Mario E. Fumero
Romano 8:38-39 «Por lo cual estoy SEGURO que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro«.
La seguridad es el producto de la convicción. Cuando estamos convencidos de algo, automáticamente estamos seguros de lo que hacemos o de lo que creemos. No es lo mismo decir que soy cristiano, pero vivir una vida insegura e incierta, que decir soy cristiano porque se en quien he creído. Esta seguridad, de la cual habla Pablo, al afirmar que nada, ni nadie, lo podrá separar el amor de Dios, es el producto de una experiencia profunda que produjo convicción.
Sin en estos momento te ponen una pistola en la cabeza y te preguntaran ¿está seguro que sí te mató ahora te vas para el cielo? ¿cuál sería tú respuesta? Sin duda alguna, que sí estas seguro de que eres salvó, y siente en tu vida el amor de Dios, no duraría en decir que, si tú me matas me voy para el cielo, pero tú tirar para el infierno.
La seguridad en Cristo se manifiestan en los momentos difíciles. Es ahí cuando podemos saber si nuestras convicciones nacen de la Palabra de Dios, o son fruto de una simple emoción religiosa. Tristemente muchos aceptan a Jesús por lo que él ofrece, pero no por lo que él es. Los que actúan de esa manera no tienen convicción, y por lo tanto, en los momentos difíciles no se sentirán seguro y claudicaran de su fe.

