Mario E. Fumero
Recientemente un viceministro de educación del gobierno de Libre se expresó públicamente en relación a su posición respecto a sus creencias, con unas declaraciones que ha dado mucho que pensar respecto a un representante del estado y que forma parte del ministerio de Educación. Él abiertamente se declara ateo, afirmando que los pastores y religiosos proclaman un ser inexistente, además de manifestar una liberalidad en la forma de ser, que le puede permitir a los estudiantes usar aretes, tatuajes y pelo largo en los centros de estudio, rompiendo los valores clásicos.
Toda persona que desempeña un puesto público tiene que reconocer que el Estado es laico, y no debe usar su plataforma política, para atacar cualquier tipo de creencia, principalmente en el plano religioso, máximo en una nación cuyas raíces culturales proceden de Dios como principio básico de su existencia y constitución. Lo mismo considero que un evangélico o católico que ostente un puesto público, no debe usar sus creencias para imponer o proclamarla desde esa plataforma, porque es un servidor de todos dentro de un estado laico, y, por lo tanto, la iglesia debe ser apolítica.
Un estado debe ser laico, porque así lo afirmaron los próceres que lo proclamaron en las primeras constituciones, principalmente en diseñada en el año 1880. Este laicismo proclamado por Francisco Morazán obedeció al ataque realizado por la iglesia católica al primer presidente de Honduras, Dionisio de Herrera, lo que originó la existencia de un Estado laico, pero con valores concretos, plasmado en las constituciones del país. Los gobernantes deben mantener un respeto a todas las creencias, y no deben usar la plataforma política para atacar o proclamar su determinada creencia o ideología, entre ella el ateísmo, máxime si ocupa un puesto político.
El Estado no es religioso, ni ateo, ni profano. Se le define como un Estado laico aquel que respeta todas las creencias, y ningún gobernante, ministro, alcalde, o autoridad tiene el derecho de atacar una idea para proclamar la suya, ya que como gobernante, tiene el deber de respetar a todos por iguales, si excepción de persona, para evitar que el Estado se defina ideológicamente hacia una corriente determinada. El estado profano es aquel que promueve todos los antivalores y desprecia las creencias, mientras que el estado ateo niega a Dios y se convierte en perseguidor de los creyentes imponiendo su ideología.
Estas declaraciones de un viceministro de educación es una falta de respeto a todos los que tienen una creencia religiosa, y también compromete con su posición ideológica al gobierno de turno, dejando en entredicho a las máximas autoridades. Lo más triste es que, quien así se expresó, forma parte del engranaje educativo del país, y esto deja mucho que desear en cuanto a la política de Estado.
Esperamos que el Señor ministro de Educación llame al orden a su subalterno, o la presidente lo llame al orden y a la prudencia, por el bien de todos los que no pensamos iguales, ya que todos los que están en eminencia política, deben reportará a todos los que forma la nación, y evitar pronunciarse de acuerdo a sus creencias personales.