la venida de Cristo un espíritu más benigno fue introducido por todo el mundo?”11
Por contraste, después del tiempo de Constantino, cuando los maestros cristianos como Agustín comenzaron a enseñar la doctrina de “la guerra santa” y los cristianos apoyaron a Roma con la espada, el imperio romano occidental cayó dentro de pocas decenios. ¿Cayó porque la iglesia cambió su posición respecto a la guerra? Ningún hombre puede contestar esta pregunta con certeza. Pero, por lo menos, consideramos que es una coincidencia maravillosa que Roma prosperaba y estaba segura de sus enemigos mientras que los cristianos servían como un ejército especial de justicia, confiando sólo en Dios para la protección del imperio; pero cuando los cristianos comenzaron a participar en la guerra apoyando a Roma, el imperio fracasó.
¿PERO NO TESTIFICA LA HISTORIA QUE HABÍA CRISTIANOS EN EL EJÉRCITO ROMANO?
A pesar de que la iglesia primitiva condenaba la guerra y la matanza, el testimonio de la historia demuestra sin lugar a duda que había cristianos en el ejército romano durante esta época. Muchos escritores se atienen a este hecho para argumentar que la iglesia primitiva no se oponía a la guerra. Pero realmente no tienen razón, como podemos ver claramente en los escritos de los cristianos primitivos. ¿Cómo, pues, podemos explicar esta aparente contradicción?
Una obra de los cristianos primitivos titulada La tradición apostólica, compilado por Hipólito, aclara la confusión. Describiendo la manera en que la iglesia debía evaluar a los que querían ser bautizados, esta obra dice: “Un soldado de la autoridad civil tiene que ser enseñado a no matar a ningún hombre y rehusar matar si se le ordena hacerlo, y también rehusar prestar el juramento. Si no está dispuesto a cumplir con esto, tiene que ser rechazado [para el bautismo]. Un comandante militar o un magistrado civil que se viste de púrpura tiene que renunciar o ser rechazado. Si un candidato para el bautismo o un creyente procura hacerse soldado, tiene que ser rechazado, porque ha despreciado a Dios.”12
¿Por qué rechazaría la iglesia primitiva a un candidato para el bautismo que se ofreciera para el servicio militar cuando no rechazaba al que era soldado ya? Parece que el soldado común muchas veces no podía renunciar del ejército. La única manera que podía salir del ejército era por la muerte. Por eso, la iglesia le permitía quedarse en el ejército, pero tenía que estar de acuerdo que jamás mataría a nadie y que jamás prestaría ningún juramento.
Ya que el imperio romano estaba mayormente en tiempos de paz durante la época del cristianismo primitivo, bien era posible que un cristiano pasara toda la vida en el ejército sin tener que matar a nadie ni violar otros fundamentos cristianos. Se sabe que durante esta época del cristianismo, los soldados romanos servían mayormente como empleados civiles encargados de mantener el orden en la sociedad.
¿QUÉ DEBEMOS CREER SOBRE LA PENA DE MUERTE?
Dios ordenó la pena de muerte en las leyes que él dio al pueblo de Israel. Por eso, yo siempre he apoyado la pena de muerte, y creía que los cristianos primitivos lo apoyarían también. Me sorprendí al darme cuenta de que los cristianos primitivos creían acerca de la pena de muerte casi lo mismo que creían acerca de la guerra.
Sólo unos pocos escritores cristianos trataron este problema, pero todos ellos expresaron lo mismo: que el cristiano no debía dar la pena de muerte a nadie, que no debía ni mirar las ejecuciones en la arena (lo cual era deleite para los romanos), y que no debía ni siquiera traer contra ninguna persona una acusación que llevaría la pena de muerte. Así, los cristianos primitivos aborrecían totalmente el tomar la vida humana, fuera por guerra, por ejecución, o por aborto.
Por ejemplo, Lactancio escribió: “Cuando Dios prohíbe que matemos, no sólo prohíbe la violencia condenada por las leyes humanas, también prohíbe la violencia que los hombres creen lícita. Por esta razón, no es lícito que el hombre justo participe en la guerra, ya que la justicia misma es su guerra. Tampoco le es [lícito] acusar a otro de delito con pena de muerte. Resulta lo mismo si la muerte se inflige por su palabra, o por su espada. Es el acto mismo de matar que se prohíbe. Por lo tanto, respecto a este precepto de Dios, no debe haber ninguna excepción. Es decir, nunca es lícito llevar a un hombre a la muerte, porque Dios lo ha hecho una creación sagrada.”13
¿QUIÉN, PUES, TIENE LA RAZÓN?
Otra vez, los cristianos primitivos se muestran ciudadanos del reino celestial, un pueblo de otra cultura. Y otra vez hallamos que los evangélicos de hoy están muy alejados del cristianismo de los primeros siglos. Como dije antes, los puntos que he tratado en este capítulo y en los cuatro anteriores son sólo ejemplos de las creencias de los cristianos primitivos, creencias que difieren radicalmente de las nuestras. Hay muchos ejemplos más que yo pudiera dar. Nosotros calificamos de herejía a muchas de las doctrinas que ellos enseñaban. Ellos calificaban de herejía a muchas de las doctrinas que nosotros enseñamos. ¿Quién es el que tiene la razón?
