Mario Fumero 

Desde que iniciamos esta página web, son centenares los mensajes recibidos de personas frustradas por las nuevas corrientes teológicas que, sin fundamento bíblico, azotan los pulpitos, conduciendo a muchas vidas al  fracaso, frustración y decepción con el evangelio. Sabemos que la verdad edifica, pero la mentira destruye. Tristemente los predicadores de la apostasía, introducidos en las iglesias, llevan mensajes y enseñanzas completamente falsas, y como dice 2 Pedro 2:1 introducen sutilmente o encubiertamente herejías destructoras.

La contaminación de la verdad es fácil. Pongamos un ejemplo; si yo añado 30 gramos de levadura a 1000 gramos de harina ¿Cuál será el efecto final de la masa? Es lógico,  un poco de levadura, leuda (Gál 5:9) toda la masa, de igual forma un error sutil en la enseñanza, puede pervertir todo el evangelio.

Me duele cuando recibo cartas en donde expresan cosas que se salen del orden de Dios, y es por ello que deseo transcribir esta carta de una hermana angustiada por su triste pasado en su deseo de servir a Cristo. Ella comienza diciendo “Dios sabe que me quiero congregar, pero he tenido malas experiencias, y prefiero estar por ahora así. Conocí de Dios en el año 2000 de una manera ¡maravillosa! Pasaron muchas cosas que quizás un día pueda compartirle. Luego Dios me llevó a una iglesia de sana doctrina de la ciudad donde nací, en Ibagué. La iglesia se llama Iglesia Comunidad Cristiana Carismática Internacional, es un nombre parecido a la del pastor Cesar Castellanos (fundador del G12) pero no tiene nada que ver, y en esa congregación estudie, me congregue y participe con todo mi amor y fuerza en la obra del Señor. Fueron tiempos hermosos en los que el servir
era un privilegio. Forme parte del grupo de alabanza, del grupo
intercesores, del grupo de mujeres etc. Dios me regalo una amiga que quise muchísimo, se llamaba Martha, tenía una grave enfermedad, la conocí cuando estaba recién operada de cáncer, le había salido una
malformación en su rodilla que al operarla le encontraron células malignas. Se sometió al proceso de tratamiento. Ella era cristiana desde niña y era danzarina en la iglesia, y tenía una voz preciosa, cantábamos juntas para Dios. Luche junto con ella emocionablemente y espiritualmente, pero fue muy difícil, ella se enojo con Dios y yo sufría mucho. Trataba de entenderla el por qué, y cambiar su pensamiento. Ella tenia fé de que Dios le iba a sanar totalmente del tumor, pero el mismo reaparecía, y ella se frustraba en su fé. Yo llegaba a mi casa en las noches y lloraba, le pedía a Dios por su sanidad más de su alma, y quizás hice mal, no lo sé, pero quería ver a mi amiga dando gracias a Dios en medio de todo, quizás esperaba ver un Job soportando muchas cosas, pero sin enojarse con Dios, pero no era así. Pensé que Martha iba a ser sana de su enfermedad. Le operaron cuatro veces de la rodilla,  y cuatro veces le hicieron quimioterapias, finalmente le amputaron su pierna.
Luego, cuando ella quizás empezaba a ver la vida de nuevo con amor,
buscando a Dios, yo me sentí feliz, pero de pronto sus pulmones fueron tomados por el cáncer. Soñábamos con tener un esposo y una familia. Ella se guardo físicamente para Dios, yo en cambio viví mucho tiempo sin Dios y cuando le conocí, me arrepentí de muchas cosas que hice en mi juventud  y Dios me perdonó y me amo. Ambas estábamos juntas con los mismos sueños; el tener un hermoso hogar, ¡una familia!

