(Un haz de luz sobre la inquietud de quienes exigen la apertura de los templos religiosos).

Ante un ya alargado confinamiento (encierro), debido al paso del Covid-19 o «nuevo coronavirus» que en la gran mayoría de los países del mundo se viene estableciendo por parte de sus gobiernos, y las tan diversas manifestaciones o expresiones de la población con inocultables síntomas de intranquilidad y agotamiento mental y emocional, y sumado a esto, diferentes manifestaciones de desafío a las disposiciones gubernamentales de restringir el desarrollo de todo tipo de  actividades normales y cotidianas de la sociedad. Entre estas reacciones no han faltado la de ministros e iglesias evangélicas, especialmente en Latinoamérica, mostrando abiertamente una expresión de rechazo incrédulo a la realidad del virus asiático, alegando también que la Iglesia no puede mostrarse cobarde ni sumisa, tanto ante la pandemia, como ante las disposiciones estatales.

De este último hecho, surge la siguiente reflexión para proyectar alguna luz sobre tal reacción por parte de los actores aquí aludidos. En relación con el asunto, acudo a compartir mi observación de uno de los más conocidos personajes de la Biblia, cuya principal experiencia de vida fue justamente pasar junto a siete personas más (su familia) por un estado de total confinamiento que les duró más de un año. Se trata de Noé.

Es necesario contextualizar que Noé le predicó durante más de cien años a aquella generación acerca del juicio que venía al mundo mediante un diluvio. Pero la sociedad de aquel tiempo no atendió a su predicación, de tal manera que al final, tan solo él con su mujer y sus tres hijos con las respectivas esposas quedaron con vida después del gran fenómeno global.

Es obvio que, a partir de verlo como un hecho histórico, se tenga la tendencia a idealizar a Noé y a los suyos como héroes y personas de grandes virtudes, rellenas de fe y exentas de experiencias negativas. Sin embargo, esa es una postura carente de objetividad y honestidad.  A manera de resumen, legítimamente se pueden enunciar los siguientes escenarios en la vida de esta familia durante los más de 365 días que tuvieron que vivir confinados dentro de aquella gigantesca construcción: Dudas, desacuerdos, agotamiento físico y emocional, incertidumbre, ansiedad, tristeza, desesperación, dolor, enfermedad, carencias, miedo, frustraciones, etc., etc.

LAS CONCLUSIONES OBJETIVAS SON LAS SIGUIENTES:

(1). Noé le predicó más de un siglo al mundo de su época.

Un claro parangón con la presente generación humana que, después de la última pandemia (la fiebre española de los años 1918-1920) ha sido expuesta a la predicación del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y al anuncio de Su Segunda Venida al mundo para llevar a los Suyos hacia donde Él prometió.

(2). A Noé y a su familia le correspondió someterse al encierro dentro del arca en un curso de más de un año hasta que pudieron salir de la misma y estar de nuevo en tierra firme.

Si los cristianos evangélicos creemos que la actual pandemia también está vigilada por la vista de nuestro Dios (y que Él tiene el control) y aún, que corresponde a la decisión de Su soberana voluntad y justo juicio, ¿Por qué contradecirnos en desafiar las disposiciones divinas de tener que pasar (como Noé) el tiempo que Él ya ha determinado para volver a las actividades normales y cotidianas una vez que pase la pandemia? O, ¿Será que este fenómeno ha burlado y sorprendido al mismo Dios escapando de Su control e inefable soberanía?

(3). Noé, después de predicar más de cien años y empeñado en la construcción del arca, al fin disfrutó de un TIEMPO ESPECIAL CON SU FAMILIA.

Sin igual comparación con la central experiencia que nos está tocando vivir bajo el soberano propósito de Dios con NUESTRA FAMILIA. No es un invisible microbio quien nos tiene ENCERRADOS EN FAMILIA, es el designio divino reservando la revelación del mismo para su debido tiempo.

Cualquier otra visión de la presente realidad para los hijos e hijas de Dios, podría estar chocando contra Su inescrutable sabiduría y perfecta finalidad.