Mario E. Fumero
Recuerdo cuando llegué a Honduras por primera vez en el 1963, y vivía en Comayagua, cuando iba a la pulpería y compraba un huevo, el precio del mismo era de 5 centavos de lempira. En esa época por un dólar te daban dos lempiras, y el billete de un lempira tenía al cacique Lempira con una pluma. El galón de diésel costaba 68 centavos, y el de gasolina 98 centavos de lempiras.
Hoy en día un huevo cuesta entre cinco a seis lempiras, y el cartón de huevo ha pasado de L.80.00 a más de L.120.00, reflejando una alta subida del precio de uno de los productos más elementales de la canasta básica de los pobres.
¿A qué se debe esto? Hay varios factores que desencadenan esta inflación. Recordemos que las gallinas se alimentan con concentrado, y al subir éste, automáticamente tienes que subir los derivados de la misma, cómo es el huevo y la carne de pollo. Si le sumamos a lo anterior, el alto costo de los combustibles y la energía eléctrica, más otros pequeños insumos que se usa para la salud del animal, veremos que la subida del huevo obedece a un efecto rebote, dando el resultado de un alto precio del huevo.
Si sumamos a lo anterior, la poca oferta y la alta demanda, más el acaparamiento que hacen algunos productores, y le sumamos las ganancias de los mediadores, que muchas veces superan las ganancias de los productores, encontramos que la canasta básica actualmente supera el salario mínimo de la clase pobre, la cual se encuentra en difícil situación para poder subsistir.
¿Qué puede hacer el gobierno frente a esta realidad? ¡Nada! Si le pone un congelamiento de precio a la subida del huevo, sin frenando las demás alzas, indudablemente desalentara la producción, porque el concentrado, el combustible, y la energía, no podrá frenarlo, y el productor va a decidir no producir más huevo, porque nadie va a trabajar para perder. Así que exigirle al gobierno que restringa los precios del producto final, sin controlar los insumos complementarios, sería un suicidio para la economía nacional, por lo que los gobernantes se encuentran entre la espada y la pared, porque muchos de los productos que suben de precio procedente del exterior, y frente a esto, ningún estado puede hacer nada.
Esto nos lleva a la conclusión de qué ninguna nación o gobierno es completamente soberano, porque tristemente dependemos de otros que producen la materia prima para la producción final de muchos productos, razón por lo cual las políticas económicas no obedecen a pautas de los gobernantes, sino lo de los grandes productores transnacionales que son a la larga lo que determinan los precios del mercado. Si queremos ser verdaderamente soberanos, y no depender de nadie, tendríamos que producir todos los recursos que necesitamos, sin tener que comprar afuera los mismos, y esto en el mundo de hoy es misión imposible, así que el efecto rebote de lo que ocurre afuera de nuestras fronteras, repercutirá en los que vivimos dentro de un país pobre.
Seamos conscientes de estas realidades, y enfrentarnos a ella no buscando culpables, sino soluciones, y tratemos de no depender tanto de los recursos externos y fortalezcamos la producción interna, aunque sabemos que es inevitable que tengamos que comprar mucha materia prima fuera de nuestras fronteras para poder mantener funcionando la economía nacional, y ningún gobierno podrá controlar esta realidad ya que tristemente en Honduras no producimos combustible y carecemos de otras mucha materia prima necesaria para la elaboración y el procesamiento de muchos alimentos.