Aquí doy otros pasajes que citaban los cristianos primitivos cuando escribían contra la participación en la guerra: “Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26.52). “Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18.36). “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios” (2 Corintios 10.3-4). “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades… Por tanto, tomad toda la armadura de Dios” (Efesios 6.12-13). “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis… No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios… No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12.14-21). “Nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos” (1 Corintios 4.12).
BIBLIOGRAFIA
- 1. Juan Calvino, Treatises Against the Anabaptists and Against the Libertines, traducido por Benjamin Wirt Farley (Grand Rapids, MI, E.E. U.U.: Baker Book House, 1982), p. 77, 78.
- 2. Clemente, Miscellanies, tomo 7, capítulo 8.
- 3. Tertuliano, On Idolatry, capítulo 11.
- 4. ”Estos son los mandamientos contenidos en el evangelio de los cuales no cabe duda de que sí deben ser observados al pie de la letra, por ejemplo . . . ‘Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera’.” Orígenes, First Things, tomo 4, capítulo 1, sección 19. Véase también Cipriano, On Mortality, capítulo 4, y Eusebio, History, tomo 6, capítulo 5.
- 5. Justino, First Apology, capítulo 39.
- 6. Tertuliano, The Crown, capítulo 11.
- 7. Orígenes, Against Celsus, tomo 3, capítulo 7.
- 8. Cipriano, To Donatus, sección 6.
- 9. Arnobio, Against the Heathen, tomo 1, sección 6.
- 10. Orígenes, Against Celsus, tomo 8, capítulo 73.
- 11. Ibid., tomo 2, capítulo 30.
- 12. Hipólito, Apostolic Tradition, sección 16.
- 13. Lactancio, Institutes, tomo 6, capítulo 20.
El cristianismo del siglo primero era la verdadera fe y como enseñaban la palabra ellos era de la forma pura. No celebraban navidad, no cobraban diezmos y las mujeres no eran pastoras y todos los cristianos eran heraldos o proclamantes del evangelio verdadero. Que lejos estan las iglesias actuales del cristo. BUSQUEMOS LA DOCTRINA VERDADERA E INVESTIGUEMOS.
Aunque de padre árabe mi educacion es cristiana y todo cuanto he conocido ha sido solo la biblia y la literatura cristiana. Algo que no me agrada es que cada Iglesia piensa lo que quiere y cada pastor enseña lo que le plasca. La Iglesia debería ser una unidad pero no lo es. Si se encontrara algo que tenga unidad y armonia biblica verdadermente Dios estaria con ellos.
La biblia dice, por sus frutos los reconocerán y todo árbol podrido produce fruto podrido (mateo 7: 17-19) frutos como la corrupción en las iglesias y el cobro de diezmos que se van directo a la bolsa de los pastores. Apoyo a la politica y las guerras y las doctrinas de hombres son una muestra. Ejemplo los pentecostales que dicen que sus carismas son del espíritu cuando sus acciones son identicos al arte del tison una practica espiritista.
Bueno, quisiera hacer una observación.
Para empezar, cualquier estudio que pretenda tener un cierto rigor histórico debería comenzar por reconocer que el personaje central de esta historia no se llamaba Jesús; siendo un judio llamado Yahshua ben Yosef (puede fallar la transliteración al castellano, pero el hecho es asumir que fué un rabino-maestro de la Torá- judío, con cultura, idioma, entorno…etc., judias. Todo esto para devolver en justicia al personaje histórico lo que le pertenece.
Por otro lado, en el primer siglo no existía el cristianismo, ya que Yahshua el Mesías de Israel no fundó ninguna nueva religión; tampoco lo hicieron ninguno de sus discípulos, ni siquiera lo trató de hacer Shaul de Tarso (Pablo), aunque de la malainterpretación de sus palabras por parte de los creyentes posteriores (en su mayoría judíos helenizados), ya sin firmes fundamentos en la Torá, es que nacen las primeras congregaciones con un énfasis en la enseñanza del Nuevo Pacto.
Anteriormente – y esto se vé en el conjunto de la enseñanza del NT bajo un estudio realmente contextual- se entendía que la obra de redención del Mesías, es la culminación de la Ley y los Profetas, la perfección del edificio cuya piedra angular (la base) fue el Mesías, anunciado y esbozado por Moises.
Lc 24:27; Lc 24:44; Jn 5:46; Hch 28:23; Heb 8:5.
1Tim 1:4 ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora
1:5 Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida
1:6 de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería,
No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Mateo 5:17
Estimados/as hermanos/as:
El error más grande que cometió la Iglesia (cuerpo de Cristo), fue el permitir que en los primeros siglos otros los identificaran como una religión más y estos no corregir dicha percepción errónea. Peor aún, fue el que los seguidores de Cristo quisieran sobresalir como la religión verdadera. Cristo no vino a establecer una religión, sino a buscar y salvar lo que se había perdido. Desde que fue aprobado el Edicto de Milán en 313, por Constantino I, (donde se le reconoció como la religión oficial del Imperio Romano), la Iglesia se ha corrompido de tal forma que no sabe como regresar a los fundamentos establecidos primeramente por Cristo, y luego por sus 12 apóstoles y los padres apostólicos (siglos I Y II). Una vez la Iglesia y el Estado se unieron comenzó una “mezcolanza” de creencias, fabulas y doctrinas que hasta el sol de hoy la Iglesia no ha logrado identificar y desintoxicarse de las mismas para regresar a los fundamentos instituidos por aquellos primeros seguidores de Jesús.
Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús;
Samuel Eduardo