Mario E. Fumero

Antes de entrar al tema, vale la pena recordar lo que ocurrió en Génesis capitulo seis, cuando Dios decidió destruir la tierra con agua, proporcionándole a Noé y su familia un arca de salvación por ser un hombre integro. ¿Sabe Ud. cual era la condición de aquellos habitantes en ese tiempo?. Estaban llenos de violencia y corrupción (Génesis 6:11). Estos dos males son actualmente la enfermedad que aqueja a la mayoría de los países latinoamericano, principalmente Honduras.

La corrupción es el virus mortal que destruye la democracia, la religión, la credibilidad y la confianza de todos los que habitamos en este continente. El engaño, la mentira, la estafa, el soborno y la extorción se han convertido en un estilo de vida en todos estos países. Es un mal tan extendido que tal parece que solo la destrucción, y una previa selección de una minoría honesta, podría forjar un nuevo mundo. Porque tristemente puedo afirmar que la honestidad y la integridad son virtudes perdidas en el pasado. Encontrar hoy día a hombres o mujeres con estas cualidades es difícil, porque el mundo está infestado de corruptos y corruptores.

Y de la Violencia ¿Que podemos decir? La misma se hace patenten en todo los aspecto: en la sociedad, en el hogar, en las escuelas, en el deporte y en los medios de comunicación. Es un producto que no solo se consume, sino que se vende. Cuanto más violento son los videojuego, mas se vende. Cuanto más violenta es una película o telenovela, más audiencia tiene. La venta de armas de fuego se ha disparado. Hay países, como Estados Unidos en donde dos de cada tres ciudadanos tienen un arma de fuego. En Honduras, ni hablar, hay regiones que nos recuerdan el Medio Oeste de las películas de vaqueros, pues andan mostrando sus armas a la cintura por las calles.

Somos presa de una enfermedad de corrupción y violencia que convierte nuestra vivencia es una triste realidad social, retornando a aquellos tiempos previos al diluvio. Tal parece que  historia se repite, y son tan pocos los que escapan de esta tragedia,  por ser minoría, que se les cataloga de desfasados, tontos e inadaptados a los cambios sociales impuesto por el sistema. Un sistema en donde Dios, y todos sus valores, han pasado a ser una anticuada conducta que es abolida por la filosofía del liberalismo en donde de el ser listo es sinónimo de ser prospero.

Tristemente las Iglesias, que deben ser baluarte de los valores de la fe y la entrega, han sido contaminada con estas enfermedad de corrupción, porque se habla más de dinero, bienestar, el tener y pedir en grande, que se han alineado al lado de los corrupto, poderoso y mentirosos. Tristemente se han divorciado del mensaje de Jesucristo, que envuelve el vivir para los demás, en integridad y solidaridad con el necesitado para proclamar un evangelio de codicia y prosperidad.

Frente a esta enfermedad que lo arropa todo, preguntó: ¿Terminaremos como la generación de Noé? Si viniera el juicio de Dios ahora mismo por la violencia y corrupción ¿Cuantos escaparemos en el arca de la salvación? Nuestra sociedad apesta de corruptos, y lo triste es que hablamos de combatirlos, pero más se proliferan. Es una epidemia endémica  difícil de erradicar, porque si es cierto que son muchos los corruptos, son más los corruptores, que por adaptarse al sistema, ceder frente a lo inmoral, para poder vivir tranquilos y prósperos, ignorando las consecuencias que a largo plazo produce  tal proceder. Pero para mí, lo más triste es que aun las Iglesias cristianas caigan en la trampa de esta enfermedad. Que Dios se apiade de nosotros.

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