Cuando empezó esta situación, yo me aleje de ella, quizás lo hice con muchos miedos. Quería cumplir mis sueños de conseguir un esposo y una familia. Me aleje de mi amiga y hablábamos por teléfono, porque me fui a otra ciudad por trabajo. Tiempo después ella falleció, y no pude ir a verla antes, aunque me llamó varias veces para que fuera, pero nunca lo hice. Desde ese momento hubo mucho dolor, y trate de buscar a Dios en un lugar (congregación) y entonces choque con muchas cosas raras que me mostraron que Dios no estaba allí. Vi templos llenos, vi «profetas» y «sanadores», así como los que visitaron a mi amiga y le dijeron que Dios ya la había sanado de su cáncer. Vi poca hambre de Dios y mucha hambre de milagros. Vi iglesias llenas y corazones vacios. Me tope con locos de la fé que ni ellos entienden lo que predican, y vivían alejados del modelo de Cristo. He visto muchas cosas, y no quise ser partícipe de ninguna de ellas. Vi gente con necesidades económicas yendo como fuera a la iglesia en su miseria, y vi a pastores con los bolsillos llenos  de dinero que no podían atenderlos, porque estaban en su tiempo de descanso. Vi a grupos de jóvenes en los que su sueño principal era grabar su primer CD de música cristiana, y no de ser instrumento de Dios a través de la música para adorar a Dios en campañas o cantando con una sola guitarra en medio de corazones afligidos. No se necesita mucho para adorar a Dios de corazón. Pero…… sé que tengo muchos errores, pero hoy los estoy asumiendo, recibiendo de nuevo el perdón de Dios, tratando de llevar una vida agradable a Él y nada más…”.

 Este correo, como muchos otros que recibo a diario me hacen sentir, por un lado triste, pues veo la gran necesidad de volver a la proclama del evangelio correcto, y por otro lado  animado a seguir trabajando en este link que trata de contrarrestar todas esas barbaridades que invaden las iglesias modernas, impregnadas de un postmodernismo evangélico que tiene más de seducción y manipulación, que de confrontación y santidad.

No debemos callarnos. Es un deber como profetas de Dios, denunciar a todo aquello que leude la masa y contamine la sana doctrina. Ser profeta en el sentido estricto de la Palabra es la acción de preservar la verdad y la Palabra en medio de la mundanalidad y mentira. Así hicieron los profetas del Antiguo Testamento. Cuando los reyes pecaban, y dejaban seducir al pueblo a las costumbres paganas, la voz del profeta aparecía para denunciar el pecado, dictaminar el juicio de Dios y hacerlos volverá la Palabra revelada (la Ley). Es ahí la función de Natán, Elías, Eliseo y otros. No los querían, porque no decían algo que le agradara a los líderes, y por ello era perseguidos, apedreados y martirizados (Hebreos 11:36-40, Mateo 23:37-39). De igual forma, muchos predicadores modernos que no se alinean en la onda de la codicia, llamada prosperidad, ni en la  onda de la exaltación, llamada apostolitis, son proscritos, marginados, señalados y rechazados, pero ¡Gloria a Dios!,  porque siempre que se dice la verdad tiene que haber consecuencias y reacciones de aquellos que proclaman la mentira y el engaño. Ningún profeta o apóstol bíblico recibió beneplácito por predicar la verdad, ni fueron enriquecidos, al contrario, todos fueron víctima del desprecio, martirio, destierro y muerte. Pablo describe la realidad del verdadero siervo de Dios en medio del mundo corrupto de esta manera: “Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija.Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos.Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos. (1 Corintios 4:11-13).

Comprendo a esta hermana, y quiero compartir con mis lectores que yo vivo en carne propia muchas de sus tristes experiencias. Y sobre el caso de su amiga que teniendo fe y profecía, falleció del cáncer, quiero decirle que en los próximos días publicare un artículo en donde analizaremos un tema ignorado por la gran mayoría de cristiano. Enfocaremos el deseo humano de salud frente a la realidad de la soberanía de Dios, algo que parece no existir en los mensajes de los predicadores modernos.