Ángel Bea
Se fabrican y están relacionados con las imágenes que se hacen de distintos materiales y ante las cuales mucha gente se postra. Un ídolo se puede hacer de cualquier cosa. En realidad se cae en la idolatría cuando se coloca algo que no sea Dios en el centro de la vida, se le da más valor y se depende de ese “algo” más que de Él. El hecho es que casi siempre buscamos como fuente de nuestra seguridad algo tangible, algo que podamos ver y en lo cual poder apoyarnos y confiar. Uno de esos “ídolos” es el éxito, tan perseguido, buscado y codiciado en nuestro tiempo, no solamente en el mundo empresarial y de los negocios, etc., pero también en el campo religioso: “pastores de éxito”, “apóstoles de éxito”, “un ministerio de éxito”, “iglesias exitosas, con miles de miembros”, etc. Pero a la postre, siempre venimos a descubrir que nada de “eso” en lo cual confiábamos era suficiente como para proporcionarnos la seguridad que necesitamos. En realidad, nada excepto Dios mismo, lo es: “Un indicio de que usted ha convertido el éxito en un ídolo es la falsa sensación de seguridad que le aporta. La falsa sensación de seguridad es el resultado de deificar nuestros éxitos y esperar que nos mantengan a salvo de los problemas de esta vida de un modo que sólo Dios puede hacer.” (Timothy Keller. “Dioses que fallan” P.82).
Entonces, si es Dios el que solo puede darnos esa seguridad que buscamos en otras fuentes, dejemos la idolatría de confiar en aquello, sea lo que sea, que por su propia naturaleza es pasajero y sin capacidad para satisfacer nuestra vida de manera plena. Volvámonos a Dios con todo nuestro corazón. De otra manera, un día descubriremos, quizás de forma muy amarga, lo alejados que estábamos de Él. Digamos como el salmista:
“Dios es nuestro amparo y fortaleza. Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar…” (Sal.46.1-3)